En materia de noticias falsas, hay tres actores que pueden contribuir enormemente no solo a su difusión sino a crear una impresión de credibilidad en torno a ellas: Políticos, académicos y periodistas. En Costa Rica, las últimas semanas nos dejaron claro que tenemos a gente de cada uno de esos tres grupos favoreciendo de una u otra forma mensajes usualmente promovidos mediante noticias falsas.
Uno de los casos más evidentes fue la gran bienvenida que le dieron diputados de varios partidos políticos a la organización político-religiosa Capitol Ministries, a principios de mes. Se trata un grupo que, entre otras cosas, le hace eco a noticias falsas sobre el tema de cambio climático, que es precisamente uno sobre los que más se han venido promoviendo las noticias falsas alrededor del mundo.
Por ejemplo, en palabras de un editorial reciente de La Nación, “Capitol Ministries trae buenas nuevas sobre el cambio climático. Dios se comprometió a renovar continuamente la faz de la Tierra mientras se decide a formar un nuevo cielo y una nueva Tierra en el fin de los tiempos. En consecuencia, la humanidad está en libertad de explotar los recursos naturales sin descanso ni temor.”
Para apoyar estos mensajes, no se necesita emitir un comunicado o compartirlos en Facebook. Para un político o funcionario público, basta con prestar su imagen para que estos grupos las utilicen para hacer sus ideas parecer como creíbles. Después de todo, para algunos segmentos del público, continúa funcionando la “lógica” de que si un diputado – ni qué decir de los jefes de casi todas las fracciones legislativas – le pone atención a estos personajes algo de seriedad deben tener.
Quizá el caso más grotesco de las últimas semanas es el de la Universidad Autónoma de Centroamérica (UACA) y la charla que organizó con una activista extranjera que promueve críticas anti-vacunas. Al igual que la negación del cambio climático, las campañas anti-vacunas han sido uno de los principales temas promovidos mediante noticias falsas.
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Los centros de educación superior disfrutan – unos más que otros – de la confianza del público, la cual emana en gran parte del supuesto de que los académicos tienen conocimiento, recursos e independencia para llegar a conclusiones sólidas y creíbles sobre temas complejos. Cuando una universidad promueve con bombos y platillos a un comentarista, es posible para el público asumir que sus ideas son también sólidas y creíbles.
La versión dada por la UACA es que a su juicio la activista extranjera no es anti-vacunas y esto lleva a preguntarnos sobre el rol de los periodistas cuando este tipo de mensajes se promueven, ya no mediante noticias falsas sino utilizando la reputación de políticos y académicos.
Una de las funciones de la prensa es educativa. Su trabajo no es solo decir que ocurrió algo, sino explicar qué relevancia tiene para las personas. De lo contrario, solo se contribuye a amplificar aún más dichos mensajes y, nuevamente, al verlos retratados en las noticias, a muchos les queda la impresión de que si fueran tan descabellados no aparecerían en ellas. En ese sentido, la prensa puede funcionar como un instrumento para “lavar” los mensajes de muchas noticias falsas.
Queda claro entonces que cuando se empiezan a esparcir noticias falsas sobre temas tan delicados como por ejemplo la salud pública, la prensa tiene el deber de informar. Sin embargo, hay una diferencia clara entre informar sobre un tema y darle micrófono libre a un promotor de noticias falsas. Así, no basta con informar que se dio un evento y que sus organizadores dijeron no creer que apoye mensajes típicamente promovidos mediante noticias falsas, como ha sido el caso en algunos medios. Por el contrario, se hace indispensable revisar tales afirmaciones y explicar al público las conclusiones alcanzadas, algo que no se logra cayendo en falsos balances (el trato de dos o más cosas como si fueran igualmente meritorias, aunque no lo sean).
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Este mes, el país entró – o quizá profundizó – en lo que podría verse como la segunda fase de la promoción de mensajes inicialmente promovidos mediante noticias falsas, los cuales ahora intentan legitimarse por conducto de actores que disfrutan de diversos niveles de credibilidad.
Si la experiencia de otros países nos enseña algo, en Costa Rica podemos esperar cada vez más casos de estos. Sobre eso no hay duda. La duda es qué lado de la guerra contra la información anti-ciencia y promovida por noticias falsas tomarán políticos y académicos, y cómo informarán los periodistas al respecto.
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