Espionaje

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Esta podría ser la más vieja historia de espías. El paladín escita Batraz, cansado de sitiar una ciudad enemiga al parecer inexpugnable, una noche se hizo lanzar, oculto dentro de un cadáver de caballo, por encima de la muralla. Como lo previó el líder escita, los asediados decidieron esperar hasta el amanecer para enterrar el despojo que, creían, les había sido enviado a manera de insulto y, aprovechando el sueño de la ciudad, el espía salió de su escondite, liquidó a los vigilantes y, abriendo la puerta, facilitó la entrada de su ejército para rematar una victoria aplastante. A juzgar por la antigüedad que le atribuye a Escitia el historiador Heródoto, se puede suponer que aquel episodio fue anterior a la guerra de Troya y prefiguró la leyenda del caballo de madera con el que los griegos lograron engañar a los troyanos, lo cual haría de Batraz el más antiguo espía y superhéroe de Occidente. Pero habrían de transcurrir varios milenios antes de que el nombre de Costa Rica brillara por vez primera en el firmamento europeo del espionaje con la infiltración en Berlín, por parte de la inteligencia soviética, de un agente ruso que, haciéndose pasar por comerciante costarricense de café, obtuvo datos importantes sobre el proyecto alemán de invadir la URSS.








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