El maestro Carl St. Clair tiende a morder ligeramente su labio inferior cuando está al frente de la Sinfónica Nacional.
Solo en esas circunstancias presenta alguna manifestación de nerviosismo, pues su pausado hablar y mirada relajada suelen contrastar cualquier impresión de temor o ansiedad previa a un concierto.
A pesar de las circunstancias que lo recibieron cuando llegó al país, el titular de la Sinfónica Nacional ha mantenido ese rostro ecuánime desde hace cinco años que ocupa con ese puesto.
Antes de repasar su primer lustro al frente del ensamble, el conductor tejano pasea por los pasillos del Teatro Nacional con calma, sin ninguna mordedura de labio, solo bailando al son de un calipso que suena en el programa local Teatro al Mediodía.
Era difícil de imaginar que el director de la Sinfónica pudiese sentirse con tal tranquilidad en el 2013, pues el ambiente que recibió a St. Clair fue diametralmente opuesto: la incertidumbre reinaba en aquel momento.
Por una parte, el último director titular de la Sinfónica Nacional, el japonés Chosei Komatsu, se había ido en el 2011 del ensamble por evidentes problemas con los músicos locales.
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Pasaron tres años y el ministerio no logró contratar a ningún director, y la orquesta sobrevivió con directores invitados.
En medio de la confusión, apareció el nombre del director indio Daniel Nazareth como posible fichaje. La contratación se anunció, pero nunca llegó a concretarse la firma.
St. Clair, para ese momento, ya conocía a la Sinfónica Nacional, pues había dirigido al ensamble en condición de director invitado en dos ocasiones anteriores.
Tal lazo entre St. Clair y Costa Rica se tejió a causa del conductor costarricense Alejandro Gutiérrez, quien finalizaba sus estudios de doctorado de la Universidad de Texas.
Allí Gutiérrez conoció a St. Clair y convenció a Guillermo Madriz, entonces director del Centro Nacional de la Música, de traerlo al país como invitado.
La imagen de St. Clair dejó buena impresión y sus intenciones de convertir a la Sinfónica “en una familia” eran las más apropiadas para calmar las aguas que atenuaron la efervescencia que el maestro Irwin Hoffman le dejó al ensamble en el 2001.
El currículo de St. Clair tampoco pasaba por alto: maestro en el conservatorio el Thornton School of Music USC, también director de la orquesta Pacific Symphony y alumno directo de Gustav Meier en la Universidad de Michigan y del gran compositor Leonard Bernstein en el Tanglewood Music Center.
Ahora, a sus 66 años, el tejano reconoce que le tomó por sorpresa darse cuenta de su primer lustro al frente de la orquesta. “Yo estoy pensando en proyectos más que en años”, dice el director, quien renueva anualmente su contrato con la Sinfónica.
Con su característico temple y con el deseo de permanecer más años al frente de la Sinfónica, St. Clair repasó con Viva –con bastante orgullo y autocrítica– su gestión como director artístico.
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–¿Cuáles considera que han sido sus grandes logros al frente de la Sinfónica Nacional?
–Desde que la conocí, la orquesta siempre ha tenido un gran nivel. Mi propósito al llegar aquí fue sostener esos estándares, que la orquesta pudiera tocar cualquier cosa al máximo nivel y mantener la pasión. Además, hemos logrado tener grandes conductores invitados, directores con renombre internacional, algunos jóvenes, otros mayores, pero todos con un gran trabajo a sus espaldas. También, hemos comprobado cómo solistas internacionales tocan mejor con esta orquesta. Creo además que hemos hecho un gran trabajo con el repertorio, pues hemos introducido varias piezas que la orquesta no había tocado en años. Lo primero que hice fue hacer una lista de piezas que no se tocaban antes del 2000 entonces, cada año, he metido en el programa de temporada oficial la mayor cantidad de piezas que no se habían tocado, como Sinfonía no. 9, de Schuberth, que tal vez en el pasado se tocó, pero no en esta década. También hemos tomado la decisión de repetir más conciertos que sinfonías.
–Una de las críticas que se realiza a su programación es la poca cantidad de música contemporánea. ¿Cómo evalúa su desempeño al respecto?
– Creo que al respecto tenemos una nota B, pues no ha sido excelente, pero tampoco nulo. Creo honestamente que pudimos hacer algo mejor con la música contemporánea y lo haremos mejor. Este año, al principio de la temporada, tuvimos una competición de jóvenes compositores, pues se ha estado trabajando de cerca con ellos. El mismo Eddie Mora ha estado de cerca con cinco o seis de ellos. Cualquier repertorio se puede expandir con música de nuestro tiempo. Cuando vine, uno de mis objetivos fue fomentar el trabajo de jóvenes compositores ticos, que me gustaría incluir pronto.
–Entonces, con respecto a música contemporánea, ¿prefiere mirar hacia dentro que buscar autores fuera del país?
–Sí. Algo que no he hecho es traer música de autores americanos. No me siento bien en traer eso si no se ha tocado bastante música contemporánea costarricense. En el concierto de este año en homenaje a Leonard Bernstein fue diferente porque eran cien años de su nacimiento y todo el mundo le estaba realizando homenajes.
”Lo otro en lo que pienso mucho es en trabajar con directores jóvenes, como hicimos en el reciente concierto en el Teatro Melico Salazar con seis de mis muchachos. Ellos cada semana dirigen a cientos de personas y quiero ayudarlos a ser mejores, que sepan cómo ensayar, cómo estudiar la partitura, cómo programar una temporada… Es algo muy importante para mí.
–¿Y qué hay del tema sobre compositoras en la programación?
–Eso está en camino. En un principio, mi meta principal era introducir a una directora costarricense en temporada oficial. Anteriormente, la orquesta tuvo una directora mexicana y otra estadounidense, pero no costarricense. Gabriela Mora hizo su debut al frente de la orquesta y le dije lo orgulloso que estaba de ella. No quiero hacer spoilers sobre la próxima temporada de la orquesta, pero Gabriela regresará para un concierto de solo directoras y con música compuesta por mujeres.
–Al usted vivir en Estados Unidos, muchas personas cuestionan cómo controla el nivel de la orquesta desde fuera del país si solo está en Costa Rica durante algunas semanas. ¿Cómo realiza esa supervisión?
–Los músicos y directores invitados al país son amigos míos. Es gente que viene porque yo los invito, no porque les paguemos con millones; vienen porque quieren hacer música seria y quieren estar aquí. Si yo no estoy aquí hay alguien trabajando y es de confianza. Si no soy yo, es Alejandro Gutiérrez, es Eddie Mora, es John Nelson u otros de los directores…
”Sé que la gente dice que yo paso siempre viajando, pero nunca he tenido la conversación directa con estas personas para explicarles esto. Yo llevo 29 años como director de la orquesta Pacific Symphony y ¿sabes qué no he tenido nunca? Una oficina. Yo no la necesito. Esta es mi oficina (señala su celular). Ahí estoy yo y estoy en contacto diario con todas las personas acá en Costa Rica. Mi propósito no es volar a Costa Rica, dirigir y regresar a casa. Tengo responsabilidades en todo el mundo y eso es una razón de peso; si la gente me busca es por algo. Todo lo que aprendo lo traigo a Costa Rica.
–Otro tema que se ha tocado durante estos cinco años son las giras internacionales. ¿Es posible que la orquesta regrese a ese tipo de exposición?
–En mi primera temporada como director la Sinfónica fue a Cuba, Florida y México. En esa oportunidad yo no fui porque la relación entre Estados Unidos y Cuba en ese momento no era la mejor y no quería arriesgarme a que se hiciera una escena y que la gira se interrumpiera.
Las giras son algo que haremos de nuevo. Hemos hecho giras nacionales, pero no es lo mismo. Un bus está bien, pero no es un avión. El problema es que cuesta mucho dinero viajar con una orquesta, pero si conseguimos los patrocinadores iremos a los lugares pertinentes. Actualmente estamos en conversaciones para ver si hacemos una gira por América que se podría llamar Concert Hall Tour; una gira por los teatros nacionales de los países americanos, desde Santiago, Buenos Aires, Colombia hasta el Palacio de Bellas Artes en México y cerrar aquí en nuestra casa. También queremos aliar a la orquesta con Pacific Symphony, pero son cosas que aún están en conversaciones. Son posibilidades que intentaremos concretar.
–El año pasado, la orquesta obtuvo el Latin Grammy por mejor disco de música clásica. Eso dio bastante exposición y ha hecho que la gente pida más grabaciones. ¿Es posible que también la orquesta regrese a grabar en estudio?
Pues sinceramente no lo había pensado, pero es algo muy interesante. No veo imposible que grabemos un disco de Brahms, por ejemplo. En algunas ocasiones se transmite por televisión algunos de nuestros conciertos, pero es muy diferente el sonido para TV que el de grabación comercial. Es una gran idea volver al estudio; tomaré acciones porque me hace feliz que la gente quiera más grabaciones.
–Además de lo ya comentado, ¿cuáles son sus planes para los próximos cinco años?
–Hay algo que me enorgullece mucho y que hay que darle continuidad... He estado en Brasil, Argentina, México, Colombia y algo que nosotros tenemos es que la orquesta está llena de costarricenses: un 90% son ticos. Esto es crucial para mantener el sentido de que la orquesta sea “nacional”. No hay que cerrar puertas a extranjeros, pero la idea es que a través del SINEM, las universidades y el CNM desarrollemos músicos costarricenses que sean una fuente de orgullo nacional. Ojalá puedan estudiar afuera, pero que regresen, como hizo Alejandro Gutiérrez.
”Algo que ayudará mucho a fortalecer nuestro nivel será la sala de conciertos que se construirá en Moravia. Tengo entendido que el dinero está disponible, pero protegido. Sabemos que la situación financiera es difícil, pero queremos asegurarnos de esa construcción. No olvidaremos que nuestra primera casa es el Teatro Nacional, pero nos urge esta sala de conciertos.
”Lo otro es con los músicos: necesitamos identificar a nuestros músicos del futuro. Debemos encontrar mínimo a una docena de jóvenes artistas, gente de 20 años que pueda verse en un futuro en lugares como la ópera lírica. Se puede aprovechar a los invitados internacionales de la orquesta, como la soprano Pamela Armstrong que estuvo ahora en el país, para que les enseñe a estos jóvenes. Mi meta es que la Sinfónica sea la médula para el desarrollo del arte costarricense. Gestores culturales de otros países vienen aquí para ver qué hacemos porque somos un modelo a seguir. Es bueno importar profesores, pero no músicos. Esto hace que el proceso sea más largo, pero el talento queda acá. Yo sin dudas quiero quedarme como director en el país para ayudar a este desarrollo.