Es como si, en materia financiera, una calificadora de riesgo nos elevara de AA+, un rango de por sí bueno, hasta AAA, el mejor posible. Esta excelente noticia debería ayudarnos a poner en su justa perspectiva la solidez de nuestro sistema político, a menudo criticado, pero sin olvidar sus debilidades y las tareas que nos imponen.
El índice toma en cuenta cinco categorías: proceso electoral y pluralismo, libertades civiles, funcionamiento del gobierno, participación política y cultura política. Cada una de ellas se descompone en varios indicadores y del promedio emerge el resultado. El máximo es 10. Para ser calificado como “democracia plena”, un país debe sumar más de 8. Este año, Costa Rica obtuvo 8,07 puntos (Noruega alcanzó 9,87); el pasado, 7,88, y la mayor nota que hemos alcanzado en los 11 años del estudio ha sido 8,10, en el 2011 y 2012. No sorprende que la categoría con peor promedio fuera participación política (6,67), seguida por el desempeño del gobierno y la cultura política, cada una con 7,50. En cambio, en proceso electoral y pluralismo alcanzamos un impresionante 9,58, y en libertades civiles, 9,12.
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Sin duda, nuestra democracia goza de buena salud, pero necesita un Gobierno más robusto y eficaz, y mejores canales de acción y representación ciudadana. Son componentes clave para convertir en beneficios más tangibles nuestro sólido entramado de libertades y derechos: solo su conjunción nos permitirá disfrutar de un régimen democrático aún más pleno. Reconozcamos que ya es envidiable, pero no cejemos en la tarea de perfeccionarlo y protegerlo.
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Eduardo Ulibarri es periodista, profesor universitario y diplomático. Consultor en análisis sociopolítico y estrategias de comunicación. Exembajador de Costa Rica ante las Naciones Unidas (2010-2014).