La creación de la Agencia Espacial Costarricense (AEC) es sin duda una gran oportunidad, una ambiciosa idea, que podría en el futuro cristalizar el sueño aeroespacial de muchas niñas y muchos niños y adolescentes nacionales y de la región centroamericana.
No obstante, el éxito va más allá de la aprobación, requiere financiamiento, infraestructura y un desahogo económico que el país no tiene por el momento.
El artículo cuatro de la iniciativa señala una serie de funciones, entre estas desarrollar investigación e innovación tecnológicas para la solución de problemas de la humanidad.
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Parece un contrasentido elevar al espacio la capacidad nacional para dar soluciones, cuando localmente nadamos en graves problemas estructurales que tienen al país sumergido en una crisis social y ambiental.
Queremos sumarnos a la resolución de desafíos globales, pero somos incapaces de reducir nuestra huella de carbono, de detener el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero o de disponer adecuadamente de la basura que contamina ríos y playas.
Antes de pensar en financiar la agencia, con aportes de las instituciones públicas no financieras, es urgente tapar el hueco fiscal, mejorar el empleo y la calidad de vida de los habitantes.
¿Cómo pedir más si las instituciones públicas ya no resisten? Otro nuevo intento de imposiciones financieras elevará a la estratosfera el disgusto nacional y multiplicará anticuerpos contra la AEC.
Candil en la calle, oscuridad en la casa. La AEC es parte de un plan visionario global en el que oportunamente Costa Rica debe participar. Sin embargo, antes de toda investigación espacial, era preciso resolver los pasivos ambientales, sociales, legales, financieros y económicos que nos delatan como incapaces de afrontar los retos actuales.
No podemos ser candil en la calle y oscuridad en la casa, pues nuestro modelo de desarrollo nacional es insostenible y la forma como gestionamos el territorio es inadmisible.
Seguimos deteriorando los recursos naturales continentales y marinos y los servicios ecosistémicos. Nuestra forma de vivir raya en la inconstitucionalidad y riñe contra el artículo 50 de nuestra carta magna.
El capítulo sobre armonía con la naturaleza, del último Informe Estado de La Nación (2020), o el Segundo informe nacional voluntario de objetivos de desarrollo sostenible Costa Rica 2020, del Mideplán, nos recuerdan el rezago que tenemos en el desempeño y cumplimiento de metas de la agenda 2030 y que nuestros instrumentos de política (convenios, leyes, decretos) siguen desconectados de acciones para una agenda de progreso igualitaria y sostenible.
Salvemos nuestro microcosmos. Antes de acoplarnos a la exploración espacial de recursos fuera del planeta, es prioritario poner los pies en la tierra y ayudar a frenar el cambio climático, la desertificación y la pérdida de hábitats esenciales.
Es urgente volver a soluciones basadas en la naturaleza y procurar que la ciencia, tecnología e innovación sean las rutas hacia el desarrollo justo, inclusivo, democrático y resiliente.
Soñar con la conquista ultraterrestre requiere un buen desempeño del principio básico de la ética humana: cuidar la única nave que tenemos para viajar por el espacio. Este microcosmos llamado Costa Rica espera pasajeros que aún no han nacido.
El autor es académico e investigador.