Leí con interés el editorial de La Nación del pasado lunes 12 de setiembre. Me llamó muchísimo la atención el grado de conformismo y pasividad del editorialista, quien da por sentado y aceptados los lineamientos de política monetaria y cambiaria.
Nunca como hoy se presentan factores positivos a favor de un Banco Central más proactivo. Un nivel de reservas monetarias internacionales cercano a los $8.000 millones, un precio del petróleo sin precedentes históricos por debajo de los $50 por barril y unas metas de inflación muy superiores a la inflación observada, pasan inadvertidos en este editorial y, prácticamente, se concluye que no hay ningún cambio que hacer y que el único problema o desajuste macroeconómico es el desequilibrio fiscal.
Sin entrar en mayores detalles, mi vida ha sido siempre la búsqueda de la excelencia y la no conformidad con el statu quo, por eso está rigurosidad y evaluación estricta de la ejecutoria de nuestro ente rector del sistema financiero; por cierto, según mi criterio, la entidad pública técnicamente más calificada.
Señalaré algunos temas para reforzar mi conclusión que la tarea no está concluida ni cumplida:
k Reformas financieras inconclusas: Después de la crisis de los años 80, fue significativo el avance del Banco Central en la promoción de un sistema financiero más eficiente. Sin embargo, casi tres décadas después, es evidente que el grado de competencia en la intermediación financiera en colones no es el adecuado, con una concentración de casi el 80% de los activos y pasivos en esta moneda en los bancos estatales. Aunque existe un proyecto de Ley de Seguro de Depósitos y Resolución Bancaria, duerme el sueño de los justos en el Congreso y el que por antonomasia debería estar liderándolo y promoviéndolo, es decir, el Banco Central, brilla por su ausencia o pasión y proactividad en lograr que se apruebe con brevedad para nivelar la cancha, dar seguridad al pequeño ahorrante y permitir una mayor competencia en dicho mercado. Adicionalmente, el sistema de prestamista de última instancia mantiene los problemas estructurales de fondo, que hacen que el redescuento no funcione, con un riesgo sistémico inmenso para la estabilidad del sistema financiero, objetivo, por cierto, que le manda el artículo 2 de la ley al Banco Central.
k Nivel y diferencial de tasas de interés: Cuando a mediados de la década del 2000 discutíamos con las autoridades financieras del momento sobre la belleza que sería tener niveles de inflación de un dígito, jamás veíamos esto como un fin en sí mismo, sino como un medio para lograr tasas de interés en colones también de un dígito. Diez años después, no puedo negar la desilusión que siento de tener tasas de inflación incluso negativas o menos del 1% y que aún nuestra tasa de interés promedio del sistema financiero en colones sea de dos dígitos. Peor aún, tasas de interés reales de crédito de dos dígitos y que han crecido más de cien puntos base en esta administración.
k Eficacia de la política monetaria: Aunque esta administración del Banco Central, para mi gusto un poco a destiempo, ha implementado una reducción significativa de la tasa de política monetaria en los últimos dieciocho meses, el mecanismo de transmisión no ha funcionado y apenas se ha traducido en un ajuste a la baja de la tasa básica pasiva en un 40% de dicha reducción, pues el resto ha sido ilusorio por un cambio de metodología promovido también por el Central. Por qué no se está traduciendo al mercado el cien por ciento del ajuste a la baja, dónde están los cuellos de botella, quiénes lideran el mercado de intermediación en colones, cuál es la eficiencia operativa de nuestros bancos y cómo se comparan con el benchmark internacional. Además, cuál es el plan estratégico de migración de las transacciones bancarias de nuestros bancos comerciales del Estado de las sucursales de ladrillo y cemento a los medios digitales y electrónicos, incluida la telefonía celular y qué se debe hacer para romper el poder monopólico de los bancos comerciales del Estado en el mercado en colones; en fin, todas preguntas de incumbencia del ente rector del sistema financiero.
k La satanización de los dólares: en los últimos meses, las autoridades de nuestro sistema financiero han anunciado una serie de medidas para encarecer los dólares. Además de haber subido el encaje mínimo legal en esa moneda para todos los instrumentos de captación, incluidos préstamos del exterior, no importa el plazo, ahora el Central anuncia en la última revisión del programa macroeconómico una propuesta de reforma de ley para diferenciar y aumentar más los encajes en dólares, o incluso regresar al pasado, con solicitud de autorizaciones para endeudamientos en el exterior.
Craso error, me parece, cuando todo el esfuerzo debería centrarse en abaratar los colones, para que sea, no por la fuerza y el garrote, sino con la zanahoria que se incentive a los diferentes agentes económicos a escoger el colón como su moneda de endeudamiento.
k Estabilidad nominal cambiaria como objetivo de política: El editorialista muestra también conformismo con la política cambiaria actual. Desde mayo del 2014, el tipo de cambio prácticamente ha sido fijo con una apreciación absoluta de treinta y cuatro céntimos de colón y relativa de apenas 0,03%. Aunque se nos ha anunciado por parte de las administraciones del Banco Central, la migración del sistema de minidevaluaciones a regímenes más flexibles de bandas cambiarias y, desde febrero del 2015, a uno de flotación administrada, lo contradictorio es que más bien la variabilidad cambiaria medida por el coeficiente de variación es hoy muy, pero mucho más baja que en los sistemas pasados. Además, se da por sentado que el artículo 2 de la ley del Central le manda la estabilidad externa del colón, entendida esta solo como la no volatilidad del tipo de cambio nominal, aunque bien podría también ampliarse el concepto y ser más ambicioso para abarcar una meta a mediano plazo de una estabilidad sin el velo monetario, o sea de un tipo de cambio real estable y competitivo como objetivo de política cambiaria. Por otra parte, ni el Banco Central ni el editorialista parecen preocuparse por la competitividad del país a corto plazo. Claro que factores como la infraestructura, la educación y la tramitomanía inciden en la competitividad, pero negarse a aceptar que la reducción del tipo de cambio real nos resta competitividad de casi treinta puntos porcentuales en la última década es querer tapar el sol con un dedo.
k Ilusión del crecimiento económico: tanto el Banco Central como el editorialista se muestran complacidos con las tasas de crecimiento económico. Sin duda hay sectores muy ganadores, la mayoría concentrados en el régimen preferencial de zonas francas, en particular la industria de dispositivos médicos de precisión y los centros de servicio compartido y de llamadas. Qué bueno que esto continué así, pero la realidad es que son solo cerca de 80.000 privilegiados costarricenses, bilingües, digitales y globales que tienen la fortuna de trabajar en esos nichos. De igual forma, conforme sigue avanzando la bancarización y la penetración de seguros en el país, ambos fundamentales para reducir los costos de transacción y mitigar los riesgos de los actos de Dios, lo cierto es que solo 40.000 costarricenses disfrutan de este crecimiento. De los 2 millones de ocupados en el país, entonces, si se excluyen estos 120.000 de los sectores ganadores y 300.000 del sector público, quedan cerca de 1.600.000 ticos que se desenvuelven en sectores que crecen a lo sumo un 4% o menos. De particular preocupación son los campos que generan empleo de mano de obra no calificada, como la agricultura o construcción. En el primer caso, recuperándose apenas del fenómeno de El Niño del año pasado, pero que, si se compara con los niveles del 2014, aún las tasas de crecimiento son negativas, cercanas al 3%. En construcción, las últimas cifras que se muestran del IMAE son preocupantes y oscilantes, tanto en obra pública como en aquellas dirigidas al sector privado, con caídas significativas este año. ¿Y las alianzas público-privadas que han usado países competidores nuestros con tanto éxito para la aceleración de ejecución de obra pública?
De manera tal que, siendo totalmente objetivos, nuestro aparato productivo principal y generador del mayor empleo solo crece cerca del 3,5%, tasa insuficiente para reducir el nivel de desempleo promedio del 9% del país, pero del 30% en los quintiles de ingresos más bajos en zonas rurales y en el sector de jóvenes, todo lo cual atenta contra la estabilidad política y social que ha sido la ventaja competitiva de fondo de Costa Rica, respecto al resto de Centro o Suramérica.
No pareciera ser que la tarea que la misma ley encomienda al Banco Central esté cumplida y, por el contrario, debería salirse de la zona de confort y pasividad que el mismo editorialista acepta, para aprovechar la coyuntura favorable, a fin de facilitar condiciones de reactivación económica y pleno empleo, estabilidad, eficiencia y competitividad del sistema financiero, un sistema de pagos más moderno, digital y con menores costos operativos y de transacción; así como velar por el buen uso de las tan preciadas reservas monetarias internacionales, que tanto ha costado acumular como blindaje de seguridad para tener ahora que gastarlas para tapar el hueco de financiamiento que el déficit del Gobierno necesita, ante la ausencia de una verdadera contracción de gastos y reforma tributaria; ambos necesarios y simultáneos para el futuro de nuestra querida Costa Rica.
El autor es economista.