El volcán Rincón de la Vieja comenzó este año con más actividad de la usual. Dos de las diez erupciones que tenía registradas hasta el 26 de enero generaron expulsión de bloques de lava con magma juvenil y corrientes de barro volcánico.
La situación motivó una reunión entre upaleños que viven en las faldas del coloso y expertos de la Comisión Nacional de Emergencias (CNE).
Las avalanchas de barro caliente con palos y piedras desbordaron la quebrada Azufrada y dañaron parcialmente el camino de acceso al hotel Sensoria, uno de los cuatro más grandes de la zona, cuyos empleados tuvieron que realizar algunas reparaciones para rehabilitar el paso, mientras la Municipalidad de Upala arregla la vía.
Los sensores detectaron el año pasado entre dos y cinco erupciones pequeñas por mes, mientras que este año lleva diez y el primer mes aún no termina.
Las del jueves 17 a la 1:28 a. m y el domingo 20 de enero a la 1:26 a. m. hicieron que se desbordara el material de la laguna, cuya profundidad ronda los 40 metros.
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El vulcanólogo Guillermo Alvarado, de la Red Sismológica Nacional, confirmó que al menos tres elementos importantes movieron a los cuerpos de emergencia a inspeccionar al sitio: la incandescencia en la erupción del 20 de enero, el hecho de que hubo bloques de lava con magma juvenil y el incremento en la actividad eruptiva que generó lahares.
“Los sedimentos analizados por el Ovsicori confirmaron contenido de material juvenil”, eso significa que contiene lava de la cámara magmática", acotó.
El material mezclado con rocas fluyó hacia Upala por el río Pénjamo, el Azul, la quebrada Azufrada y hasta el río Niño (Pizote), a unos 15 kilómetros aguas abajo, el cual desemboca en el lago de Nicaragua.
El lahar es un flujo de sedimentos y rocas calientes que avanzó y mató peces, cangrejos y demás fauna marina. Incluso el vulcanólogo Gino González, de la organización no gubernamental (ONG) Volcanes sin Fronteras, detectó la muerte de un caimán.
“Para mover y desbordar esa especie de atol con piedras molidas y barro que está en la caldera se necesitan erupciones muy vigorosas”, destacó el vulcanólogo del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori), Eliécer Duarte.
Por esa razón, los científicos alertaron a la CNE y viajaron a la zona el lunes 21, donde conversaron con vecinos de la zona y recolectaron piedras y material en los ríos.
El tiempo nublado, ventoso y lluvioso, imposibilitó la incursión inmediata a zonas altas por parte de geólogos de la CNE, así como de personal del Ovsicori, que documentarán lo ocurrido cuanto antes.
Las primeras incursiones de la ONG Volcanes Sin Fronteras en la cima evidencian la presencia de bloques grandes.
Entre los acuerdos de la reunión de autoridades de emergencia y vecinos estuvieron la preparación del plan de contingencia, rehabilitar sistemas de comunicación por radio, debido a que la señal de celulares en la zona es pobre, y recordar las regulaciones vigentes como la de no acercarse a los ríos cuando se emita alguna alerta.
Como las dos erupciones más fuertes en lo que va del año ocurrieron en horas de la madrugada, se orientó a los pobladores sobre los sitios de refugio en salones comunales y sobre cómo salir rápido en caso de alguna emergencia nocturna.
Por ahora los científicos estiman que los lahares son parecidos a otros del año pasado, pero realizarán inspecciones en la cima y análisis de laboratorio para determinar cualquier cambio.
El alcalde de Upala, Juan Bosco Acevedo, quien también estuvo en la reunión con vecinos, expresó que fue hasta el miércoles pasado que los ríos comenzaron a recuperarse, tras casi una semana de afectación para agricultores y ganaderos en la zona, pues utilizan esas aguas en sus plantíos y para los hatos, mayoritariamente lecheros.
Explicó que la gran cantidad de peces muertos y los sedimentos volcánicos contaminaron esas fuentes, por lo que personal del Servicio Nacional de Salud Animal recomendó acudir a otros ríos, mientras vuelve la normalidad.
Acevedo también dijo que han acogido las recomendaciones de modo que la planificación de crecimiento urbano sea hacia afuera y no hacia las faldas del volcán.
El volcán Rincón de la Vieja está entre Liberia y Upala, pero son las comunidades de Buenos Aires, en el distrito de Aguas Claras (a 7,5 kilómetros del volcán) y Gavilán, distrito de Dos Ríos (a 7,1 kilómetros), las que más sufren las consecuencias, pues el material de la laguna cratérica sale por el costado norte, que es tres veces más bajo que el costado sur.
La profundidad del borde norte del cráter hasta el lago es de 35 a 50 metros (dependiendo de la altura del lago que varía según la lluvia), mientras que la profundidad del borde sur hasta el lago es unos 120 a 140 metros.
Unas 500 personas viven en Buenos Aires y Gavilán, donde prevalecen actividades turísticas, por ejemplo hoteles donde cada adulto paga unos ¢75.000 por noche, según su oferta en Internet.
“Son hoteles de regular tamaño, uno de ellos grande, creo que es cuatro estrellas. Es una zona de gran atractivo turístico, por lo que hay emprendimientos grandes con aguas termales por todo el sector”, dijo el alcalde.
El cultivo de granos básicos y el ganado de leche y unas pocas actividades comerciales, complementan el resto de fuentes de empleo en la zona, que queda a hora y media del centro de Upala e igual distancia de Liberia por calles en buen estado, preferiblemente transitables en carros de doble tracción.
Tenía 20 años sin incandescencia
Eliécer Duarte, del Ovsicori, sostuvo que el análisis de los bloques o fragmentos incandescentes que lanzó el volcán permitirán determinar el porcentaje de magma juvenil y de material viejo o preexistente que tuvo la erupción del 20 de enero.
Enfatizó que la presencia de rocas incandescentes como las del 20 de enero habían sido vistas en ese volcán en noviembre de 1995 y febrero de 1998, por lo que pasaron más de 20 años para volverlas a ver, destacó el científico.
“La presencia de esas rocas significa que el conducto permitió la erosión de materiales más profundos que salen muy calientes a través de los gases que los circundan en su viaje hacia la superficie”, dijo.
La sismicidad detectada en el coloso no mostró una relación directa con las erupciones, pues los trazos fueron rutinarios, añadió Duarte.
Recordó que en las erupciones de 1995 las mediciones de temperatura que él realizó en el río Pénjamo, al pie del volcán, revelaron que las rocas bajaban a 90 grados Celsius y el lodo tenía entre 40 y 60 grados Celsius, pese a que había recorrido más de cinco kilómetros desde la cima.
Tiene potencial para más
Aunque por ahora las exhalaciones del volcán han sido moderadas y leves, el coloso tiene potencial para actividad más fuerte, según coinciden los científicos.
En setiembre de 1966 tuvo erupciones cuyas columnas de unos siete kilómetros a partir del cráter se divisaron desde la ciudad de Liberia. Esa vez lanzó cenizas a tejados, ríos, pastos y sembradíos, pero había menos población.
“Si ocurriera un escenario como el de 1966, podría haber problemas, porque actualmente hay mucho desarrollo turístico en la zona y va a caer ceniza y afectación por gases. Cuando hablo de potencial de daños es porque lo tiene, aunque las erupciones actuales son relativamente pequeñas”, afirmó Mauricio Mora, vulcanólogo de la RSN.
Añadió que la naturaleza de las erupciones en ese volcán es variable, pues generalmente obedece al contacto de las aguas subterráneas con el vapor magmático, es decir, erupciones freáticas, mientras en otros casos, como la del 20 de enero pasado, hubo interacción directa del agua con el magma y fue más explosiva (magmática).
La actividad se circunscribe a la cima, pero Mora recordó que en el 2017 hubo flujos piroclásticos, que son nubes ardientes de vapor y ceniza que corren rápidamente y que por las altas temperaturas, son mortales para cualquier persona, planta o animal que esté a su paso, por lo que el científico insiste en respetar la medida vigente que prohíbe entrar a la zona del cráter.
Otra observación la hizo con respecto a los palos, piedras y sedimentos que quedan en el camino de las coladas y que a veces descienden cuando llega la época lluviosa, meses después. “Dependiendo de la cantidad de lluvia, pueden causar correntadas fuertes”, advirtió.
Ese flujo de barro absorbe el oxígeno del agua en ríos y quebradas y le aporta acidez, por lo que mueren muchos peces y otras especies acuáticas.
Un período muy activo de ese volcán fue entre 1966 y 1970. Una de las erupciones históricas más grandes fue la del 17 de enero de 1967 a las 3:20 p. m. con una altura de unos siete kilómetros, en forma de hongo atómico (más grande que las del Turrialba en la última década, que han sido de un máximo de 4 kilómetros) acompañada de retumbos.
Esa vez las cenizas alcanzaron los casi 12 kilómetros de distancia hacia del sur-suroeste, con mucha muerte de peces en los ríos Colorado, Blanco y hasta el Tempisque.
La gran laguna volcánica es un filtro natural que inhibe la salida de gases y cenizas en forma de columna pero, en caso de que surgieran por una erupción muy fuerte, el viento corre generalmente hacia el Pacífico, por lo que podría afectar de nuevo los cantones guanacastecos de Liberia, La Cruz, Carrillo y otros de la bajura.
Vigilancia constante
El Rincón de la Vieja comenzó su nuevo ciclo eruptivo en el 2011, desde entonces registra un patrón de erupciones separadas por impasses de semanas o meses, por lo que desde el 22 de setiembre de ese año se cerró el acceso al cráter.
Cuando vaya hacia una actividad más fuerte, los científicos esperan que haya signos de alerta como cambios en la sismicidad, en la deformación, en la geoquímica de fluidos y gases y otros parámetros que se monitorean de forma regular.
Según Eliécer Duarte, la actividad fumarólica va descomponiendo todo lo que cae al cráter ácido desde las enormes paredes verticales del coloso y forma capas de hasta cuatro o cinco metros de sedimentos finos.
En erupciones como la del 20 de enero, la velocidad de las avalanchas que corren por las laderas varía entre 24 km/h y 95 km/h. El tiempo en llegar a los primeros puentes de comunidades de Aguas Claras de Upala varía entre 7 y 28 minutos, en función de su velocidad.
En el flanco sur del volcán, que da a Liberia, existen proyectos y plantas geotérmicas del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE); sin embargo, hacia ese costado la afectación por lahares es casi nula y cada proyecto está concebido y acompañado de estudios de amenaza sísmica y volcánica como parte de las medidas preventivas.
La actual administración firmó en junio del año pasado un decreto para que no se extienda en la zona la explotación geotérmica y para proteger fuentes de agua en ese Parque Nacional.
Las 14.300 hectáreas de su extensión se incrementaron con 1.882 adicionales, es decir, un 13% más.
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