La presidenta de la Fed, Janet Yellen, en la conmemoración del 125.° aniversario del ingreso de mujeres a la Universidad de Brown, hizo un recuento sobre la difícil, pero indiscutible ruta de la incorporación de las mujeres al mercado laboral en los Estados Unidos y los réditos de ello para las familias, las empresas y la economía.
Pese a tener una educación de primera calidad, a las mujeres les era muy difícil encontrar trabajo salvo en educación o como secretarias. A ello se suma el rechazo social a la casada trabajadora. En los años 1920, solo el 20% trabajaba y solo el 5% eran casadas.
La situación mejoraría entre 1930 y los 80 gracias al mayor acceso a la educación secundaria, las facilidades tecnológicas en el manejo del hogar y la creación de empleos administrativos. Esto facilitó al 50% de las solteras y al 40% de las casadas su incorporación a la fuerza laboral, aunque estas últimas fueran vistas como proveedoras secundarias.
Fue en los 90 cuando se llegó al punto alto del 74%, un importante avance, pero menor al 93% de los hombres. Las estadounidenses enfrentaban los mismos retos que las costarricenses, como lo son una menor remuneración salarial por igual trabajo que los hombres, ser relegadas a ciertos puestos o la dificultad de ascender. Con la baja participación, los Estados Unidos perdieron la oportunidad de incrementar su riqueza en un 5% del PIB anual.
Lo dicho por Yellen debe llamar a la reflexión en Costa Rica, cuya participación de la mujer en el mercado laboral es muy baja. Según el documento Estudios Económicos de la OCDE, Costa Rica (2016), ocupamos la tercera posición más baja; pues apenas superamos el 50%, en tanto la media excede el 60%, e Islandia, como líder, sobrepasa el 80%.
Como dijo Obama: el desarrollo de los países se medirá en el trato a niñas y mujeres, en donde su autonomía económica debe ser una prioridad del país. Debemos profundizar el proyecto clave de la administración de la expresidenta Chinchilla: la red de cuido.
Debemos ampliar su cobertura y acceso. Hoy solo el 15% de los menores de tres años asisten a centros de cuidado y un alto porcentaje provienen de progenitores de alto nivel educativo. Estamos sembrando las semillas de la desigualdad. El acceso al cuidado no solo incrementa la participación femenina en el mercado laboral, también mejora los resultados escolares y mitiga las desigualdades sociales.