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Mabel Marín dirige esta oscura obra en el Centro Cultural La Alhambra. Foto: cortesía Liz Rojas
Ofe –una actriz cuya memoria flaquea– y Ode –profesional en química– se encuentran, por casualidad, en un bar. El chispazo es inmediato pues ambas se confiesan su urgente deseo de morir. Sin mucho preámbulo, traban una relación de amistad que se transforma en un pacto suicida. A partir de ese momento, sus existencias se llenarán de preparativos minuciosos y reflexiones alrededor del ansiado desenlace.
La obra trasciende su propio tema al plantear la vida como el escenario de un espectáculo cuyo clímax es la muerte. Por ese motivo, Ofe y Ode “ensayan” distintas formas de autoeliminación. El cuido de los detalles implica intensas discusiones sobre la pose adecuada que deberán ostentar sus cadáveres, el impacto visual de la escena o los comentarios que suscitará su acción entre amigos y parientes.
La idea de una teatralidad de la vida y la muerte se extiende a los esfuerzos fallidos de Ofe para memorizar un monólogo de Ofelia, la suicida por excelencia de Shakespeare y, en su variante más feroz, del dramaturgo alemán Heiner Müller–. Dicha idea también se corresponde con una banda sonora dominada por la voz carrasposa de Janis Joplin, artista de hábitos autodestructivos que sufrió un deceso temprano.
En general, los esquemas lumínicos de la puesta tienden a la penumbra, como si todos los acontecimientos transcurrieran durante una noche interminable. La primacía del rojo y el púrpura dominan la paleta de color de un mundo que pareciera a punto de extinguirse. La selección de La Alhambra como sede del montaje fue acertada porque este edificio –por su antigüedad– tiene una atmósfera propicia para la temática.
Destaco el juego espacial vinculado a La China (Wendy Hall), administradora del bar donde se conocen las protagonistas. Al principio, el personaje no puede cruzar los límites de su negocio pues choca con barreras invisibles. Hacia el final, la mujer se ha convertido en una especie de ángel de la muerte que, en silencio, atraviesa tiempos y espacios para apoyar los planes suicidas de sus clientas.
Por su parte, Paula Aguilar (Ofe) y Laura Cordero (Ode) diseñan personajes ambiguos, a mitad de camino entre el deseo de morir y el temor a materializar ese anhelo. Las actrices no permiten que la tensión decaiga y logran comunicar –con sus gestos y corporalidades– más de lo que las palabras sugieren. Lo que no resulta verosímil es el conjunto de antecedente ideados por el equipo dramatúrgico para justificar el objetivo de Ofe y Ode.
Al respecto, la soledad, los conflictos familiares o la falta de amor romántico no tienen el peso para explicar por qué dos mujeres jóvenes deciden sentenciarse a muerte. En ese desequilibrio de causas y efectos está la debilidad principal de la obra. Ofe y Ode ni siquiera padecen la locura de la Ofelia shakespeariana o las inacabables apetencias etílicas de la Joplin.
OFF-elia es un espectáculo relevante por el debate moral que abre al sugerir que el suicidio puede ser una posibilidad meditada y no solo un acto desesperado o irreflexivo. Cuando la muerte es una decisión, la vida se vuelve la oscura antesala donde uno espera.
FICHA ARTÍSTICA
Dirección: Mabel Marín
Dramaturgia: Cristhofer Angulo, Paula Aguilar Hinkelammert y Laura Mercedes Cordero Hidalgo con la colaboración de Luis Castillo Gutiérrez, Daniel Murillo Cubero y Mabel Marín
Actuación: Paula Aguilar Hinkelammert (La Actriz), Laura Mercedes Cordero Hidalgo (La Química), Wendy Hall Fernández (La China)
Diseño de escenografía: Mayerline Garrido Zamora
Diseño de vestuario: Wendy Hall Fernández
Incursión en diseño de luces: Wendy Hall Fernández
Diseño gráfico: Liz Rojas Rodríguez
Producción: Paula Aguilar Hinkelammert
Espacio: La Alhambra
Fecha: 5 de mayo de 2018