Editorial

Editorial: La vergüenza del Mundial

Los jóvenes seleccionados tienen todo derecho a volver a su tierra con la frente en alto, si bien no a una celebración como la de hace cuatro años, sí a una digna bienvenida.

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El fútbol es bello. Basta con ver jugar a Bélgica o a Francia para experimentar el goce de su estética. También debe ser formativo. Si no fomenta la honradez y la perseverancia, entre otras virtudes, pierde valor. Los niños tienen derecho al ejemplo de Franz Beckenbauer o Johan Cruyff. El fútbol no debe ser Diego Armando Maradona, su apología de la treta, la “mano de Dios” o sus gesticulaciones desde el palco oficial en Rusia.








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