El país debe adoptar dos decisiones estratégicas: 1) qué hacer con Recope, 2) cómo bajar el precio de los combustibles que afectan la producción y competitividad. Ambas se relacionan. Para la primera hay tres opciones; para la segunda, solo una.
Veamos, primero, qué hacer con la primera. Mantener la situación actual, en la que Recope no refina ni tiene capacidad para refinar, tiene sus pros y contras. Entre los pros está que nos permite consumir productos importados de mejor calidad que los otrora refinados por ella. Los contras serían mantener una burocracia cara e improductiva (con sueldos y prebendas que ofenden), y permitir que la sigan usando como caja chica del Estado y prestarse para “otras cosas”.
Pese a no refinar, las remuneraciones en Recope han crecido en mayor proporción a las de los demás (17%); ha subido el gasto en horas extras (26%), en asesorías y estudios de dudosa conveniencia (71%), y sus directores aprobaron jugosos aumentos en sus dietas (no están a dieta), según entrevista a Luis Fischman en canal 7. Pero nada sucede. El Gobierno no reacciona. ¿Qué ganamos al mantener el monopolio de Recope? Poco o nada.
La segunda sería embarcarnos en una nueva refinería financiada por el Gobierno chino. Según el informe de la Contraloría, intitulado “Freno a nueva refinería”, del 23 de junio, 2013, son muchas las dudas en torno a esa aventura: el estudio de factibilidad lo realizó una empresa relacionada con el socio chino; la pretendida rentabilidad del 16,28% está falseada; no incluye análisis de riesgo; no considera el mercado costarricense, la regulación, ni el modelo tarifario del país. ¿Cómo se les escapó ese detalle? Pero lo más preocupante es que, para garantizar una alta rentabilidad para Recope y su socio chino, se trasladaría la factura al consumidor, en detrimento de la producción nacional.
Vamos, entonces, a la tercera: permitir la libre importación. Nos facilitaría salir de una burocracia que actualmente incide en un 7% del precio final de los combustibles, evitar endeudarnos altamente para construir la refinería china; y garantizar la mejor calidad. Esa me parece la mejor. Pero, aun así, el beneficio para el consumidor estaría limitado por los altos impuestos de consumo aplicados a los combustibles. Si, además de eliminar los costos de Recope y evitar el pago de intereses por la refinería china, se redujeran esos impuestos, el consumidor y la producción nacional sí saldrían beneficiados. El ingreso perdido se compensaría con una reducción concomitante de otros gastos del Gobierno. Sería lo mejor para mejorar nuestra competitividad.