Las obras para estabilizar un enorme deslizamiento en la urbanización Valladolid, en San Miguel de Desamparados, siguen estancadas, casi tres años después, pues las empresas oferentes cobran el doble de los ¢1.466 millones que ofrece la Comisión Nacional de Emergencias (CNE) para atender la situación.
Mientras tanto, 24 familias de esta urbanización enfrentan un nuevo invierno al borde del abismo y sin una solución ante el riesgo de que el terreno vuelva a ceder y sus casas colapsen.
Un primer proceso licitatorio fue declarado infructuoso desierto, mientras que en el segundo solo el consorcio Tresa/Geotraesa se presentó como oferente, según consta en el Sistema Integrado de Compras Públicas (SICOP).
Allí, el procedimiento N.° 2023 PX-000054-0006500001 solo tiene una oferta cuyo monto original era por más de ¢2.992 millones, sin embargo, luego el consorcio la readecuó a más de ¢2.821 millones.
Al parecer todos los cálculos de los costosos estudios previos fallaron y ahora se está a la espera de que CNE decida si aporta o no la diferencia para avalar esa licitación y adjudicar la obra.
Los daños en Valladolid se consolidaron luego de dos deslizamientos grandes en 2017 y 2020. El primero arrasó con una calle, la zona verde, postes de alumbrado, ductos y aceras, pero el segundo desprendimiento empezó con fisuras en calles y viviendas hasta que se llevó hasta el fondo, a más de tres metros de la carretera, 28 viviendas que tenían más de 25 años de construidas.
El problema se originó, en parte, por la tormenta tropical Nate, que devastó muchas regiones de nuestro país el 4 de octubre del 2017. También debido a la disposición del suelo, lo mismo que al plano inclinado en que estaban las casas y en que aún están las demás.
“El precio de la licitación va para arriba porque aparecen más elementos”, dijo Lidier Esquivel jefe de la Unidad de Investigación y Análisis del Riesgo de la Comisión Nacional de Emergencias (CNE).
Agregó que la Unidad de Gestión de Proyectos de Reconstrucción de esa entidad está analizando la única oferta para el plan denominado Proyecto de Construcción de obras de Estabilización Geotécnica y Protección Fluvial en la urbanización Valladolid, San Miguel-Los Guido, Desamparados.
Urge evitar que se reactive el deslizamiento
Sobre la situación del deslizamiento, Esquivel afirmó que las visitas de inspección quedaron a cargo del Comité Municipal de Emergencias, porque desde el año pasado los informes del geólogo Julio Madrigal, de la CNE, revelan que la masa de tierra se fue ralentizando y se quedó ahí.
En las visitas de la CNE se usó equipo topográfico preciso y los últimos informes indican que el terreno se mantiene sin signos de más desprendimientos.
“Sabemos que un deslizamiento tiene una etapa de inicio, de crecimiento y poco a poco se ralentiza y llega a estabilizarse. Habría que valorar si estamos en la etapa en que se asentó la masa”, dijo el geólogo Esquivel.
Fue enfático en la necesidad de realizar la obra de estabilización, la cual reduce las posibilidades de que se reactive el deslizamiento. Como hay que mover tierra y hacer excavaciones, lo recomendable es realizarlas cuando no llueve, pero todo dependerá del avance en la licitación cuyo plazo de vencimiento es en agosto de este año.
Agregó que como este año el fenómeno de El Niño viene con episodios lluviosos seguidos de días secos en el Valle Central, eso abre una remota posibilidad de empezar en el último trimestre de este año, pero el comportamiento del clima será otra variable determinante.
Si finalmente la CNE adjudica los trabajos definitivos, el municipio sería el encargado de la inspección y fiscalización de las obras.
Eso sí, “es imposible desarrollar esas obras en invierno porque constan de muchos rellenos que deben compactarse de forma máxima y para ello el nivel de humedad debe ser adecuado. Así está en el estudio técnico, donde propone que sea en época seca”, advirtió Jesús Chinchilla, ingeniero de la Municipalidad de Desamparados.
¿ En qué consiste?
En el río Jorco se hace una protección pluvial para que las aguas no carcoman la orilla. Luego vienen unas “llaves de cortante” que son dos zanjas muy grandes, una en el fondo que mide como 12 metros de largo y seis de profundidad, mientras que en la corona va otra de 22 metros de largo y se rellena con piedra bola, para servir como un ancla, explicó Chinchilla.
Añadió que sobre las piedras se vierne un material que se rellena, se compacta y se va reforzando con láminas especiales, que son como mantos de fibras textiles que van entre capa y capa. Así se transforma el montón de partículas aisladas del suelo, en una unidad compacta.
Arriba, en la corona, al pie de las casas que quedaron al borde, se ponen pantallas de concreto que van en varios anclajes los cuales penetran el subsuelo en más de 25 metros por debajo de las casas y así se sostiene.
Se prevé que las obras no requieren movilizar a los vecinos de las partes más riesgosas, pero deberán asimilar las vibraciónes y ruidos de la maquinario operando.
Los estudios previos indican que luego de perforaciones y terrazas, se estabiliza el terreno.
En caso de que ocurra un temblor fuerte, lo riesgoso es que se rompa el equilibrio, pero según Lidier Esquivel, de la CNE, en sus 30 años de trayectoria en esa entidad nunca ha visto que un sismo cambie totalmente el escenario de un deslizamiento, sino que puede surgir una ampliación de la zona inestable hacia los lados o hacia atrás.
Sin un precedente igual
Jesús Chinchilla afirmó que estos trabajos durarían aproximadamente seis meses. Pero primero se está a la espera de que se resuelva la adjudicación y, en caso positivo, determinar la fecha de arranque.
Si bien no se presentaron apelaciones al cartel, la traba ha estado en el monto. Se trata de un proyecto muy oneroso debido a la magnitud y la dificultad que conlleva.
“Ese tipo de obras no se han hecho antes en el país, es la primera vez”, dijo el funcionario al asegurar que en nuestro territorio han habido muchos deslizamientos pero muy puntuales. Sin embargo el de Valladolid tiene la característica de ser enorme y de estar una zona urbana y muy poblada.
Solo el desprendimiento del 2017 movilizó unos 50.000 metros cúbicos de material hacia el río Jorco y formó un taponamiento que puso en riesgo a comunidades cercanas y otras aguas abajo.
Detalló que muchos desprendimientos similares ocurren en zonas más despobladas, de modo que se dejan abiertos al reacomodo natural.
Así ocurrió en el Cerro Madre de Dios en Matina, y en deslizamientos graves como el del cerro Chitaría y el de Calle Lajas, Escazú, que dejó 25 muertos en el año 2000 y afectó varias casas en las partes bajas de la ladera. Por tratarse de zonas donde prevalecen potreros, se manejan de forma diferente.
Mientras tanto, la Municipalidad y la CNE atacan en Valladolid los factores que pudieran acelerar el movimiento de tierra y hace dos años instalaron tubos de PVC de diez pulgadas, para que las aguas pluviales que bajan por los techos y las carreteras dejen de infiltrarse en las grietas del deslizamiento donde actuaban como lubricante.
Ese proyecto paliativo ayuda mucho pues al erradicar las aguas evita el peso adicional y la infiltración al terreno. “Se hacen mediciones topográficas y la masa de suelo está estable, pero no hay garantía de que esa condición se mantenga en el futuro, por eso es necesario la obra”, dijo Chinchilla.