La ministra de Educación, Anna Katharina Müller, prefiere seguir jugando al escondite, pese a la grave crisis educativa que afronta el país.
La jerarca cumple ya 16 meses en el cargo sin que se conozca la letra menuda de sus planes para atacar el rezago académico de miles de estudiantes.
En sus muy fugaces apariciones públicas, Müller suele acudir a las evasivas y las respuestas superficiales para sortear los cuestionamientos.
Fiel reflejo de esta estrategia fueron sus recientes declaraciones con respecto a los alarmantes hallazgos del Noveno Informe Estado de la Educación.
Dicho estudio señaló, entre otros aspectos, que los alumnos acumulan dos años de aprendizajes perdidos, debido a las huelgas y la pandemia.
También reveló que los niños de 10 años no saben leer ni escribir textos simples, y que tienen problemas para reconocer sílabas, sonidos y rimas.
No obstante, la ministra de Educación contradijo la situación descrita por el informe. “Eso es historia, porque nosotros estamos cambiando la situación”, manifestó.
Sin brindar mayores detalles, sostuvo en un congreso que el cambio se llevará a cabo mediante la aplicación de un “modelo de competencias”.
Afirmó que este modelo ya fue aprobado por el Consejo Superior de Educación y adujo que fue adoptado con éxito en varios países.
Pero, como suele ser su costumbre, no precisó en qué consiste la propuesta, cuál es su fundamento técnico, cómo se aplicará ni cuáles son sus metas.
Uno creería que esta es una información indispensable que tanto docentes como estudiantes y padres de familia deberían conocer.
Sin embargo, la ministra prefiere cubrir sus planes con un extraño secretismo que invita a pensar sobre si realmente existen y si tienen sustento sólido.
En ese sentido, resulta incomprensible que la jerarca se resista a explicar al país en qué consiste la muy suya Ruta de la Educación.
¿Será que los mortales no somos dignos de ser irradiados con tanta sabiduría? ¿O que en realidad se trata de un cascarón con huecos?
Los nublados del día se podrían aclarar con mucha facilidad si la ministra de Educación abre las puertas de su refugio.
No se vale seguir jugando al escondite en momentos en que el futuro de toda una generación de niños y jóvenes se ve peor que incierto.
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Ronald Matute es jefe de información de La Nación.