La economía ha venido perdiendo el dinamismo que traía antes de la crisis financiera internacional del 2008, lo cual afectó la senda de desarrollo a largo plazo.
A consecuencia de ello, el PIB potencial bajó de un crecimiento medio del 5 %, en la década de los noventa, al 4 % en la primera década de este siglo, para situarse en uno inferior al 3 % a partir del segundo semestre del 2018, en parte, como resultado de los estragos causados por la covid-19.
Los intentos de reactivación económica del gobierno si acaso produjeron variaciones en el ciclo económico, sin incidencia en el crecimiento a largo plazo, que es lo que se requiere.
De manera similar, los shocks de política, particularmente los de oferta monetaria, repercuten en la demanda con efectos que alcanzan entre 12 y 18 meses, según advierten las autoridades del Banco Central cuando señalan que sus objetivos se dirigen a contrarrestar la caída cíclica de la producción.
Mayor mayúsculo. Son los continuos desplazamientos de la demanda privada, como consumo, inversión y exportaciones, los que aumentan y sostienen el potencial económico del país. Eso depende, en mucho, de la ejecución de adecuadas estrategias por parte de las autoridades gubernamentales y del optimismo que consigan transmitir a los agentes económicos de cara al futuro.
La producción y el ingreso deben crecer para que mejoren los estándares de vida de una población que hoy experimenta altos ratios de pobreza, desempleo, informalidad y desigualdad.
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Así como el papel de las exportaciones para promover el desarrollo económico fue objeto de intensos debates después de los años cincuenta, cuando la principal estrategia industrial del país era el crecimiento hacia dentro, a través de la sustitución de importaciones y protección de la industria nacional, de nuevo es necesario relanzar una política de crecimiento hacia fuera, en especial, una acompañada de la conquista de nuevos mercados que suplementen aquellos que se han ido agotando o no constituyen un motor poderoso para el desarrollo.
Experiencias. Existe extensa literatura y evidencia empírica sobre la relación entre exportaciones y crecimiento económico.
Se ha encontrado una correlación positiva y fuerte entre el crecimiento de la producción agregada real y el dinamismo de la exportación. Además, está demostrado que para que el crecimiento de la productividad total sea sustentable debe mejorar la eficiencia técnica mediante políticas domésticas que promuevan la inversión extranjera directa, la investigación, la educación y el adiestramiento del recurso humano.
Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), las empresas exportadoras tienden a ser más productivas y son cauce para la transferencia de tecnología, cuyo resultado es el arrastre tecnológico con encadenamientos positivos hacia delante y hacia atrás en la economía doméstica.
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Los países exitosos en el desarrollo de amplios mercados para sus exportaciones también han logrado alcanzar elevadas tasas de crecimiento de la producción. El mejor ejemplo son los denominados dragones del este asiático (Corea del Sur, Singapur y Taiwán).
En nuestro caso, es intuitivo, porque el mercado doméstico es sumamente pequeño y limitado, lo que dificulta a las empresas locales desarrollar economías de escala.
A lo anterior se suma una demanda pública disminuida por la crisis fiscal que, sobre todo, obstaculiza al gobierno realizar obras de infraestructura con efecto potenciador en el sector privado.
De ahí que, prácticamente, la opción más factible sea una mayor apertura del comercio exterior para ensanchar mercados y número de productos, con lo cual las industrias locales no tendrían límites para crecer a través de sus ventas al resto del mundo.
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La adhesión al Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico es fundamental para aumentar y sostener el crecimiento económico.
Además, en paralelo con lo que recomienda la OCDE, es preciso reducir las barreras arancelarias y no arancelarias, así como eliminar monopolios, pues las empresas se verán forzadas a producir bienes de mejor calidad y precio para sobrevivir.
La competencia genera aumento en la productividad, fuente vital de crecimiento económico, amén de que el contacto con firmas externas las condiciona a recibir continuo progreso tecnológico y de mercadotecnia.
El autor es economista.