Ya es hora de que la salud sexual y reproductiva de las costarricenses deje de ser usada como botín político, de amenaza e intimidación.
Lo dice la nueva premio Magón 2013, Julieta Dobles, en uno de sus poemas y en otras reflexiones que ha hecho acerca de la condición de las mujeres y cómo somos víctimas de abuso desde todas las estructuras sociales:
“Los mitos que la humanidad ha sustentado y sigue, en muchos casos, sustentando hoy, nos limitan, definen, traicionan o sacralizan. Algunos son manipulados por nosotras mismas, otros han sido utilizados por las estructuras de la sociedad paternalista, como la religión, el ejército, el partido político y la familia tradicional, para mantenernos paralizadas, desde dentro, sujetas por nuestra propia visión distorsionada del ʽser femenino’, afirma la poetisa, quien en su poema, ʽSaga sin tiempo’ resume con una suave y verídica crueldad, la historia de las mujeres en la sociedad patriarcal:
“Fuiste violentada, vendida, escarnecida,
quemada, despojada, embrutecida,
encerrada, ignorada, seducida,
y aún sigues conservando sobre el rostro
esa febril curiosidad
de quien abre los ojos a los niños
para darles, en la mirada, el mundo”.
(Cita tomado de un post del ambientalista Freddy Pacheco)
En efecto, uno de los actos de violencia que últimamente me tienen hastiada es la de diversos partidos políticos y candidatos a presidente que usan los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres –entre ellos, el aborto terapéutico–, para ganar dudosas simpatías de algunos sectores sociales y “castigar” a las mujeres que recurren a él.
Señores, que somos las que tenemos útero, las que cargamos con el mayor peso de la crianza de la prole, las que peleamos porque los padres irresponsables cumplan con la pensión alimentaria y se encarguen afectivamente de sus hijas e hijos, las que corremos y nos preocupamos por la salud, la educación y el bienestar de esa prole –y ¡ay de la que no lo haga!–, las únicas que tenemos derecho a hablar, pedir, discutir, exigir y llegar a un consenso sobre una decisión tan delicada, peligrosa y tenebrosa como la de abortar.
Esto no es tema para ventilar en campaña política, para jugar de moralistas, de muy “cristianos”, de pro vida y todas esas etiquetas odiosas que solo logran ocultar un tema tan álgido, manoseado y profundamente desinformado.
Según el Código Penal, desde hace décadas, las mujeres embarazadas cuya vida peligre por esa condición, tienen derecho a practicarse, lo que se denomina “aborto impune” (Artículo 121: No es punible el aborto practicado con consentimiento de la mujer por un médico o por una obstétrica autorizada, cuando no hubiere sido posible la intervención del primero, si se ha hecho con el fin de evitar un peligro para la vida o la salud de la madre y éste no ha podido ser evitado por otros medios). Desde 1923 es legal el aborto terapéutico y fue ratificado en en Código Penal desde 1970.
Y debe ser suplido por el Estado para garantizar la salud y la vida de esa ciudadana, quien goza de plenos derechos, según la Constitución; no es una incubadora que “contiene” un óvulo fecundado o un embrión, es una persona cuya vida corre peligro y hay que escoger.
Si quieren opiniones abiertamente sinceras, documentadas y bien pensadas, les aconsejo este artículo .
Cuánto nos costó que se aprobara la esterilización libre para las ciudadanas sin el consentimiento del compañero, novio o marido, y ahora siguen con la cantaleta del aborto terapéutico, definido y aplicado sin mucha complicación por años en el país, hasta que a algún brillante galeno (la verdad, no se quién habrá sido) se le ocurrió negarlo a una mujer ese derecho y ella elevó su caso a la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Que en estos casos el tiempo es clave porque cuantas más semanas pasen, la vida de esta adulta corre más peligro y se torna más angustiante si no se le permite ejercer ese derecho.
Eso, en el caso de las mujeres cuya vida peligra o el embrión no tiene posibilidad alguna de sobrevivir. ¿Y qué me dicen del caso de una mujer que quede embarazada producto de un asalto o abuso sexual?
Me gustaría preguntarles a esos candidatos qué harían si se trata de su esposa, hermana, amiga, madre, prima, hija, novia, amante o alguna mujer especial y querida en sus vidas, que sufra semejante desgracia... Tal parece que en estos casos no aplica el cuestionario que hacen muchos profesionales en salud cuando le preguntan a una sobre cómo fue el embarazo y hasta la concepción: si fue deseado, si fue un embarazo tranquilo y con poco estrés, porque a estas alturas todas sabemos que un ser humano planeado, deseado y gestado con afecto y ternura, será un ciudadano feliz, pleno, sano, seguro y con mayor potencial para alcanzar plenamente todos sus deseos y sueños. En síntesis, un ser humano pleno.
Por qué no, entonces, considerar que un embarazo producto de una violación –uno de los actos más crueles y degradantes con los que se nos amenaza a las mujeres constantemente, prácticamente desde que nacemos hasta que morimos–, pueda ser interrumpido de manera segura para la víctima, con un acompañamiento adecuado, una contención sicológica y social decente, sin costos económicos ni mayores efectos sicológicos traumáticos para esa mujer... ¿Acaso no lo merece cualquier ciudadana costarricense que así lo demande?
Si alguna quiere seguir con su embarazo, a pesar de las circunstancias anteriormente señaladas, que lo haga si así lo desea, pero lo decente y humano es ofrecer esta primera posibilidad. No somos un tubo de ensayo con manos y pies, que carga un embrión, insisto.
Conozco el caso de una chica josefina, virgen, de 20 años, cristiana, quien esperando el autobús en una parada de un barrio de esta capital, a plena luz del día, fue secuestrada y violada brutalmente, por cuatro delincuentes, y quedó embarazada.
No contaré aquí cuál fue su decisión con respecto a esta situación, pero esto sucede en nuestro país con harta frecuencia y la gran mayoría de estos asaltos sexuales no son denunciados porque aún, en el imaginario colectivo, se nos culpa de que nos violen.
Y qué me dicen del caso de la niña de 13 años que se suicidó, según señaló la prensa nacional, por depresión posparto luego de parir a una criatura y quedar embarazada debido a una violación. ¿No merecía esta pobre niña la opción de escoger? ¿Qué habrá pasado por su cabecita y su corazón? ¡Cuánta angustia y sufrimiento habrá padecido para llegar a término con ese violento embarazo y cómo sería su estado emocional para decidir quitarse la vida a tan corta edad!
Lo que estos partidos y estos candidatos deberían garantizarnos a las costarricenses es nuestro derecho a caminar libremente y de manera segura por las calles de este país, a la hora que nos dé la gana o necesitemos, a tener buenos servicios de salud, a trabajo, a centros de cuido para nuestras hijas e hijos y personas adultas mayores, a acceso al crédito decente y al “dinero grande” –no esos créditos de “desarrollo” que no dan ni para comprar la masa para las empanadas–, a trabajo decente, con honorarios y horarios dignos y bien pagados –pagados como se los pagan a los hombres o mejor, si tenemos más educación y títulos que ellos–, a actividades lúdicas y recreativas, a tener tiempo libre para nosotras para invertir en nuestra sanidad mental..., porque la felicidad, el desarrollo, la salud mental, la paz social y la calidad humana de una nación, de una sociedad y de un país, se alcanza cuando se garantizan, de manera contundente, los derechos de sus mujeres, es decir, de la mitad de la población.