Mucho se ha publicado y dicho antes, durante y después de la reciente visita del famoso escritor Mario Vargas Llosa, pero todavía quedan algunas cosas interesantes que, me parece, es conveniente que conozcan los lectores de La Nación .
El jueves 19 de mayo, después de la presentación oficial de su novela La fiesta del Chivo en el Teatro Nacional, durante la cual Eduardo Ulibarri no hizo la presentación, como se esperaba, sino que, muy hábilmente, entró de inmediato en un diálogo inteligente con el autor, en el que se fueron descubriendo, como pequeños tesoros, varios secretos de la preparación y escritura del libro. Hubo un coctel al cual fue invitado un pequeño grupo de personas. Ahí, entre las bellas plantas que parecían asomarse por las ventanas y un buen vino, Vargas Llosa dejó al descubierto algunos otros de sus secretos.
Unido a Costa Rica. Me preguntó por mi pariente el profesor Bernal Herrera, quien fue su auxiliar durante un curso de literatura latinoamericana que dictó en una universidad en Washington, y le alegró saber que ahora es el asesor literario de la Compañía Nacional de Teatro. "Es un muchacho muy inteligente y preparado", dijo. "Fue otro eslabón de la cadena que me une a Costa Rica".
Le conté que uno de los personajes de su novela, Horacio Ornes, fue muy amigo de mis hermanas y visitaba mucho mi casa, tanto en Costa Rica como cuando vivimos en Nueva York, y que siempre hablaba sobre una invasión que acabaría con Trujillo. "Más bien fue Trujillo el que casi acaba con él y todos sus compañeros. Nunca se supo con certeza por qué el Dictador le perdonó la vida a él y a otros de los invasores mientras que en la forma cruel que acostumbraba mandó matar a los que señaló con el dedo. Supongo que fue para parecer magnánimo ante la opinión pública mundial, pero esto no se sabe con certeza. Murió no hace mucho. Era un puñito de huesos y piel".
Reales y ficticios. Le pregunté si no había tenidos problemas de reclamos o incluso con demandas de personas que pudieran sentirse lastimadas por la novela, como por ejemplo el hecho de que el Nuncio Apostólico hubiera prácticamente autorizado el asesinato del tirano cuando sus relaciones con la Iglesia Católica, sumamente cordiales e incluso de gran apoyo durante muchos años, se habían deteriorado tanto en los últimos años. "Cuando usé nombres verdaderos, personas reales, me documenté bien para que todo lo que saliera en el libro fuera cierto. Ahora, cuando usé personajes ficticios, seres creados por mi mente, ahí si no hubo ningún límite, como no debe existir nunca en los campos de la fantasía y la imaginación".
Finalmente le pregunté si había escrito otra obra de teatro últimamente y me contestó que sí, que tenía una nueva. "Te la enviaré apenas regrese a Londres", me prometió. Espero que alguna compañía teatral costarricense se interese en montarla y se repita el éxito que tuvo La señorita de Tacna hace ya tantos años.