Así como provoca alegrías y desborda pasiones, el fútbol también genera tristezas profundas muy difíciles de asimilar y que marcan para siempre.
Que lo diga Yael López, a quien le ha tocado vivir las dos caras de la moneda. El lateral que juega este semestre con Alajuelense contó en el podcast ‘Corazón Manudo’ una historia poco conocida, pero que suele ser muy común entre quienes construyen sus sueños alrededor de un balón.
López narra que desde que tenía uso de razón el fútbol despertó un gran interés en él, sin sospechar que era algo que llevaba en la sangre y que sí tendría futuro. Aquel niño iba creciendo y a los cuatro años la inclinación por la pelota ya era muy marcada.
Cuenta que su abuelita era la que siempre lo llevaba a entrenar, cuando empezaba con Carmelita.
“Siempre me gustó, me llamó la atención, no sabía que mi papá (Nisson Perea) había sido jugador, nunca lo tuve presente. Más grande me fui dando cuenta y fue coincidencia que yo decidiera seguir esto tan seriamente como lo practicó él”, manifestó Yael López.
Hoy juega por las bandas, pero en realidad comenzó como defensa central y entre risas dice que siempre era capitán.
“Luego ya en Selección con Frank Carrillo empecé de lateral. Todas mis ligas menores fue de lateral, admiraba como jugaba a Harold Wallace, al Zorro (Carlos Hernández) que era una máquina, Argenis Fernández que era una bala, a Pablo Herrera lo vi mucho cuando estuvo aquí en la Liga, que era lateral y muchísimos, casi todos por la derecha”, relató.
En ese momento él llevaba todo el proceso de selecciones menores y era parte del grupo que se perfilaba para el Mundial Sub-17 que se disputó en Chile en 2015.
“Yo estaba con Carmelita y llevaron un montón de maes de Heredia y de la Liga y no habían jugado ni un partido, yo me había tirado todo el proceso y faltando un mes, cuando ellos llegaron, Popeye (Marcelo Hugo Herrera) me dijo que estaba afuera, casi me retiro. Me agarró una depresión”, confesó.
Hoy sabe que quienes lo ayudaron en aquel momento cuando sentía que el mundo se le vino encima tenían toda la razón, que no podía dejarse vencer ante un obstáculo y que el fútbol siempre da la oportunidad de ir en busca de una revancha.
“No todo en la vida es fácil, tal vez usted puede ver que usted trabaja siempre y siente que lo está haciendo bien, pero viene un golpe duro y después le toca levantarse y seguir”, aseguró.
Pero es que en aquel momento era un adolescente, que día a día había hecho sacrificios y que sentía que sí podía alcanzar esa meta de ir a esa copa del mundo menor.
“Recuerdo en serio que cuando eso me dio depresión, quería dejar todo lo referente al fútbol por fuera de mi vida. Mi abuela, que siempre ha sido mi apoyo y los demás integrantes de mi familia no dejaron que eso sucediera”.
Su reacción inmediata fue tratar de huir de la realidad y distanciarse del fútbol, que en realidad siempre ha sido una parte fundamental de su vida.
“No fui a entrenar con Carmelita, falté como tres semanas a entrenar, no iba. El entrenador fue a buscarme a mi casa, habló conmigo y fue una persona que me inculcó muchas cosas. Me dijo que siga, que hay muchas cosas por delante, que era una pequeña piedra en el camino y aquí estamos”.
A sus 23 años ya fue campeón con Saprissa y con Herediano, pero asegura que hoy cumple el sueño de jugar con el equipo en el que siempre quiso estar, el que seguía de niño y en el que su abuelita siempre lo quiso ver.
Sabe que sobre su espalda carga la duda de por qué es que no ha logrado quedarse en ningún club tradicional, pero él tiene la respuesta y es que es algo que se sale de sus manos.
“Yo soy ficha de Carmelita, mucho de no haberme quedado en otros equipos fue por eso, el primer equipo no le pagó una plata y yo tuve que salir y qué puedo hacer, no podía hacer nada en ese momento. Ahora con este equipo pasado lo mismo, tenían un convenio, se rompió y yo por otra cosa también decidí salir y dejar todo bien, pero ahí quedó y tampoco es mi culpa”, aseguró.
Insiste en que son temas extrafutbolísticos y que además, cuando iba a acabarse el torneo anterior ya todo iba muy adelantado para vestirse de rojinegro, donde llegó a préstamo por seis meses.
En la Liga, López vive un sueño, pues aparte de jugar donde siempre quiso, lo hace al lado de su hermano Miguel Andrés Ajú, quien fue uno de esos jugadores que poco antes de aquel Mundial Infantil entró en la lista y terminó yendo a Chile 2015.
Fue dos años después cuando Miguel Andrés Ajú y Yael López se percataron de que tenían en común algo más que la pasión por el fútbol. Aquel secreto que pocas personas conocían se descubrió: llevan la misma sangre.
Ellos son parte de los hijos que el exjugador colombiano Nisson Perea dejó en el país, luego de darse a conocer en el fútbol tico durante la temporada 97-98.
Antes de saberlo, Yael y Miguel Andrés jugaron varias veces en contra en partidos de liga menor.
Se enfrentaban, pero no caían en cuenta de que tienen rasgos tan parecidos que si alguien los hubiese visto juntos probablemente les habría preguntado si eran familia.
Aparte de las alegrías y las tristezas, el fútbol también le dio un gran regalo a Yael: un hermano.