Un equipo es un organismo: un sistema donde las partes tienen su razón de ser en función del todo, y el todo es inconcebible sin el coordinado accionar de sus partes. Un equipo se comporta more biologicum, según el modelo biológico, tal una planta o un animal. En un torneo corto posiblemente gane el equipo que, en términos absolutos, juegue mejor. En una competencia larga (tal un campeonato de liga) las cosas son menos simples. Cuando se juega durante seis meses, un total de 20 jornadas, entra a contar un nuevo, determinante factor. Este factor es la inevitable sucesión de ciclos de plenitud, debilidad, enfermedad y reverdecimiento del organismo. No ganará necesariamente el mejor equipo –de nuevo, en términos absolutos–, sino aquel cuyo ciclo de máxima plenitud coincida con la fase decisiva del torneo,
Los equipos-organismos fluctúan, se enferman, se recuperan, recaen, alcanzan momentos de plena salud, se derrumban. Todo en ellos está ritmado por la vida misma y no hay técnico ni directiva que pueda evitarlo: ¡el vivir está hecho de declives y apogeos! Urge, entonces, sincronizar el máximo de salud del organismo con la etapa determinante del campeonato.
Durante la mayor parte del torneo, Alajuela y Heredia hubieran sido indiscutibles finalistas. Pero sus cíclicos períodos de plenitud y declive les hicieron llegar a la fase final en baja forma. Las piezas de los engranajes se erosionaron, o bien el todo no logró potencializar sus piezas. Hace tres meses, Saprissa no hubiera ganado un concurso de karaoke. Pero el organismo reaccionó, se autosanó –el paradigma de la autopoiesis: los organismos se curan y regeneran a sí mismos, tal la planta, que absorbe el dióxido de carbono y lo transforma en oxígeno–, y logró que el ápex de su salud coincidiera con las fechas decisivas. Dentro de este proceso de autosanación incluyo al técnico, que no es factor exógeno sino endógeno al organismo. Mientras Saprissa alcanzaba su punto de mayor plenitud, la Liga se enfermaba con una seguidilla de derrotas.
No gana el “mejor” equipo: gana aquel que haga coincidir su fase de plenitud con el momento decisivo de la justa. Cuestión de salud y enfermedad de los organismos, cuestión de administrar sus ciclos, cuestión de sincronía.