Cinco horas fueron suficientes para que dos personas que no somos de Costa Rica –el fotógrafo (colombiano) y yo (venezolana)– comprendiéramos el significado de una palabra sencilla, pero clave para vivir a plenitud.
Si lograr que la mayoría de los chiquillos que protagonizan la película costarricense Güilas, dirigida por Sergio Pucci, pudieran asistir a una sesión de fotos en el Museo de los Niños parecía una tarea titánica, hacer que, finalmente, posaran para la cámara resultó más complicado. Sin embargo, como verdaderos profesionales acataron las indicaciones del fotógrafo John Durán, que parecía perderse en medio de tanta energía y ahínco.
13 pequeños fueron los protagonistas de aquella mañana de domingo de noviembre, todos exhibiendo el equilibrio que debería regir nuestras vidas adultas: cumplir con nuestros compromisos, pero hacerlo de la manera más entretenida y fluida posible.
Y es que de eso se trata ser un güila, al menos de esos que conocimos en los siete cortometrajes que se agruparon en la cinta de Pucci. Todos fueron el recordatorio de lo importante que es aprender a reconectarnos con aquellas emociones que de niños nos volvían valientes, soñadores, amorosos, traviesos e invencibles.
Contrario a lo que podría pensarse, cada uno de estos pequeños tiene más que claro el panorama que anhela del futuro: disfrutar del camino que los llevará a cumplir sus metas, tan variopintas como convertirse en un ingeniero civil, una consagrada periodista, reconocida futbolista, o un prolífero artista plástico.
“La película está inspirada en momentos que marcaron mi niñez y que hoy atesoro. Cada uno de los cortometrajes habla de una parte de mi vida que me llevó a convertirme en el ser humano que soy ahora. Güilas tiene esa magia que, a través de estos chicos, nosotros como adultos recuperemos la esencia de ser felices con lo simple”, dijo Sergio Pucci.
El filme, que se estrenó en mayo de este año, estuvo en cartelera dos meses en los principales cines del país, y fue visto por casi cien mil personas. Narra las aventuras de un grupo de niños que se deja llevar por sus impulsos y emociones.
Esencia en estado puro
Atreverse. Ese fue el verbo que impulsó al fotógrafo y cineasta a darle vida a Amor de temporada, el primer corto que se viralizó en el país, y que sirvió de inspiración para el resto del filme, que no solo retrata la niñez, sino que la complementa con los paisajes naturales de las siete provincias de Costa Rica.
Emma Weiler y Felipe Ramírez protagonizaron ese primer audiovisual del 2015, y con el que nunca se imaginaron lo extenuante que sería grabar durante varias horas en Guanacaste. Más que un trabajo, se trató de la oportunidad de experimentar emociones que nunca habían sentido hasta ese momento.
“Resultó muy cansado, porque hacía mucho calor y era la primera vez que actuábamos, así que eso generó un poco de nervios. Sin embargo, la entrega de Sergio y su equipo nos brindó mucha confianza”, expresó Weiler.
Si algo tienen en común estos chicos es que, con experiencia o sin ella en la actuación, cada uno intentó que su personaje fuera lo más parecido a ellos en la realidad. Eso los hizo sentirse mucho más cómodos al momento de la filmación, por lo que no lo vieron como un trabajo, sino como horas de diversión.
Para Hannah Briceño, quien es considerada como una de las más experimentadas del grupo, su compañero de reparto en Recordando mi puerto, Carlos Molina, quien es oriundo de la provincia de Puntarenas, tuvo la labor de mostrarle a su colega los encantos naturales del lugar.
“Fue muy importante que Hannah tuviera más experiencia, porque me tranquilizaba cuando en un inicio me puse nervioso. Ya después de la tercera toma todo fluyó , así que los dos terminamos divirtiéndonos, a pesar de las horas que nos tomó la filmación”, recordó entre risas el porteño.
Por su parte, Briceño considera que la “magia” de este proyecto radica en que, por medio de la mirada de los niños, se logró reflejar la verdadera esencia de las locaciones del filme. Ese complemento, a su parecer perfecto, es lo que lo vuelve único en su género.
“A pesar de tener un poco más de experiencia, me encantó ser parte de un proyecto que nos daba mucha libertad a la hora de interpretar los personajes. Además, creo que, de alguna forma, cada uno de nosotros reflejábamos la esencia de cada provincia. Eso fue maravilloso”, dijo la niña, quien aspira a convertirse en reportera.
Con la misma mirada y sonrisa traviesa que reinaron a lo largo de Despedidas, el corto tributo a Heredia, Jossua Sánchez no puede ocultar que el niño que hace todo lo posible y más por recuperar sus carros de juguetes, es el mismo que habla con una enorme seguridad de lo que le gustaría hacer en el futuro: seguir divirtiendo a otros
“Definitivamente me gustaría seguir actuando y es la comedia lo que más me gusta, porque puedo hacer bromas. ¿Usted vio la película? Dígame si la hice reír o no”, pregunta sin dejar de sonreír.
Esa parece ser la misma filosofía de Joseph Castro, el entrañable pelirrojo que con su redoblante generó ternura y esperanza en El día del empujón, que tuvo como sede Alajuela, y que buscó enaltecer la tradición de los desfiles cívicos, pero desde la visión de un niño.
Castro recuerda que decidió asistir a las audiciones que hicieron en su escuela solo por mera curiosidad, ya que jamás imaginó que sería seleccionado. Fue la naturalidad con la que se presentó ante Pucci, lo que le valió protagonizar su primer proyecto audiovisual. Sin lugar a dudas, la valentía es una de sus principales características.
“Si me pregunta cómo represento a Alajuela, creo que sería por el valor del esfuerzo y eso se vio reflejado en la historia que interpreté. Mi personaje nunca se rindió”, afirmó con cierto dejo de orgullo y nostalgia.
Autenticidad pura
Klemson Vargas y su prima Zay Brown fueron la más fiel representación de cómo la naturaleza nos permite conectarnos con la simplicidad que debe existir en la felicidad. La provincia de Limón tomó otro matiz con Cabin in the Watta, el corto que nos llevó por un Caribe mágico y entrañable.
“Casi no existía diálogo, por lo que pensé que sería más difícil de hacerlo. Sin embargo, al ser de la comunidad tuve la facilidad de expresar con gestos y emociones lo que somos los limonenses y esa calidez que nos caracteriza”, afirma Klemson con una inmaculada naturalidad sobre su papel.
Me dejó San José, representado por las tradicionales fiestas de Zapote, contó con la participación de cuatro chicos, cuya amistad traspasó la ficción y hoy se disfruta en la realidad.
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Ian Hidalgo, Santiago Valverde, Julián Murillo y Emilio Castro parecen ser hermanos de distintos padres, al menos, en lo que se pudo percibir durante la sesión de fotografías.
Ellos eran los que comandaban al resto de los chicos a ir a otras atracciones del Museo del Niño, como La casa de las torrejas, para continuar con la diversión del día.
“Hay personas que no nos creen, pero realmente nuestro corto se trató de nosotros mismos y de jugar en todas las atracciones que queríamos en Zapote. No puede existir nada más divertido que eso, porque fueron horas de horas haciendo lo que queríamos”, expresó Ian y sus palabras fueron secundadas por Julián, Emilio y Santiago, quienes comparten un grupo de Whatsapp junto a sus otros compañeros.
Para los gemelos Axel y Ariel Monge, las horas de entretenimiento estuvieron pasadas por una intensa y fría noche en Gloria a Cartago, pero que les permitió vivir, junto a Jean Carlo Vega, una de sus más grandes pasiones: el fútbol. Si de secretos tras bastidores se trata, hay que decir que Axel es un incondicional seguidor brumoso, mientras que Ariel lo es del “glorioso Saprissa”.
“La pasión que sentimos por el fútbol nos la inculcó nuestro abuelo, que no se pierde ningún partido del Cartaginés. Mi hermano y yo soñamos con ser jugadores profesionales y darle esa alegría a él”, dijo Axel.
Esa misma pasión por el balompié la transpira Juliana Barquero, de La Mejenga, que reúne a todos los chicos en las playas de Puntarenas.
“Yo siento que, para mí, fue el más genuino, porque fue en el que todos nos conocimos, incluidas nuestras familias, así que esas escenas muestran el encuentro cara a cara de los protagonistas de esta hermosa historia. No se basaba solo en nosotros, sino que era un momento muy especial para los mayores”, comentó Barquero.
De eso se trata Güilas, de una invitación a ser adultos plenos, capaces de hallar la felicidad en lo simple.
*Agradecimiento especial al Museo de los Niños.