Los ingredientes que condimentan una estancia en Sudáfrica hacen que los visitantes la perciban rápidamente como el mejor viaje de sus vidas.
No es exageración. Pocos países del mundo combinan tantos atractivos a bajos precios como esa nación africana.
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El mejor testigo de ello es el costarricense Karl Saalau, de 34 años, quien se instaló el año pasado en Johannesburgo, la ciudad sudafricana más grande y poblada, pues trabaja en el área de finanzas para una importante empresa de bebidas gaseosas.
El tiempo en ese país le ha permitido descubrir muchas maravillas que a cualquiera dejan atónito.
La razón es muy sencilla. En un viaje a Sudáfrica se puede disfrutar del mar, montañas, hacer safaris para observar animales salvajes en su hábitat y hasta esquiar… lo mejor, a precios muy accesibles. Por ejemplo, un safari de unas tres horas puede costarle unos $60 (¢34.500); si tiene un presupuesto mayor, hay resorts todo incluido dentro de los parques, a un costo de $350 (¢201.000).
Entre tanto, un almuerzo con bebida ronda los $6,5, aproximadamente ¢3.700.
“Amigos que han venido me dicen que es el mejor viaje de sus vidas; eso me hace mucha gracia. En términos generales, la experiencia de un safari aquí es de las mejores del mundo”, dice Karl.
Este costarricense explica que uno de los parques nacionales principales para esa actividad es el Kruger, un territorio de casi 20.000 kilómetros cuadrados en los que los turistas pueden observar libremente a los cinco grandes animales salvajes de África: leones, leopardos, rinocerontes, elefantes y búfalos.
Dicho sitio está a unas cinco horas por tierra desde Johannesburgo o a 40 minutos en avión.
Sin embargo, hay otros lugares ubicados a hora y media de esa urbe sudafricana, en los que también se pueden hacer safaris para observar a todos esos animales. De hecho, Karl y su familia suelen ir a los más cercanos.
Otra experiencia que un viajero puede tener en Sudáfrica es realizar un safari para ver leones, también cerca de Johannesburgo.
Eso no es todo. Quien vaya y quiera hacer más inolvidable el viaje puede aprovechar un sinfín de atractivos, por ejemplo, desiertos, playas, montañas, nieve para esquiar, pasar tiempo con tribus y abrirse a la riqueza cultural, palpada desde la comida hasta las costumbres.
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Karl enfatiza que Johannesburgo es ideal para los safaris. Advierte que en esa metrópoli hay que andar con ciertos cuidados, pero lo que hacen muchos turistas es contratar los tours o alquilar un vehículo para moverse por su cuenta, lo cual es seguro.
“Es una ciudad grande, como de cinco millones de habitantes. Generalmente el centro no es visitado por las personas de clase media o media alta, excepto si es obligatorio, ya que es peligroso. La gente con dinero hizo centros económicos en las afueras de la ciudad, por lo que está muy esparcida. El transporte público todavía está subdesarrollado, entonces para moverse es mejor hacerlo en carro o Uber”.
Este compatriota detalla las razones por las que considera que el transporte público no es el idóneo. Dice que solo existe una línea de metro que va de norte a sur y existen pocos autobuses.
A eso se le suma que hay “muchísimos” taxis, que en realidad son busetas que se mueven alrededor de la metrópoli, pero él nunca las ha usado porque son comunes los asaltos.
Quienes viajen a Sudáfrica deben incluir Ciudad del Cabo. Karl afirma que los atractivos de ese sitio son inimaginables.
“Nunca he visto una ciudad con tanta belleza escénica, frente al mar, con una montaña gigantesca y a la media hora se puede llegar a viñedos, con vinos buenísimos, a dos horas de desiertos”.
En Ciudad del Cabo se pueden ver ballenas, nadar con tiburones blancos (la persona permanece dentro de una jaula) o verlos desde una embarcación, también nadar con pingüinos o focas.
En esa región, apunta este tico, la comida es “espectacular”, al igual que las playas.
“En todos los parques nacionales se puede acampar, salen avestruces de la nada. Las playas del Atlántico son más frías, mientras que las del Índico tienen una temperatura más alta, aunque no tanto como las de Costa Rica”, aseguró.
Aquellas personas que les encanta poner a prueba su condición física con caminatas, pueden hacerlo en esa nación africana. Karl detalla que existen de todo tipo. También puede sumar una visita al cañón del río Bryde, en Mpumalanga, a poco más de tres horas de la capital.
Lo mejor de todo es que los ticos no necesitan visa para ingresar a Sudáfrica, si van como turistas por un máximo de 30 días.
Otro detalle que puede tomar en cuenta es que desde Johannesburgo puede volar a otras naciones del continente como Zimbabue, Mozambique, Namibia y Botswana.
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Karl ha aprovechado esas facilidades y ha ido a Namibia, así como a Kenia.
“Namibia es un país bellísimo, muy árido y muy salvaje. Se puede manejar por horas de horas en los desiertos sin ver mucha gente. Kenia tiene un tráfico peor que el de San José. En las afueras de Nairobi (la capital) se puede ir manejando por la calle y te salen cebras y jirafas”.
“Debido a la gran cantidad de tribus en estos países, generalmente se necesita un idioma común para que las personas se comuniquen entre sí. En general es fácil comunicarse porque se habla muy bien inglés. Hacer compras en el súper y comer en restaurantes es mucho más barato que en Costa Rica. En nuestro país, no conocemos los niveles de pobreza y desempleo que se viven aquí; espero que nunca los tengamos”, relató.
La primera vez que Karl llegó a Johannesburgo pensó: “Ay qué frío, qué ciudad más verde… no se parece nada al Rey León”. Esto se explica porque dicha ciudad se ubica a 1.753 metros sobre el nivel del mar y tiene bosques urbanos bastante grandes.
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Allá vive con su esposa, Ksenia Baranova, de nacionalidad rusa y con quien tiene un bebé, Philip, quien apenas tiene dos meses y medio y tendrá pasaportes de Costa Rica y Rusia.
Karl aclara que su retoño no puede ser sudafricano, pues dicho país no otorga la nacionalidad por nacimiento, sino que solo lo hace por sangre.
“A mi esposa la conocí en Vietnam, mientras trabaja en la ciudad de Ho Chi Minh. Ella andaba de mochilera y al conocernos intercambiamos los contactos. Finalmente aceptó verme, luego de escribirle todos los días durante cuatro meses”.
“La visité en Rusia y luego nos estuvimos viendo en diferentes partes del mundo por los siguientes tres años. Después de un viaje a Nepal, la convencí de vivir conmigo en Filipinas y finalmente nos casamos en diciembre del 2016”, reveló Karl sobre la forma en que se gestó su matrimonio.
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Su trabajo lo ha hecho instalarse en Tailandia, por tres años, y Filipinas, por cinco.
Este vecino de Curridabat está muy feliz porque en el lugar donde reside hay otra costarricense, esposa de un colega suyo. Por eso, se ven con alguna frecuencia.
Karl dice que la diversidad cultural del país es gigante, al punto de que existen 11 idiomas oficiales.
Asevera que el sudafricano es gente accesible, dispuesta a ayudar y muy directa, mucho más que los ticos.
“Es común que las personas te conozcan y te inviten a su casa el siguiente fin de semana. Disfrutan mucho estar afuera de la casa, juntarse con amigos para hacer un asado, que aquí se le llama braai, ir a los campeonatos de rugby, fútbol o cricket, así como a una del montón de ferias de los fines de semana”, narró.
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Aunque existen muchas leyes para acabar de una vez por todas con la división racial, aún es palpable, confiesa Karl, quien se apresura a dejar claro que tanto él como su familia no han tenido problemas.
Si algo han debido aprender, es a extremar las medidas de seguridad, debido a los índices de asaltos, robos y bajonazos, así como de violaciones.
“Con esas estadísticas, mi esposa y yo no estábamos muy convencidos de venir, pero si se escoge un área segura y uno se mantiene alerta, se puede vivir bien. Durante el día se puede hacer de todo, pero de noche te recomiendan tener cuidado y no caminar por la calle. Hay que tener protección en los vidrios para que no te los rompan en la calle”, añadió.
Eso sí, ni Karl ni su esposa han pasado algún susto, hasta ahora. “No puedo decir que me sienta mucho más inseguro que en Costa Rica”.
Por cierto, a nuestro país viene una vez al año.
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Extraña a su familia y amigos, así como la amabilidad del tico. Le encantaría tener en su mesa pejibayes, palmito y un buen chifrijo para cerrar un día de arduo trabajo.
“Cuando me da mal de patria, aquí se puede conseguir todo para el gallo pinto, ceviches y unos gallitos. Por suerte también hay café de Costa Rica. Además, extraño tener la playa a una hora y la montaña a media hora. Al final en nuestro país tenemos muchísimas opciones en distancias muy cortas”, dijo.
Como la cultura es tan variada en Sudáfrica, Karl y su familia tienen un amplio menú para disfrutar, excepto platillos latinos.
El buen vino nunca falta, así como platos de India, debido a la gran cantidad de personas de ese país que han llegado como migrantes.
No todo le gusta. Existe una masa de maíz sin sabor que se llama pap. Para él, sabe a tamal mal hecho.
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Describe que se come mucha carne, en ocasiones acompañada por chakalaka, que es similar a un encurtido de frijoles.
¿Qué es muy diferente a Costa Rica?
“Uff, muchas cosas. El clima es mucho más frío, el agua en la playa es helada, las piñas son diminutas, no se consiguen mangos, hay parques enormes en todas partes de la ciudad, todas las tiendas cierran entre las 5 p. m. y 6 p. m. y bueno, si uno sale a caminar a un parque nacional, se lo puede comer un león o una hiena”, responde.
¿Qué es parecido a nuestro país?
“A la gente le encanta hacer actividades en la naturaleza, todos se van para la playa en fin de año, les encanta la fiesta, se encuentran aguacates por todos lados, eso en lo positivo. En lo negativo, el transporte público, después de que llueve aparecen huecos y las obras públicas toman siglos en terminarse”.
En Costa Rica, Karl fue guía turístico durante siete años. Sin dudar, dice que vivimos en un paraíso.
Admite que por ahora no está en sus planes retornar a nuestra patria.
“El mundo está lleno de lugares espectaculares y culturas interesantes. Vivir en otro país te educa de una manera que no se aprende en la escuela. Estas experiencias te dan una perspectiva de vida completamente diferente, además que ayudan a apreciar Costa Rica aún más”, aconseja Karl a quienes tienen deseos de irse al exterior, pero aún no se animan.
Datos de Sudáfrica
Capital: Pretoria (administrativa), Ciudad del Cabo (legislativa) y Bloemfontein (judicial).
Extensión territorial: 1,22 millones de kilómetros cuadrados (24 veces más grande que Costa Rica).
Población: 56 millones (11 veces más que Costa Rica).
Moneda: Rand sudafricano (1 rand sudafricano equivale a ¢40).
Idiomas oficiales: Afrikáans, inglés, ndebele, sotho del norte, sotho, suazi, tsonga, tswana, venda, xhosa y zulú.
Visa: No es necesaria para los ticos si van como turistas por un máximo de 30 días.
Todas mis notas de Ticos lejos del hogar, Amor sin fronteras y sobre viajes en este enlace.
Esta es la cuadragésima tercera historia sobre costarricenses que dejaron su país por diferentes circunstancias, se adaptaron a otra tierra, pero guardan el cariño por sus raíces.