
A primera vista, parecía un navegador de Internet cualquiera. Más allá de lo simple y básico de su diseño, nadie podría imaginar los resultados de búsqueda tan escalofriantes como increíbles que de allí surgen millones de veces alrededor de todo el mundo.
Tor. Son tan solo tres letras, pero en la actualidad se han convertido en ese puente tecnológico que permite que cualquier persona con una computadora o teléfono inteligente tenga la posibilidad de comprar, vender o intercambiar “bienes y servicios ilícitos” como drogas, armas, tráfico de órganos, pornografía infantil, robo de identidades, contratar un sicario y organizar un secuestro.
Sí, por más insólito que parezca, este navegador es utilizado como una plataforma en la que miles de millones de páginas web ofrecen sus “mercancías” a la libre, y en donde el anonimato llega a jugar en contra de las autoridades que andan, día y noche, tras la pista de criminales que se ocultan en estas redes oscuras, conocidas como Dark Net.
Aunque solo sea necesario tener una computadora o un teléfono inteligente, además de conexión a Internet, ingresar a estos sitios no resulta tan fácil, ya que estos se encuentran alojados en lo que se conoce como la Deep Web (web profunda) y la Dark Web (web oscura), y que exigen cierta pericia por parte del usuario.
Para entender un poco mejor estos conceptos, es importante aclarar que en la actualidad solo se tiene acceso a un 10% de lo que alberga en su totalidad Internet, esto en lo que se conoce como la Clearnet. Es decir, este porcentaje engloba las páginas a las cuales se puede llegar directamente por medio de buscadores como Google, Yahoo, Bing, entre otros.

Sin embargo, el otro 90% se encuentra en la web profunda, que no es accesible por medio de estos buscadores, ya que no se encuentran indexadas para que sean del dominio público. Es por ello que, a este mundo digital en particular, pertenecen, por ejemplo, nuestros correos electrónicos, ya que en la buena teoría solo podemos llegar a ellos por medio de la contraseña, al igual que nuestros perfiles en las redes sociales, además de contenidos protegidos como Netflix, a los cuales se llega por el pago de una membresía.
De este universo, solo el 0;1% es lo que se conoce como la web oscura, que está intencionalmente oculta de los buscadores, por medio direcciones IP consideradas como enmascaradas, lo que le brinda anonimato a quienes utilizan. Esto las convierte en el escenario idóneo para los ciberdelicuentes, quienes sin escrúpulo alguno, hacen transacciones millonarias diariamente.
Con el objetivo de tener un poco más claro cómo funciona esto, solo imagínese que la web profunda es una provincia, mientras que la web oscura son comunidades que hay en ella. El “transporte” para llegar a cada una de ellas serían las redes oscuras.
Si bien en un inicio la creación de estas plataformas se dio con el objetivo de que las comunicaciones gubernamentales dentro de los Estados Unidos fueran lo más privadas posibles, con el paso de los años este objetivo fue quedando de lado y, con ello, un nuevo mundo se abrió para cometer delitos.

“No todo en la web profunda y oscura es negativo. Allí el usuario puede encontrar información valiosa como libros, tutoriales para reforzar la seguridad y hasta en países en que no existe la libertad de expresión, las personas han encontrado un espacio para leer noticias y decir sus opiniones”, explicó Yuliana Leitón, miembro de la Comisión de Ciberseguridad del Colegio de Profesionales en Informática y Computación (CPIC).
La especialista asegura que, aunque en un inicio esta tecnología buscaba ser un punto de encuentro para el mundo, en la actualidad es un espacio para el crimen organizado en todo el mundo.
Como parte de su trabajo, Leitón se ha dado a la tarea de navegar en estos sitios, ya que dentro de las principales ofertas a las que tiene acceso el usuario destacan la falsificación de pasaportes y licencias de conducir, además del robo de identidades, hackeos de páginas web, correos electrónicos y venta de distintas bases de datos.
“En estos sitios hasta te dan instrucciones de cómo robar identidades, te explican las funciones de los nuevos virus informáticos y hasta dan el paso a paso de las nuevas formas para hackear información. Pero si investigas un poco más, existen cosas realmente atroces con las que puedes dar”, dijo.
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Las palabras de Leitón se volvieron en una cruda realidad cuando al dar un vistazo rápido por estos sitios web, empezaron a pulular “servicios” de sicarios, quienes publican sus hojas de vida y experiencias, además de las tarifas de sus trabajos.
“Si desea que la muerte sea con un solo disparo el costo de $1.500 dólares”; “El secuestro y el asesinato tiene un precio de $5.000 dólares”. El más impresionante de todos era el que ofrecía “Secuestro, tortura y muerte en vivo por un costo de $45.000”.
En otro de los links un hacker aseguraba que por dinero era capaz de hacer lo que sea, por lo que su tarifa era tan variada como sus servicios, que le podían tomar desde horas hasta semanas. El punto de inicio era de $150.
Al intentar ingresar a una de las páginas que hacía referencia al tráfico de órganos, una advertencia nos indicó que si habíamos llegado hasta allí estábamos en la capacidad de conocer los enlaces directos de los proveedores. Esto, quizás, es usado como barrera para que, quienes como nosotros, solo llegan allí por curiosidad.
La apariencia de estos sitios hace pensar que se está ante la compra de productos en sitios como Amazon o eBay, ya que se puede ordenar drogas o armas en las cantidades que se desee, y hasta leer referencias de otros usuarios sobre el proveedor que las vende.

“¿Por qué existe esto? Porque un navegador te permite obtener una dirección IP de una computadora que está en otro país, aunque la persona se esté conectando desde Costa Rica. Hacer todo bajo anonimato es lo que da pie a la oferta y demanda que se da en cada uno de estos sitios”, aseguró la ingeniera.
Ese anonimato es respaldado también por el uso de las criptomonedas o monedas digitales como método de pago, ya que aunque las transacciones son públicas, el remitente y el destinatario de estas son incógnitas.
“ Hay personas que ingresan a la web oscura por pura curiosidad y no están conscientes del riesgo al que se exponen por hacer clic en un link equivocado. Puedes ser víctima de fraude, extorsión, tus datos pueden ser robados y hasta un virus puede infectar el equipo y hacer que perdamos toda información. ¿Vale la pena exponerse a ello? Desde mi punto de vista, no”, expresó Leitón.
Peligrosa cercanía
A pesar de que las autoridades nacionales no cuentan con estadísticas sobre delitos o crímenes cometidos por medio de la web oscura, esto debido a que la mayoría de los que podrían estar relacionados están en investigación o proceso de juicio, lo cierto es que instituciones como el Organismo de Investigación Judicial (OIJ), trabajan constantemente en la detección.
“Hasta el momento no tenemos conocimiento de que en nuestro país existan organizaciones criminales que operen bajo este modelo. Sin embargo, sí estamos conscientes de que estamos expuestos a ello, por lo que nuestra prioridad ha sido trabajar en conjunto con organismos internacionales”, dijo David Vizcayno, investigador informático del OIJ.
Una muestra de la colaboración con entes como la la Policía Internacional (Interpol), fue la que se dio en el 2017, cuando salió a la luz el caso de un hombre que subió a a la web oscura más de 300 videos de pornografía infantil, mismos que filmó cuando violaba a una niña de nueve años, esto en San Miguel de Higuito de Desamparados.
La alerta hecha por Interpol se dio cuando localizaron videos de la niña en sitios de pornografía en Nueva Zelanda. Si bien, el hombre, de apellidos Rojas Retana, distorsionaba el rostro de la pequeña, hubo un elemento que resultó clave para dar con el país de origen del material: el escudo de la escuela en la que estudiaba la menor de edad.
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A partir de entonces se dio una investigación en conjunto hasta dar con el paradero de Rojas Retana, quien tenía 35 años al momento de su detención, y quien le decomisaron computadoras, dispositivos de almacenamiento USB, teléfonos celulares, tabletas y juguetes eróticos.
Tan solo un mes después, el hermano del imputado, también de apellidos Rojas, fue capturado como sospechoso de cometer los mismos delitos.
“En la web oscura los criminales sienten que tienen todos los elementos necesarios para pensar que será imposible investigar sus delitos. Sin embargo, se les olvida que son humanos, y que un simple detalle dejado al azar puede exponerlos por completo”, afirmó Vizcayno al explicar uno de los modus operandi de estos individuos.
Otro de los casos fue el que se presentó en el 2015, cuando el canadiense Ryan Criag Piercy Bate, de 45 años, fue abordado por un grupo de desconocidos mientras transitaba por San Miguel de Santo Domingo de Heredia. Luego de tres días de ser retenido, sus familiares fueron contactados vía correo electrónico anónimo y allí se les solicitaba que el rescate fuera pagado con Bitcoins.
Tras varios intercambios de mails, en los que se les explicaba cómo comprar y hacer depósito con estas monedas digitales, se logró la liberación de Criag, tras el pago de, aproximadamente, $20 mil dólares. Debido a las limitaciones del proceso y al desconocimiento que se tenía, el depósito se tuvo que hacer en una cuenta bancaria en el extranjero, por lo que su demanda de que fuera con criptomonedas no se pudo concretar.
Este se convirtió en el primer secuestro en Costa Rica que exigía el pago de rescate con este tipo de transacción, y debido a que la comunicación se hizo desde correos anónimos ubicados en Egipto y Rumanía, la captura de los delincuentes resultó infructuosa. En este caso, el OIJ también contó con el apoyo de la Interpol, a lo largo de todo el caso.
El investigador considera que dentro de los principales retos a los que se enfrentan en estos casos es el anonimato, tanto el de las direcciones IP como el de las transacciones que se hacen con Bitcoins. A esto se suma también el hecho de que los elementos probatorios del delito resultan volátiles, por lo que la labor para dar con ellos resulta más exigente.

“Los métodos a utilizar, en este caso, resultan distintos. Por ejemplo, aquí puedes dar con enlaces que están habilitados solo por 15 minutos y cuando intentas acceder a ellos quizás toda la evidencia ya no está, eso en el mejor de los casos, porque puede ser que esta se encuentre en un ordenador y que se destruya por alguna razón. Aquí las pruebas resultan volátiles”, comentó.
Para Vizcayno es imperativo que en Costa Rica exista una legislación más fuerte que permita el establecimiento de penas que vayan acorde con los crímenes que se comenten por medio de la web oscura. Sin embargo, reconoce que el país dio un paso importante, en el 2017, con su adhesión al Convenio sobre Ciberdelincuencia hecho en Budapest.
“Con este proyecto se busca hacer frente en general a los delitos informáticos, de Internet, e incluso de propagación de mensajes racistas o xenófobos, mediante la armonización de las leyes de los Estados parte. Esperamos que este impulso en pro de la seguridad ciudadana continúe, y podamos tener pronto dentro de nuestro legislación otras herramientas, como la Extinción de Dominio, que se constituirían en verdaderos hitos en la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo, el crimen organizado y el blanqueo de capitales”, expresó en ese momento Luis Paulino Mora Lizano, Viceministro de la Presidencia de Costa Rica.
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Vizcayno resaltó que los agentes que se especializan en este tipo de casos tiene muy presente que este tipo de delitos no distingue de fronteras, por lo que la colaboración entre países resulta vital para dar con los autores de los crímenes que allí se cometen.
“Creo que lo importante aquí es tener la apertura y la capacidad de trabajar en conjunto con organismos como la Interpol y la Europol en dos vías. Eso quiere decir que ellos colaboran con nosotros y nosotros con ellos en la resolución de los casos”, afirmó el investigador.
Con él coincide Francisco Picado, informático del Instituto Costarricense de Drogas (ICD), quien hace cuatro años tuvo la oportunidad de recibir una capacitación por parte de la policía de Suiza. A partir de ese momento, y hasta entonces, se ha interesado en conocer cada vez más sobre lo que hay en la web oscura.
Desde su experiencia, es indispensable que todos los organismos involucrados en la atención de estos crímenes reciban cursos especializados para generar una mayor sensibilidad en el tema y, con ello, que los agentes logren detectar señales de alarma en estos delitos.
“En esa capacitación se nos explicaron distintas formas en las que se podían investigar los casos, la importancia de trabajar todos como un equipo, unido. Además, también es necesario contar con toda la tecnología y las herramientas necesarias para hacerle frente a estos crímenes, que cada día adquieren una mayor vigencia”, aseguró Picado.

El ingeniero en sistemas, que por razones de trabajo ha tenido que navegar constantemente en este tipo de redes, afirma que lo que ha visto en esos sitios marcó un antes y un después en su vida. Esto hizo que cuestionara la importancia de que la población conozca y sepa más sobre el tema.
Fue esto lo que lo motivó a compartir con algunos fiscales del Ministerio Público y otros compañeros, algunos datos importante sobre la web oscura y cómo es utilizada como plataforma.
“Los ciudadanos deben estar conscientes que esto existe, especialmente para que no se conviertan en víctimas de los delicuentes que allí se pueden encontrar. Es importante que nos eduquemos sobre este tema y que estemos conscientes de la información personal sensible que colocamos en algunas páginas web, plataformas, entre otras herramientas”, comentó Picado.
Mayor castigo
El abogado Jose Adalid Medrano, especialista en Delitos Informáticos y Ciberseguridad, comentó que Costa Rica tiene una de legislaciones más fuertes sobre tipos penales informáticos, a nivel iberoamericano, por lo que muchas de las acciones delictivas que se realizan en la web oscura se encuentran tipificadas en el Código Penal.
Uno de ellos es el artículo 196 bis, que hace referencia a la violación de datos personales, específicamente con el tráfico de esta información.
“Recientemente se hizo un estudio que determinó que todos los datos personales de un ciudadano, incluidas las contraseñas y su identidad digital se pueden comprar en la Dark Web por solo $50 dólares. Este artículo lo que sanciona es precisamente eso, el tráfico que se puede dar en ese sentido, así que eso se realiza de forma frecuente allí es delito”, explicó el abogado.
A esto se suma también otra de las formas en las que estos grupos organizados buscan rentabilizar sus operaciones, esto por medio de la instalación de programas informáticos maliciosos, haciendo que tengan el control absoluto sobre un ordenador, y que cualquier usuario puede utilizar para vulnerar la seguridad de terceros. La pena en Costa Rica por este delito anda entre los tres y nueve años de cárcel.
“Estos grupos para generar dinero también venden envíos masivos de comunicaciones no solicitadas y también la denegación de algunos servicios. En nuestro país, el que se ofrezca esto es considerado delito”, dijo.
El abogado también hizo la salvedad que no todo aquello que se realiza en la web oscura es considerado delito, ya que algunos países con menos democracia que la que existe en Costa Rica, es utilizada para obtener información a la que no se puede obtener por otros medios.
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Esto significa que en el país no se sanciona el uso de una determinada tecnología, como la web profunda o la web oscura, sino el uso que cada persona le da.
“Estas dos plataformas no son buenas o malas por sí mismas, sino que lo serán los usos que le den los individuos. Vivimos en un momento histórico en el que tenemos que darle a los ciudadanos cada vez más herramientas que les permitan fortalecer su seguridad digital. Sabemos que siempre que existe algo para proteger, también podría ser utilizado para abusar”, expresó.
A pesar de tener una de las legislaciones más avanzadas en la región, Medrano también hace énfasis en que nuestro país no está completamente preparado para afrontar todos los abusos informáticos que se dan en Internet.
El especialista considera que otros de los aspectos en los que también se debe avanzar es en los temas procesales, que desde su punto de vista pueden ser los más escabrosos, ya que se requerirían nuevas herramientas que generarían un debate.
Si existe un punto de encuentro en este tema, es en el hecho de que para evitar ser víctima de estos criminales, comience por ser receloso con la información personal que coloca en sitios web y aplicaciones móviles.
Despierte la malicia y sospeche de lo que no le parezca correcto o que lo haga sentir vulnerable. Recuerde que puede estar a solo un clic de convertirse en víctima.