Como la tauromaquia, Andrés Calamaro también va quedándose atrás en el tiempo. En el pasado lanzó numerosos éxitos que todavía se mantienen con valor en el cancionero del rock en español; sin embargo, esos días de genialidades son lejanos.
Su show se alimenta del atributo de la nostalgia, pero no se le ve como el de un artista vigente. De no ser porque lo acompañan músicos de excelente nivel, este toreador no lograría dar estocadas.
Como en las corridas de toros, donde la emoción llega esporádicamente cuando hay un levantín o una embestida, Andrés Calamaro tiene un show de euforia esporádica. Pasó un rato largo con temas que sonaron uno igual al anterior, mientras que su voz interpretó las melodías sin sentimiento alguno. No se le vio como un matador, sino como un torero lidiando con becerros.

Al igual que la tauromaquia, El Salmón es defensor de las tradiciones. Su propuesta es realmente costumbrista en el sentido estricto del rock. Sí es cierto que algunos de sus temas involucran influencias más latinas y en general se apegan más a la usanza rocanrolera clásica, a veces con reminiscencias a Dylan, los Rolling Stones o The Band.
Dentro de esa línea sonora en el show, inclusive, hubo espacios para que, en medio de un tema propio, la banda referenciara pasajes de Smoke on the Water, de Deep Purple o Spain de Chick Corea. Fueron breves guiños a momentos que calzaron bien en medio de interludios instrumentales.
De hecho, muchas veces eran esas partes sin voz las que sonaban mejor, especialmente gracias el piano de Germán Wiedemer o la guitarra de Julián Kanevsky. Estos músicos sí tomaron al toro por los cuernos.
Como le pasa a la tauromaquia, Andrés Calamaro también despierta anticuerpos. El artista argentino ha externado su apoyo a políticas impopulares, siendo la defensa de la práctica taurina la primera de ellas. Además, se ha declarado simpatizante del candidato presidencial de derecha Javier Milei en su natal Argentina.

Como quien busca recibir cornadas, la polémica parece que lo alimenta. La controversia es parte de su firma. Su público sabe que a él le gusta andar toreando a la masa y de alguna forma, eso lo ha mantenido en el ojo público.
Eso sí, a diferencia de la tauromaquia, en el concierto del Salmón no hubo violencia. En cambio, muchas de sus canciones fueron motivo de júbilo. Si hay algo que se destaca en varias de sus composiciones es que son fácilmente cantables o de energía contagiosa, como Alta Suciedad y Estadio Azteca.
Hubo coros que invitaron al canto colectivo, como en el clásico Sin Documentos, una canción con aires gitanos que tiene un riff rápidamente reconocible. Otro tema infaltable fue Flaca, más pausado, pero de valor histórico significativo. La verdad es que la segunda mitad del recital fue más amena que la primera parte, una sosa y monótona vuelta al ruedo.
A Calamaro se le respeta porque su nombre tiene peso. Lo antecede su trayectoria y a fin de cuentas representa a una generación del rock argentino que marcó la pauta para muchos artistas que vinieron detrás.
De ahí a pensar que su segunda presentación en Costa Rica puede convertirse en un hecho memorable, hay una distancia incierta. La verdad es que, al igual que la tauromaquia, a Calamaro ya le pasaron sus días de gloria. Ya no está para sus mejores faenas.

EL CONCIERTO
Artista: Andrés Calamaro.
Lugar: Pepper’s Club.
Fecha: 7 de octubre.
Organización: Black Line Productions.