Los datos de empleo del trimestre comprendido de diciembre del 2020 a febrero del 2021 muestran un muy bajo ritmo de recuperación de empleo.
El número de personas ocupadas pasó de 1.984.443 a 1.992.303, un aumento de 7.860, que apenas significa un crecimiento del 0,396 %. Por ahora, desdichadamente, la economía genera 234.937 empleos menos que en febrero del 2020, y con ese bajo crecimiento nos tomaría 28 meses recuperar esa pérdida.
En términos porcentuales, la caída del empleo entre los trimestres terminados en febrero del 2020 y febrero del 2021 fue del 10 %, y mayor en mujeres, un 11,5 %.
La disminución del desempleo aparenta un progreso al pasar del 19,1 % al 18,5 %; sin embargo, es un dato engañoso, porque baja la tasa de participación. Esa tasa mide la proporción de la población de 15 años y más que tiene trabajo o lo está buscando, y entre los trimestres terminados en febrero del 2020 y febrero del 2021 baja del 63,9 % al 60,8 %.
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La menor proporción de la población interesada en trabajar resulta de la desesperanza en conseguir un puesto, producida al prolongarse el tiempo de desempleo, y en esta ocasión también se da por los padres que abandonan la búsqueda de un nuevo trabajo para atender a los hijos que no van a la escuela.
Lo anterior equivale a que unas 131.000 personas menos están interesadas en trabajar. Si la tasa de participación se hubiese mantenido en el nivel anterior a la pandemia, la tasa de desempleo sería de un 20,5 % en este último trimestre reportado, que se compara con el 12,5 % antes de la covid-19.
Panorama preocupante. Somos uno de los países donde más ha aumentado el desempleo en América Latina. Según el Panorama Laboral 2020 de la OIT, a setiembre del 2019, éramos el país con mayor porcentaje de desocupados, entre los 15 para los cuales había información. Y, desafortunadamente, esa triste condición también la sufríamos en cuanto a desempleo de jóvenes con edades entre los 15 y 24 años y mujeres.
El IMAE, que es la medición mensual de actividad económica hecha por el Banco Central de Costa Rica, indica también una recuperación despaciosa y una disminución en la recuperación económica, pues el crecimiento trimestral a diciembre (12 %) es mayor que en febrero (10,3 %).
El punto más bajo de esta serie se registró en junio del 2020, a partir de cuando se inicia esa recuperación. Claro que la comparación interanual de febrero de este año con el del 2020 refleja una disminución en casi todos los sectores, pues a esa fecha, en el 2020, aún no había llegado la covid-19 a Costa Rica. Pero ese indicador nos señala elementos positivos, como el crecimiento interanual en minas y canteras (2,0 %), manufactura (2,4 %), información y comunicaciones (1,7 %) y los servicios de enseñanza y salud (0,1 %).
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El elemento más positivo en la recuperación de la producción nacional reside en las exportaciones. Si nos enfocamos en las exportaciones de bienes, después de una caída, ya para noviembre del 2020 habíamos alcanzado los números prepandémicos.
El crecimiento está liderado por las exportaciones de las empresas en regímenes especiales (zonas francas, perfeccionamiento activo) cuya recuperación se inició sobre las cifras anualizadas anteriores al surgimiento del nuevo coronavirus, en setiembre.
Este año, desde enero, las exportaciones del régimen definitivo también son superiores a las del año anterior. El resultado es que, a pesar de la pandemia, nuestras exportaciones de bienes crecieron en el 2020 un 1,9 %, mientras las exportaciones de América Latina más bien disminuyeron un 13 %.
Análisis del turismo. El mayor golpe a la producción nacional lo ha recibido el turismo, que perdió dos terceras partes de la generación de ingreso respecto al año anterior. Desdichadamente, el arribo de personas al territorio nacional mermó en enero y febrero de este año, comparado con la recuperación obtenida en diciembre pasado.
En diciembre del 2020, con la entrada de 71.000 extranjeros, apenas llegamos al 29 % de la cifra correspondiente del 2019 para el ingreso de visitantes por vía área. Mas ese número bajó al orden de 61.000 y 55.000 en enero y febrero del 2021, con lo que disminuyó el porcentaje con respecto a los meses correspondientes del 2020 a un 24 % y un 22 %.
Esta reversión de la recuperación muy posiblemente esté relacionada con la imposición de medidas restrictivas en Europa a causa del recrudecimiento de la covid-19 durante este año. Cuando la semana pasada el FMI, en las reuniones de primavera con el Banco Mundial, aumentó su predicción del crecimiento para este año en el mundo y una mayoría de los países, no lo hizo para nosotros ni para aquellos que dependen en mayor grado del turismo.
La pérdida de turistas difícilmente se recuperará antes del 2022 y, posiblemente, del 2023, lo cual afecta grandemente la producción y el empleo en hoteles, restaurantes, transporte y otros sectores productivos.
Esta lenta recuperación hace patente la necesidad de avanzar rápidamente en la aprobación del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y las leyes para dar cumplimiento a los compromisos y metas allí convenidos, a fin de mejorar las expectativas de los agentes económicos nacionales y extranjeros, que aun cuando han mejorado su aprecio por el futuro de nuestra economía, todavía no están motivados a la inversión requerida para acelerar nuestro crecimiento.
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Celeridad. Actuar rápido en la adopción de esas medidas es aún más urgente por la acelerada recuperación de las economías desarrolladas, lideradas por los Estados Unidos. El muy fuerte crecimiento de su producción ya ha significado un alza en las tasas de interés. Así, por ejemplo, la correspondiente a bonos de tesorería a 10 años de EE. UU. subió del 0,92 % anual, del 31 de diciembre, al 1,66 % el 6 de abril. Como consecuencia, desviará recursos financieros en contra de la colocación en naciones en desarrollo y encarecerá la colocación de la deuda de nuestro gobierno.
Además, cumplir con la aprobación legislativa para que entre en vigor el acuerdo con el FMI permitiría que el gobierno concentre su esfuerzo en la ejecución de medidas ya aprobadas para incrementar nuestra productividad y crecimiento, como la reforma del INA, la disposición para evaluar la idoneidad de los aspirantes antes de contratar docentes, la ley de enseñanza dual, Proinova, Coprocom y otras reformas aprobadas para el ingreso a la OCDE.
Por otra parte, tenemos la agenda para la simplificación de trámites, coordinar las acciones de los Ministerios de Educación y Ciencia y Tecnología con la Sutel, con el fin de sacar partido a los abundantes recursos de Fonatel y alcanzar la universalización del acceso a Internet para los estudiantes.
En la lista está también el avance en las negociaciones para concesionar obra pública y resolver la incapacidad de registrar agroquímicos y medicamentos favorables a la agricultura y la salud, y amistosos con el ambiente.
Actuar rápido en la aprobación de las medidas acordadas con el FMI también liberaría la capacidad de la Asamblea Legislativa para tramitar otra legislación muy conveniente para incrementar el PIB potencial de nuestro país: flexibilidad de la jornada laboral, disminución de cargas para incentivar la formalidad, mejorar la legislación para evitar la complejidad de los trámites gubernamentales, cambiar las características ineficientes de nuestra institucionalidad para generar y distribuir electricidad y modernizar el aparato estatal para que sea más eficiente. Es hora de acelerar el paso.
El autor es expresidente de la República.