Marvin Obando, jugador de San Carlos, siempre creyó firmemente en que el fútbol se podía combinar con el estudio. Hoy, con 36 años y un ligero cambio en su día a día, lo sigue manteniendo.
Asegura que cometió errores de joven, pero desde el inicio de su vida como futbolista sus papás le inculcaron la necesidad de asistir a la universidad.
Aunque por ahora no tiene el título en sus manos, persiste en la necesidad de ir a las aulas. Su llegada a los Toros del Norte lo alejó de Terapia Física, pero buscó otro gusto para seguir estudiando.
En el cantón alajuelense no impartían esa carrera, por lo que empezó a llevar Educación Física.
"Terapia Física la llevo hace rato, desde que estaba en Heredia, cuesta mucho por partidos porque a veces uno pierde cursos por faltar, las justificaciones ya no eran válidas, pero nunca he dejado de estudiar", asegura.
En una disciplina en la que las aulas normalmente quedan de lado, el pequeño zaguero inició con Administración de Empresas, después se dio cuenta que no era lo suyo y pensó en Veterinaria, pero se vio incapaz de lidiar con la sangre. Finalmente llegó a su pasión.
Con una carrera de 19 años en el fútbol, Obando no piensa en el retiro, pero cuando llegue estará preparado para recibirlo.
En San Carlos, donde vive desde junio, el futbolista empezó a llevar la licencia de entrenador y la combinación de eso con las otras carreras lo ponen a soñar con su propia clínica integral del deporte.
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“Me preparo para eso, ojalá que algún momento se me cumpla”, dice, convencido de que ha sabido aprovechar el tiempo libre.
En San Carlos vive entre la universidad, entrenamientos, el gimnasio, tardes de café con compañeros y su gusto por la buena comida.
"Estoy soltero, no tengo hijos, no dependo de nadie, sino de las decisiones que yo tome. Y tengo que aprovechar el tiempo en algo, no podría pasar en la casa haciendo nada".
Reconoce que en muchas ocasiones los jugadores utilizan esos espacios mal, los consume la fiesta y los videojuegos, entre otras cosas.
Desde joven supo que perder el norte en el fútbol es sumamente sencillo, su papá, mundialista de Italia 90, y su mamá lo guiaron en ese aspecto.
Aprendió de malas experiencias propias y, sobre todo, ajenas, por eso, asegura, entendió que no iba a vivir de esa pasión toda la vida.
“Es un deporte sumamente lindo, para mí el mejor trabajo del mundo, pero el ambiente es complicado, hay que saber manejarlo”.
Con la experiencia a cuestas de formar parte de Herediano por varios años, ser campeón nacional, pasar al Santos y ahora en San Carlos, sueña con un título que sería inesperado: “No es imposible”, afirma.