El próximo 8 de mayo, Alba Céspedes González cumplirá un año de estar en el Hogar El Buen Samaritano.
Ahí la convencieron de teñirse el pelo de color café, pero ella lo prefiere natural: “A mí me gusta mucho mi pelo blanco. Pelo, por pelo, mi cabeza tiene una historia”, asegura.
Ese relato incluye la muerte de su abuela, quien la crió, y una salida de su casa a los 12 años, por “problemas con los varones”, sin entrar en detalles.
Hoy, a sus 53 años, recuerda que por deambular la enviaron a la cárcel de menores. Después vivió varios años en lugares peligrosos, el último fue el conocido barrio El Infiernillo.
La decisión de terminar con décadas de calle la hicieron caminar, con mucha dificultad, hasta el hogar donde ahora es la única mujer entre 42 hombres.
“Yo no quiero volver a la calle; ahí sufrí mucho. Aun así, yo voy a vivir los años que Dios quiera que viva, siempre luchando”, afirma con la idea de no mirar atrás.