(Rafael PACHECO GRANADOS)
Una nueva edición del clásico histórico se vivió ayer, entre la tarde y la noche de San Juan de Tibás.
Saprissa venció a Alajuelense por la mínima en las cifras. Y por mucho en vocación y entrega.
El espectáculo ofreció un primer tiempo de lujo para los tibaseños, con lo mejor de su repertorio, y una segunda parte en la que los monarcas atinaron a reaccionar y, sobre todo, a vender cara una derrota que se precipitó finalmente a golpe de fervor, aguacero y controversia.
Hay que destacar que las mejores acciones del toma y dame se dieron a lo largo de los primeros 45 minutos, cuando no había llovido.
En esta fase inicial, los locales lograron interpretar, al pie de la letra, las instrucciones de Rónald González, el estratega de extracción morada a quien, según parece, la flauta le comienza a sonar.
Por lo menos ayer, el espectáculo fue realmente vistoso para los anfitriones, alentados por un rugido de multitud, globos que planeaban desde las alturas y artificios de pirotecnia; chorros de luz que emergían desde el fondo mientras los equipos ingresaban al campo.
Primero aislar; luego, atacar. El libreto estaba escrito. La teoría de González consistía en cortar los circuitos de enlace de los manudos en primera instancia, para ligar después los avances por los costados que, eventualmente, podrían culminar en los cordeles del arquero Patrick Pemberton.
Así lo hicieron. Entre Diego Estrada, Diego Madrigal y Deyver Vega controlaron no solo las posibles triangulaciones de sus homólogos rojinegros, sino que gestaron reiterados avances, principalmente por las alas, donde los afanosos Juan Gabriel Guzmán, por la derecha, y Cristopher Meneses, por la izquierda, corrían y sudaban a mares en procura de defender la causa.
Al 37’, Diego Estrada distrajo las marcas; Deyver Vega tomó la pelota, se procuró él mismo un espacio, observó un resquicio y lanzó un dardo en curva que derrotó a Pemberton. ¡Golazo y ventaja!
Cuando los actores se fueron al descanso, la anotación parecía un justo reparto para el equipo que hacía mejor las cosas, puesto que en el lado rojinegro, la orfandad de Jerry Palacios, la mejor pieza de la Liga, era un hecho incuestionable.
Tormenta y controversia. En la etapa complementaria, la reacción del campeón nacional fue notable. Los hombres de Manuel Keosseián arreciaron con ímpetu en las inmediaciones de Adrián de Lemos, bien respaldado por sus gendarmes.
De súbito, al 72’, se desgajó el aguacero. En cuestión de minutos, el césped sintético se convirtió en un territorio de charcos que hacían imposible el manejo de la pelota.
Por eso la estrategia se desdibujó y dio margen a los gladiadores.
Ariel Rodríguez quedó frente al marco, remató y venció a Pemberton. Pero se barrió Cristhoper Meneses, despejó y siguió la lucha.
Dicen que el ojo electrónico de la televisión registró justo cuando el balón traspasó la raya de meta.
Sin embargo, nuestras retinas, obnubiladas por la lluvia y por la inmediatez, no lo pudieron precisar.
Al fin de cuentas, la jugada polémica sirvió para matizar un clásico que se peleó en buena lid, con intensidad, emoción y nobleza.