Vivimos sobre una enorme esfera pétrea de casi trece mil kilómetros de diámetro, que debido a su delgada atmósfera se ve azul desde el exterior. Es solo un planeta de modesto tamaño dentro del sistema solar al que pertenece, y comparado con otros millardos de planetas existentes en esta galaxia. ¡Pero es nuestro planeta, nuestro hogar!
Las interacciones de la parte rocosa terrestre con los fluidos desprendidos de ella originaron a lo largo de muchos millones de años las partes líquida, gaseosa y viva que envuelven y habitan la superficie del planeta. Todo el voluminoso cúmulo de material no vivo, esto es, de rocas, minerales, suelos, sedimentos, fósiles, agua, hielo y paisajes geomorfológicos, es lo que conocemos como geodiversidad, forjada a lo largo de 4.570 millones de años y que es el origen y el soporte de la biodiversidad.
Desde que los antecesores directos de los humanos surgieron en el prolífico continente africano, unos siete millones de años atrás, se hace un uso paulatino de los recursos provistos por la geodiversidad para crear artefactos y avanzar técnica y tecnológicamente, desde la edad de piedra hasta el presente, desde las herramientas pétreas hasta los adminículos electrónicos, manufacturados con metales poco abundantes en la corteza terrestre. Dicho de una manera simple: sin la geodiversidad del planeta tierra, sería imposible el progreso tecnológico de la humanidad.
Por esos varios motivos, la Unesco designó el 6 de octubre de cada año como el Día de la Geodiversidad, el cual empezará a celebrarse en este 2022. Uno de los grandes objetivos de celebrarlo es promover el conocimiento y la alfabetización sobre sus variados aspectos, que permanecen ocultos o desconocidos para gran parte de la humanidad, debido a una deficiente educación geológica.
Somos muy analfabetos en geodiversidad, pero lo podemos superar y solucionar. Por ejemplo, en Costa Rica, de las ciencias básicas, la geología es la única que no tiene cabida reconocida en los programas de estudio, y sus contenidos se difuminan en los estudios sociales y poco en las ciencias.
Otro ejemplo: tenemos diecisiete símbolos nacionales, de los cuales solo los crestones tienen algún contenido relativo a la geodiversidad del país, mientras hay símbolos de nuestra biodiversidad, historia y tradiciones, y ni siquiera tenemos una piedra o una roca nacional.
Visto globalmente, la humanidad afronta grandes problemas, como la superpoblación, que asimismo conlleva otros problemas, como la gran demanda de los georrecursos sin alcanzar su sostenibilidad y el calentamiento global, por exceso de uso de algunos recursos.
Un mejor conocimiento de la geodiversidad podría generar novedosas ideas y soluciones paliativas sobre los usos del territorio, de los georrecursos y de cómo gestionar los riesgos de origen geológico e hidrometeorológico.
Aunque sabemos que vamos a extinguirnos algún día, eso no quiere decir que no vayamos a contribuir decididamente a tratar de no extinguirnos por nuestra propia obra y a intentar una mejoría en el tiempo útil de nuestra vida en la tierra.
Un amplio conocimiento de la geodiversidad es estratégico para alcanzar parte de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), que se pretenden lograr de aquí al 2030. Una aportación geocientífica fundamental podría darse en objetivos tan variados como una educación y alfabetización geológicas congruentes con nuestras necesidades socioeconómicas; la exploración, consecución y desarrollo de fuentes de agua potable; la generación de energías limpias o poco contaminantes acordes con nuestro entorno económico y social; la innovación industrial; los planes para procurar ciudades y comunidades sostenibles a partir del ordenamiento territorial y la gestión del riesgo; promover una real comprensión de la variabilidad climática, el calentamiento global y los cambios climáticos, y su relación con la geodinámica externa; un realce de la geodiversidad y su relación con la biodiversidad, así como el fortalecimiento de las instituciones públicas con una cimentación geológica que contribuya a la consecución de los ODS.
No se trata del ingenuo lema de “salvar al planeta” —que se salva solo en la prolongada evolución geológica—, sino de procurar y conseguir el bienestar humano y su entorno terrestre, a escala nacional y mundial, a partir de las contribuciones de las ciencias geológicas y el conocimiento de la geodiversidad, en vez de entregarnos a la simple ignorancia sobre nuestro planeta.
El autor es docente en la UCR.