Costa Rica muestra dos caras muy diferentes en la Copa Oro, ya que aunque se le puede destacar por su solidez en defensa, en ofensiva es un equipo predecible, carente de ideas y con pocas alternativas para abrir al rival.
Ante Panamá la Nacional tuvo un primer tiempo para el olvido en ataque, en el que se careció de buenas transiciones en ofensiva, asociación entre la zona de recuperación, los volantes y el delantero. Además, ninguno de los dos laterales llegó a línea de fondo y culminó sus avances con alternativas reales de peligro.
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Pese a que Óscar Ramírez buscó liberar a David Guzmán, al subir a Johnny Acosta como un contención, la apuesta dio pocos frutos pues se topó con un oponente que regaló la salida, cerró espacios en su propio terreno y obligó a jugar largo.
La Sele cayó en la trampa, se vio imprecisa, sin un cerebro, con Bryan Ruiz aislado en la banda y con Marco Ureña totalmente en desventaja una y otra vez.
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Si bien es cierto en el complemento se mejoró en la elaboración, Ruiz tomó un rol más protagónico y los carrileros sumaron, la Tricolor carece de dinámica y movilidad.
Óscar debe acuerpar al delantero, que Bryan pueda preocuparse más por crear y no ser predecible ante oponentes que saben que tirándose atrás controlan la ofensiva tica.