En YouTube hay un video que Ricardo Cabañas ha visto incontables veces. Dura 73 segundos, pero el más importante de ellos es el número 23.
El video muestra una cancha de fútbol. Hay un hombre vestido de azul y, a poco más de once metros de él, otro vestido de verde oscuro y el número 13, blanco, estampado en su espalda.
“Viene Gekas para Grecia”, se escucha decir a la voz del narrador Kristian Mora. Cabañas recuerda las palabras de manera textual. “Luego dice ‘qué momento, qué momento para Costa Rica’”, cuenta Cabañas. El hombre vestido de azul da un par de pasos y golpea la pelota.
La esfera blanca se dirige directa a la mano izquierda del arquero Keylor Navas.
La voz de Mora explota en júbilo, tal como sucedió con casi la totalidad de la población del país; a Ricardo Cabañas, que me cuenta la historia casi un año después de aquel histórico 29 de junio del 2014, se le dibuja una sonrisa.
Sus ojos brillan.
Pocos sabían que este hombre, un español de cabellera plateada e impecables modales, estaba muy lejos de Recife, Brasil, donde su amigo y representado, Keylor Navas, ponía a Costa Rica en cuartos de final de una copa del mundo por primera vez en su historia.
Cabañas estaba lejos del Arena Pernambuco, pero su corazón sí que palpitaba con el del arquero.
El español, por su parte, también estaba trabajando en los detalles de otro hecho histórico en el fútbol costarricense: mientras Keylor frustraba el intento del griego Theofanis Gekas, Cabañas conversaba con Florentino Pérez, presidente del Real Madrid Club de Fútbol.
***
Ricardo Cabañas es alto. Camina a paso seguro, vestido con un traje entero magnífico. Le sonríe a la recepcionista, bromea con la fotógrafa y me saluda con la cortesía de un amigo. Me dice que no puede entrar en detalles sobre la situación actual de Navas en el Madrid, pero se muestra deseoso de contar el camino que puso a Keylor allí.
Está de visita en Costa Rica, pero no por primera vez: dice que, tan pronto baja del avión, reconecta con el paisaje y con la gente. Qué país tan noble es este, dice con su acento ibérico.
Es funcionario público de formación, pero en el 2001 pidió un permiso. Quería seguir su pasión, y su pasión son los deportes; todos en general, uno solo en particular: el fútbol a sol y sombra.
“Comencé siendo director general en el Albacete la última vez que el club estuvo en primera división”, recuerda.
Lleva 14 años dedicado de manera profesional al deporte. Su puesto en el Albacete le permitió conocer muchas áreas de la gestión deportiva y del teje y maneje de un club.
En particular le llamaba la atención el trabajo del representante de jugadores.
“Yo quería hacerlo de forma particular”, dice. Su particularidad era, de hecho, ser más que un mero manager para el jugador.
Su intención era conectar con los futbolistas en varios niveles: no la mera intermediación cuando se firma un contrato, sino el acompañamiento emocional, psicológico y personal a sus clientes. “Yo busco ser una persona de confianza en todos los aspectos de la vida de un deportista profesional”.
Pero no con cualquiera, claro.
Antes de firmar un acuerdo con Cabañas, hay que merecer un acuerdo con Cabañas. Keylor lo merecía.
***
La vida de un representante de jugadores es la de un trotamundos.
Cabañas ha viajado a muchísimas partes. Una red de contactos le sirve como radar; cada cierto tiempo, una señal cobra fuerza en el radar y Cabañas entonces va y ve y determina y juzga; en algunos casos, los más especiales, Cabañas también ofrece.
Alguno de sus contactos le envió el video de un arquero de Costa Rica. Cabañas vio en ese clip lo que quería y vino a suelo tico.
“Desde el primer minuto comprendí que Keylor era diferente”, recuerda.
Pasó 15 días en San José, siempre detrás del arco, siguiendo de cerca a Navas, conociéndolo y encantándose cada vez más no solo con el jugador sino con la persona.
El portero de la Selección Nacional le emitía confianza en sí mismo, inteligencia emocional, muchísima fe y una tremenda fortaleza mental, algo que Cabañas, en 40 minutos de conversación, recalca una y otra vez.
“Yo soy ‘coach’. Es parte fundamental de mi trabajo con los jugadores. John Withmore, padre del ‘coaching’, decía que la diferencia entre un deportista de élite y uno que no es de élite, ambos en las mismas condiciones físicas, es meramente mental”, cuenta.
Le bastó poco a Cabañas para decidirse a representar a Navas y ofrecerle la posibilidad de buscarle equipo en el fútbol europeo. “Desde el principio apuntamos a lo más alto”, recalca.
No sería sencillo, porque habría que comenzar desde abajo, luchando contra todo.
Hay una verdad de la que nadie habla porque es tan obvia que las palabras sobran: un jugador proveniente de Argentina o Brasil tiene mejores posibilidades de que se le abran puertas en el fútbol de élite que uno que viene de Costa Rica.
El estereotipo existe y pesa en las mesas de negociaciones.
Dice Ricardo: “Si yo pongo a ese arquero debajo de un marco en España, todo lo demás vendrá por sí solo”.
Parece que tenía razón.
***
El fútbol es una hipérbole de la vida: engrandece sus situaciones, para bien y mal.
Si en la vida, encontrar una primera oportunidad es cosa complicada, en la cancha lo es más.
No fue fácil, ni para Keylor ni para Ricardo, estar sometidos a la banca en el Albacete o en el Levante.
Ninguno de los dos, sin embargo, perdía la concentración. El objetivo era –es– clarísimo: estar debajo de los tres palos y que nadie nunca lo olvide.
***
Cuenta Ricardo que Keylor tiene claro cuál ha sido el momento más emotivo de su carrera.
Lo ha contado en ruedas de prensa y lo ha contado en cenas íntimas con amigos, con familia, con Cabañas.
Dice que el portero bajó a los vestidores del Real Madrid, allí donde han estado muchos de los más legendarios jugadores que el planeta haya visto, y contempló la historia del club que le acababa de contratar.
Solo él y 24 hombres más cuentan, ahora mismo, con ese privilegio.
De su casillero extrajo la camisa azul que le correspondía. Se la puso. Se miró al espejo.
Y entonces supo que era real.
Pregunto a Ricardo que, si ese es el momento cumbre de Keylor, entonces cuál es el suyo.
Pasa algo con este hombre: sonríe con los ojos, porque rememora y revive.
Pasa por los 23 segundos que separan el momento en que Theofanis Gekas coloca el balón en el manchón de penal del Arena Pernambuco y el instante en que la mano izquierda de Keylor Navas detiene el balón y nos deja, a los jugadores y a todo el país, a las puertas de la historia.
Pasa por los años de frustración, de banca en el Albacete y el Levante.
Los días lentos que afrontaron juntos, ansiando solo una oportunidad que ya nunca dejarían ir.
La memoria de Cabañas hace rewind y pasa por cada momento complejo, cada alegría efímera.
Va todavía más atrás y recuerda, completos, los siete años que estuvieron juntos antes del 5 de agosto del 2014, cuando Florentino Pérez dijo a la prensa española y mundial que en el Real Madrid estaba presentando a uno de los mejores porteros del mundo.
Ricardo se enorgullece y su mirada le delata: piensa en Pérez Zeledón.
Recuerda los orígenes humildes de ese muchacho al que tanto cariño le ha tomado, al que considera el punto más alto –por mucho– de su carrera.
Lo recuerda en el Ricardo Saprissa, en el proyecto Gol, en la Copa del Mundo con los colores patrios en el pecho.
Sus ojos se humedecen y solo entonces me dice: “Ese día, luego de que Florentino le cediera la palabra, Keylor subió al atril del palco histórico del Santiago Bernabéu. Los periodistas le preguntaron cómo se sentía. Entonces Keylor inhaló hondo y exhaló lentamente y dijo: ‘Es que estoy demasiado feliz’”.