Actor John C. Reilly poses for a photo during the 75th Academy Awards nominees luncheon at the Beverly Hilton Hotel in Beverly Hills, Calif., Monday, March 10, 2003. Reilly is nominated for best supporting actor for his work in the musical "Chicago." (AP Photo/Chris Pizzello) (CHRIS PIZZELLO)
Hollywood Watch. The New York Times Syndicate.
“Yo asistía a una escuela exclusiva para varones llamada Brother Rice en Chicago”, relata Reilly, “pero siempre me despachaban a la preparatoria de mujeres. Ahí necesitaban hombres para actuar en las obras. Yo sacrificaba mi tiempo y me iba a esa academia, con la sensación de haber muerto y llegado al cielo”.
“No, no siempre era por las chicas”, se apresura a aclarar, con una amplia sonrisa. “Era el hecho de que para mí hubiera excelentes papeles ... y chicas”.
El actor de 41 años de edad se ríe. Una línea directa lo condujo desde esa escuela de chicas hasta el hotel de Chicago donde, ahora como uno de los más respetados actores de carácter de Hollywood, está dando entrevistas para promover Talladega Nights: The Ballad of Ricky Bobby . Se trata de una comedia con Will Ferrell en la que todo se vale y en la que Reilly aparece como Cal Naughton, un piloto de carreras que además es el mejor amigo del de otro conductor, Ricky Bobby (Ferrell).
Bobby es un campeón de la NASCAR que pierde tanto su título como su familia cuando en el mundo de las carreras aparece una estrella europea (Sacha Baron Cohen). Naughton es el perfecto mejor amigo del súper competitivo Bobby: un hombre contento de llegar en segundo lugar. Pero después Naughton pierde los estribos. “Se puede estar en segundo lugar sólo cierto tiempo”, explica. “Adentro de este hombre hay algo pugnando por salir. Está harto de estar en la sombra. Quiere sus proverbiales quince minutos de fama”.
Como cualquier actor de carácter, Reilly ha conocido la vida en las sombras. Pero insiste en que estuvo más que contento de acompañar a Ferrell en esta comedia de gran presupuesto, que se estrenó en Estados Unidos el 4 de agosto.
“No se puede enseñar el sentido del tiempo en la comedia”, dice. “Yo estaba en alguna escena con Will y todo funcionaba a la perfección. Cuando terminaba, me daba cuenta de que estaba tratando con un verdadero experto en la comedia”.
Las escenas de carreras, realizadas en su mayor parte por dobles, no fueron la principal atracción de la película, asegura Reilly.
“Para mí era cosa de estar ahí al lado de Will Ferrell, que hace cualquier cosa”, recuerda. “En una escena, él sufre una crisis y de pronto se pone a correr por la pista en ropa interior. Es algo sencillo pero también hilarante. Will piensa que perdió la sensación en las piernas, así que se acuchilla a sí mismo. Yo no podía parar de reír”.
Ahora que estuvo en su ciudad natal para promover su película, este nativo de Chicago tuvo como parte de su agenda hacer el ceremonial primer lanzamiento en el juego de los Medias Blancas, cosa que admite que fue intimidante. “Fue mucha presión para mí”, dice. “Había mucha gente allí. “
Por el lado amable, la vida de un actor de carácter es una buena preparación para muchos trabajos.
“Hice una película sobre beisbol llamada For Love of the Game (1999)”, explica Reilly. “Aprendí a lanzar debidamente una pelota. Claro, siempre podemos optar por lanzar un globito suave... pero Dick Cheney hizo eso en un juego de beisbol y salió abucheado”.
En otra de sus películas recientes, A Prairie Home Companion de Robert Altman, él y Woody Harrelson interpretan a un par de vaqueros cantantes. Trabajar con Altman estuvo a la altura de sus esperanzas, agrega el actor.
“Tiene una naturaleza muy ética, si es que eso tiene algún sentido” dice Reilly. “Tenemos a un hombre que abraza el caos del mundo y después lo disfruta. Al mismo tiempo, hay una auténtica decencia en Bob. Es lógico, pues el tipo fue piloto de combate en la segunda guerra mundial. Él ha visto grandes acontecimientos mundiales a su alrededor”.
“Soy alguien a quien le gusta mucho pasar tiempo con personas de edad”, agrega Reilly. “Mi mejor amigo es un tipo sesentón. Me gusta mucho pasar tiempo con personas que han tenido una vida plena. Ahora considero que Robert Altman es un buen amigo mío”.
De chico en Chicago, quinto de seis hijos irlandeses y católicos en un barrio bravo, Reilly tenía sólo ocho años cuando empezó a tomar clases juveniles en la Escuela Goodman de Teatro de la Universidad DePaul. Sin embargo, su verdadero interés era la música.
“Me encanta cantar”, revela. “Y lo he estado haciendo desde que era niño. No vengo de una familia de músicos profesionales, pero de todos modos hay gente a la que le encanta entonar una canción. Mi hermano toca la batería y mi hermana la guitarra. Y mi cuñado es músico blusero. Así que en mi casa siempre hubo pianos y guitarras desde que yo nací”, continúa. “Yo nunca tomé clases. Sólo aprendí por mi cuenta a hacerlo y me encanta”.
Reilly se graduó de DePaul en 1987 y poco después ingresó en el respetado Steppenwolf Theatre. Hizo su debut cinematográfico como soldado en Casualties of War (1989), si bien bajo otro nombre: John Reilly se convirtió en John C. Reilly, debido al Gremio de Actores Cinematográficos.
“La C es de Christopher”, explica. “Ya había un John Reilly en el gremio y no me gustaba la idea de cambiarme el nombre. Así que de última hora sólo agregué la C. Me da gusto no haberme cambiado el nombre por Jordan Reilly o algo que sonara a que debería estar en las telenovelas de Fox”.
Después Reilly hizo películas como The River Wild (1994), Boogie Nights (1997), The Thin Red Line (1998), Magnolia (1999), The Perfect Storm (2000), Gangs of New York (2002), The Hours (2002) y The Aviator (2004), ganándose de paso el atesorado título de “actor de actores”.
Incluso tuvo la oportunidad de cantar como el torpe Amos Hart en Chicago (2002), papel que le valió una nominación al Oscar como Mejor Actor de Reparto.
Chris Cooper se llevó la estatuilla, pero Reilly no descarta esa experiencia. “Obtener una nominación a los premios de la Academia siempre nos pone en el mapa de otro modo”, afirma Reilly.
“Ese año hubo muchas presiones, con muchas actuaciones muy buenas. Tuve una competencia muy dura”.
Y sí, le encantaría hacer otro musical. “Soy un actor al que le gusta la música, pues es una forma muy directa de comunicarse con el público”, afirma Reilly. “Me brinco el cerebro y llego directo al corazón. Hay algo muy poderoso en la música en ese sentido”.