Hay momentos en que una institución pública al servicio de los costarricenses debe dar marcha atrás. La oportunidad de eliminar la restricción al crecimiento del crédito es uno de ellos. Lo han pedido respetuosamente una serie de personas e instituciones, desde la Asociación Bancaria y la Unión de Cámaras, hasta economistas independientes, este periódico y el Gobierno de la República. Dar marcha atrás con buenas razones no lesiona la autonomía del Banco Central. Más bien, fortalece su credibilidad.
Las razones que podría invocar para eliminar la directriz limitante de la expansión crediticia en moneda nacional y extranjera emanan de los considerandos de otra decisión del propio Banco Central: la No. 5600 del 19 de junio del 2013, dictada en ocasión de la reducción de la tasa de política monetaria para estimular el gasto e inversión, y contribuir a mitigar el desempleo. En ella, el Banco Central dijo textualmente: “Las estimaciones de la brecha del producto señalan que existe holgura de capacidad productiva y que esta condición se mantendrá en los próximos trimestres, lo cual da margen para una reducción en la tasa de política monetaria, sin comprometer el logro del objetivo inflacionario de la programación macroeconómica”
Luego, agregó: “La conveniencia de modificar a la baja la tasa de política monetaria para considerar los objetivos subsidiarios del Banco Central en cuanto a actividad económica y empleo, sugiere que la magnitud del cambio debe ser suficiente para permitir mayor flexibilidad a los ajustes previsibles en las demás tasas de interés del mercado financiero”. Por eso, precisamente, modificó en cien puntos base su tasa de interés.
Si la brecha del producto (capacidad ociosa) aconseja estimular la demanda agregada para impulsar la producción, y si el Banco está obligado a actuar de esa manera para cumplir lo que le manda la ley en cuanto al objetivo secundario de lograr la ocupación plena de los recursos, ¿qué sentido tiene mantener una restricción que actual o potencialmente constriñe la actividad bancaria y productiva y que, a la vez, se aparta de la ley? El Banco no ha valorado bien sus propios considerandos, plasmados en la primera resolución. Las razones esgrimidas en un documento posterior, intitulado Eliminación de los límites al crecimiento del crédito del sistema financiero al sector privado , dado a conocer el 10 de julio, no contiene un razonamiento suficientemente válido para mantener la restricción.
Acepta, por un lado, que la inflación ya volvió a ubicarse dentro de los límites programados, y que los capitales extranjeros han dejado de presionar el mercado cambiario, pero, por otro, aduce que preferiría tener los instrumentos legales para gravar esos capitales, si volvieran. Puestos en la balanza esos dos razonamientos, más el hecho innegable de la reducción tan marcada de la tasa de crecimiento de la producción y la presión sobre el desempleo –la Unión de Cámaras estima que se han perdido 14.000 puestos de trabajo por la restricción–, es mucho más apremiante eliminarla que condicionarla a la aprobación de un proyecto de ley cuya aplicación no sería inmediata.
Como dijimos en una editorial anterior, el incremento en las tasas de interés en los EE. UU. y la devaluación de algunas monedas de países latinoamericanos, incluyendo Chile, Perú y Brasil, más bien apunta en la dirección contraria. El celo del Banco Central en ese sentido no solo no se justifica, sino que debe ceder ante objetivos más prioritarios e importantes, como el crecimiento de la producción y del empleo.