Las empresas en zonas francas podrían pagar más impuestos, pero lo anunciado por el Gobierno y el PAC como parte del plan fiscal no tiene sentido. Anuncian con bombos y platillos que se van a recaudar $133 millones al año al imponer una tasa de impuesto de renta del 15%, pero al final, no se va a cobrar nada en los próximos años y en cambio sí van a ahuyentar a las empresas. Proponen imponer un gran costo al país sin obtener ningún beneficio. Veamos.
En el plan fiscal, se propone aumentar el impuesto de renta a compañías que inviertan en zonas francas al 15%, a partir de 2015. En primer lugar, el plan fiscal pretende resolver el déficit en el corto plazo, y una de las medidas más cacareadas empieza a regir para las empresas que van a hacer sus nuevas inversiones después del 2015.
Mientras tanto, vamos a ahuyentar empresas que están considerando invertir o reinvertir durante estos años en Costa Rica, al decirles que se aumentó el impuesto al 15%.
Primer punto: durante los próximos tres años esta medida va a recaudar 0 impuestos y en cambio tiene el potencial de producir mucho daño.
Me gustaría escuchar a algún economista explicar al país en qué año va a conseguir $133 millones en recaudación de los nuevos inversionistas de las zonas francas y cómo lo hará. Parece ser que la teoría económica es que si el inversionista sabe que el impuesto va a ser mayor en el 2015, entonces debe acelerar sus inversiones en Costa Rica. ¿Será que aprendieron de los comerciantes que ponen rótulos tipo “aproveche los precios bajos de hoy... pues mañana será más caro”? Segundo punto: el país debe dar señales positivas, optimistas, no hacer “mercadeo inverso” del tipo, “todo será peor mañana”.
No soy tan sofisticado, pero en mi experiencia en las negociaciones de café, la palabra de un beneficiador tico era sagrada, las negociaciones se hacían con “un pelo del bigote”, una vez que yo como exportador acordaba algo con un beneficiador, lo hacíamos verbalmente, la palabra se respetaba. La comunicación por escrito era algo para efectos formales, pero la negociación que valía se hacía por teléfono o cara a cara.
También, cuando competíamos contra café arábico de Panamá, Colombia o Vietnam, jamás intentamos aumentar nuestras exportaciones anunciando aumentos para el café de Costa Rica “porque lo necesitamos”, o porque “mañana subiremos el precio”. Creo que me perdí la clase de economía donde enseñan cómo aumentar ventas anunciando un aumento de precios y cambiando arbitrariamente algo ya negociado con anterioridad. Si apenas hace dos años el país reformó el régimen de zonas francas, ¿qué mensaje damos al mundo si ahora cambiamos las condiciones de forma antojadiza? Tercer punto: Los acuerdos se respetan, y cualquier cambio debe ser razonable y explicable.
Uno de los logros que podemos celebrar en Costa Rica es justamente la transformación de nuestra economía, al pasar de exportar materias primas agrícolas –o sea vender nuestro sol, terruño, y sudor, a exportar inteligencia y conocimiento en industrias como las de implementos médicos, alta tecnología, diseño digital, servicio al cliente, servicios administrativos y financieros, y muchas otras áreas.
Los dividendos de este desarrollo han sido un aumento del nivel de ingreso de la población en los últimos 25 años de aproximadamente 400 % en términos reales, conservación de nuestra biodiversidad, lo que, a su vez, creó una industria de turismo que es la envidia de muchos países y capacitación de muchas personas como resultado de trabajos sofisticados y bien pagados en compañías internacionales. Esto no ha sido suficiente para salir del subdesarrollo, pero la solución para mejorar no pasa por destruir lo que se ha hecho bien.
¿Con qué fin quieren arriesgar todo eso, haciendo un mercadeo inverso, que incentiva a los inversionistas a huir de Costa Rica y buscar otros países? Con una teoría sui géneris, que ignora completamente el ambiente competitivo en el mundo, o que tal vez parte de una postura ideológica contra las zonas francas.
Cuarto punto: si algo funciona, no trate de arreglarlo (ya de por sí hay muchas cosas que no funcionan y que sí requieren que el Gobierno las arregle).
Finalmente, el país debería cobrar el máximo ingreso que pueda recaudar de las empresas de zonas francas. Por ejemplo, podríamos pensar que si el país tuviera la competitividad de Chile, lugar 31 en el Índice de Competitividad Global que calcula año con año el Foro Económico Mundial, podríamos aspirar a cobrar el 15 % en zonas francas; aún más, pensemos que podríamos cobrar 21 %.
Costa Rica, que ocupa el lugar 61 en este índice de competitividad, decidió hace dos años aumentar a 6 % el porcentaje base para nuevas inversiones industriales en zonas francas en el área metropolitana, de manera que algo razonable sería proponer a los inversionistas que el país aumentará su impuesto según vaya mejorando lugares en este índice.
El supuesto subyacente es que estos impuestos se usarían para mejorar las condiciones del país. Así, por cada 10 puestos de mejora en el Índice de Competitividad el país el país podría cobrar 5 puntos porcentuales más de impuesto. Sin embargo, hace dos años cuando pusimos el 6%, estábamos en la posición 55; hoy estamos en la 61, hemos bajado 6 lugares, o sea, deberíamos más bien bajar la base' Quinto punto: Costa Rica necesita mejorar su competitividad.
Ojalá que los diputados revisen sus calculadoras, sus lecciones de Economía, o pregunten a la niña Pochita. Cualquiera les explicará que el quince por ciento de cero es cero.