Hace tres semanas, Zinedine Zidane deslizó una frase que sentenció el futuro de Keylor Navas en el Real Madrid: “¿Plenos poderes? Yo no mando ni en mi casa.”
Ante una consulta de la prensa, aludió así a que el futuro del club lo gobierna el presidente, “gente importante que manda en la entidad” y no él, el entrenador.
Fue una suerte de mensaje cifrado para filtrar que había perdido el pulso con Florentino Pérez por el tico, quien recibió la noticia del propio director técnico.
Hay algo que no cuadra en esta decisión injusta con el guardameta de paradas antológicas que le permitieron al Madrid arrimar tres Champions a su vitrina.
¿No será de alto riesgo e insensato entregar la portería en exclusiva a Thibaut Courtois, cuando los relevos son Andriy Lunin, de 20 años, y el hijo del timonel?
La duda carcome más cuando uno repara en que el belga no es más que Keylor, como lo ratificó en esta pálida campaña en donde alternó goles bobos con producciones para el olvido.
El Madrid prescinde de Keylor en una edad envidiable, 33 años el próximo diciembre, en estado de madurez plena y con los reflejos y el sentido de ubicación intactos, para asegurar sus recitales de paradas.
Un arquero mejora a medida que las tres décadas se ensanchan en su vida, como la historia del fútbol comprobó con el alemán Sepp Maier y el italiano Dino Zoff, serenos, seguros, siempre en la trayectoria del balón.
Firmado hasta el 2021 y con una ficha de 5 millones de euros, Navas llevó al Madrid valores más allá del juego, como su espiritualidad, su fe inquebrantable y la adicción a sí mismo, para no romperse jamás.
Eso fue vital para sobreponerse a aquel pasaje ingrato, el 31 de agosto de 2015, cuando Florentino planeaba enviarlo en un vuelo privado a Manchester para canjearlo por David de Gea, pero se le cebó la operación.
El Real descarta a un arquero irrepetible que militó en sus filas 5 años, disputó 162 partidos, recibió 157 goles, mantuvo el arco en cero en 52 encuentros, y ganó 12 títulos, entre ellos 1 liga y 3 Champions.
No es la hoja de vida de un perdedor sino una loza pesada para Courtois, quien tiene una enorme tarea por delante para validarle a su patrón que aquellos 35 millones de euros pagados al Chelsea se justificaban.
En un hombre de fe como Navas este momento quizá tiene un origen superior, que busca proyectarlo a otro escenario en donde demostrará sus calidades y deparará nuevas alegrías.
El Madrid a veces se parece a una máquina desalmada que tritura hombres, sin importarle si la víctima se llama Iker, Raúl o Keylor. Pero, lo vivido, es inmortal.