En una reunión en Ámsterdam, el 20 de octubre de 1961, 12 asociaciones Europeas fundaron la Federación Internacional de Asociaciones de Controladores de Tránsito Aéreo (Ifatca, por sus siglas en inglés). Desde entonces, los controladores de tránsito aéreo del mundo festejan la fecha como el Día Internacional del Controlador Aéreo.
Los costarricenses también celebramos a estos funcionarios por su trabajo ejemplar en los cielos de nuestra patria. Cada vez que un avión aterriza o sobrevuela nuestro territorio, lleva el sello de un controlador aéreo; el sello de excelencia.
Un poco de historia. La historia de los controladores aéreos es interesantísima, y viene desde principio de los años cuarenta, cuando las empresas Pan American y TACA volaban a Costa Rica y contrataban a ciertas personas que sabían de comunicación y telegrafía.
Esas personas trabajaban para las dos empresas, no existía Lacsa todavía. En ese entonces, ya había una torre de control en La Sabana, y en el cuarto piso (o sea, debajo de la torre de control) estaba el cuarto de comunicaciones.
Ahí se hallaban los viejos radios HF, o de alta frecuencia, también conocida como onda corta, cuyas frecuencias van desde los 2.300 y los 29.999 kHz), el radio normal de comunicaciones y el telégrafo.
Cuando Pan American venía de Panamá, al pasar por Limón, sus pilotos se reportaban llamando al radio de La Sabana para darles ubicación y la estimación de llegada a San José. Entonces, por telégrafo, los especialistas (porque aún no se usaba el título de controlador aéreo) transmitían la información a Nueva York.
Cuando el avión se aproximaba a San José, el especialista subía a la torre de control y le informaba al piloto por radio las condiciones del viento y la presión barométrica. Además, le informaba de algún otro avión que anduviera por ahí, y que la pista estuviese libre. Una vez sobre el aeropuerto, el piloto hacía un circuito de tránsito y aterrizaba.
Educación formal. Los procedimientos de comunicación eran iguales cuando despegaban. Luego, a finales de los años cuarenta, salieron unas becas de la FAA (Federal Aviation Agency) para estudiar en Oklahoma, en una universidad donde preparaban a los, ahora sí, controladores aéreos.
El primero en ir a prepararse fue Mario Facio, en vista de que su hermano Gonzalo Chalo Facio estuvo involucrado en el triunfo de la revolución de 1948 y tenía la sartén por el mango.
De regreso de Oklahoma, con la licencia de controlador aéreo en la mano, la cual incluía licencias de meteorología, comunicaciones y navegación, empezó a laborar en la torre. Vale decir que la licencia que poseía era muy valiosa y se desperdició, pues abandonó la torre en vista de que el puesto era muy poco para sus aspiraciones, y don Chalo quería algo más digno para su hermano, por lo cual lo nombraron gerente de Servicios Aéreos Latinoamericanos (SALA), localizada donde hoy queda el colegio Luis Dobles Segreda, en La Sabana.
Otros que asistieron a esa universidad fueron José Luis el Macho Ortiz y René Picado padre; pero tampoco les interesó y no ejercieron como controladores. Hasta un presidente de la República laboró en ese puesto antes de llegar al Ejecutivo: Rodrigo Carazo Odio.
Pioneros. Los primeros controladores aéreos, llamados en ese tiempo “técnicos”, fueron en este orden los siguientes: a finales de los años cincuenta se fue Óscar Ríos, quien regresó de Oklahoma en 1951 y se convirtió en el primer controlador de La Sabana. Luego, llegaron a la torre Bernardo García, Argos Antillón y Fernando Salas, y un señor de apellido Olaso.
Los siguientes controladores gozaron de becas del Centro Internacional de Adiestramiento de Aviación Civil: Luis Villanni, Manuel Emilio García, Eduardo López, Edgar Quirós, Guido Sibaja, Bernardo Carballo, Melvin Ríos, Ronald Villalobos, Roy Solís, Bernal Mesén y Juan Carlos Barquero.
Posteriormente, se incorporaron otros queridos amigos como Pepe Trejos, Edgar Sequeira, Julio Villalobos y Johnny Arrieta. Estos costarricenses pioneros escribieron sus nombres con letras de oro, manteniendo seguros los cielos de Costa Rica hasta el día de hoy.
Lamentablemente, como sucede con todo lo que tiene que ver con aviación en Costa Rica, han sido olvidados y su trabajo parece no ser valorado en la dimensión correcta. Sin embargo, su labor es recompensada cuando los pasajeros y las tripulaciones llegan en forma segura hasta sus hogares.
Me uno a la celebración de estos profesionales que han mantenido seguro el cielo costarricense durante 68 años.
El autor es piloto.