Hay muchas cosas que uno podría decir sobre las obras exhibidas en Lo escrito, escrito está , pero quizás muchas serían tramposas: a veces, el lenguaje se queda corto. Otras veces, tienen contundencia de arma.
La exposición, abierta en Teorética hasta el 25 de junio, fue curada por María Paola Malavasi, y enfatiza el poder de la palabra para trastocar el poder –en sus múltiples manifestaciones–. A la vez, y quizás como subversión más violenta, da voz y crea una historia para comunidades que usualmente quedan en la sombra de otras voces, otras palabras.
Es un recorrido sugerente por piezas de Javier Calvo, Mimian Hsu, Andrés Rangel, Marton Robinson, Christian Salablanca, Guillermo Vargas (Habacuc) y Stephanie Williams.
Previamente, autores como Pablo Hernández han analizado el tema, pero Malavasi se interesó en actualizar este recurso en un contexto distinto. “Recientemente, ha habido otra generación de artistas que usan lenguaje y texto de maneras muy interesantes”, dice.
“Lo que les propuse, viendo la producción anterior de ellos, fue ver el texto no solamente por lo que dice, sino las omisiones y los vacíos”, explica.
Por ello, el diálogo entre la curadora y los artistas fue estrecho, y los resultados poco definidos hasta el momento de la apertura (Teorética financió la producción de casi todas las piezas). “Es parte de una investigación más grande que ojalá vayamos formando, poco a poco, en torno a los usos del lenguaje y cómo lo cuestionan, cómo lo utilizan en contra de sí mismo y en contra de un sistema y de ciertos poderes hegemónicos. Buscan cuestionar esa historia con H mayúscula y escribir otras historias porque no existe solo una”, explica la curadora.
Algunas obras, como una sobrecogedora instalación de 20 papeles y audio en latín de Stephanie Williams, son contundentes al enfocar el entramado de lenguaje y hegemonía; lo mismo con las imágenes de Andrés Rangel, que juegan con los preceptos sobre la sexualidad estipulados por la religión católica.
Otras piezas, por un camino distinto, subrayan el poder de las palabras cuando fallan, cuando no alcanzan, cuando producen cortos circuitos entre lo percibido y lo descrito. Es el caso de la performance de Habacuc capturaba en video, una intervención desvergonzada en una plácida exposición de productos de salud, sexualidad y belleza.
“Ciertos artistas hablan de comunidades o grupos sociales específicos; sus trabajos son representativos de una vivencia como miembros de cierta comunidad.”, dice Malavasi.
Apunta, por ejemplo, a la enérgica confrontación del racismo por Marton Robinson; a la evocación de historia familiar y violencia política dibujada con carboncillo por Mimian Hsu, y a la protesta silenciosa contra el silencio y la violencia de Cristian Salablanca. La investigación está abierta: es una conversación.
‘Me gustaría profundizar siento que a curaduría es un primer paso. Lejos de la idea de que sea el final de una investigación –que probablemente es la manera más común de hacer curaduría–, me interesa también dar la oportunidad de trabajar para que se genere algo y, a partir de ahí, discutir. Me interesa que la exposición genere ciertas preguntas, y a partir de eso, empezar a dialogar’, añade Malavasi. Distintas conversaciones y actividades para dialogar con los artistas y el público se han desarrollado durante la exposición; en la biblioteca de Teorética, además, es posible consultar textos de referencia para ahondar en el tema de lenguaje, texto y arte en la región centroamericana y específicamente en Costa Rica.
Lo escrito, escrito está puede visitarse de lunes a sábado (de las 9 a. m. a las 5 p. m.), hasta el 25 de junio en Teorética, 300 m al norte del Parque Morazán, en San José. Tel. 2233-4881.
Teorética desarrolla actualmente el proyecto Alter Academia, con Marton Robinson, Mariela Richmond, Diana Barquero y Adrián Flores. Se trata de un espacio para experimentar, con financiamiento que los artistas autogestionan. El evento de cierre será el 28 de mayo a las 4 p. m. en el Lado V de Teorética.