Menosprecio por las transformaciones en su industria y entorno competitivo. Apego a un modelo de negocios en retroceso. Dispersión estratégica. Implementaciones fallidas. Arrogancia monopólica. Apaciguamiento sindical. Pobre gobernanza corporativa. Obesidad burocrática. Descontrol financiero. Falta de transparencia y pobrísimo rendimiento de cuentas.
Que el ICE haya sobrevivido a tantos vicios parece milagroso, pero no lo es. Hay explicaciones concretas; por ejemplo, su monopolio de años, que mutó a predominio; su músculo técnico; el acceso al crédito, respaldado por activos, flujos de ventas y una garantía estatal implícita; la facilidad de pagar ineficiencias subiendo tarifas eléctricas; los límites a la generación privada; y los obstáculos (ya casi imposibles) a quienes lo desafían desde la innovación. Pero la razón mayor, sombrilla de las anteriores, es otra: por varios años, el Estado aceptó que la institución llegara a convertirse en fin y se alejara de ser medio para impulsar el desarrollo.
Es esta concepción, apuntalada por intereses creados, anclas ideológicas, una simbología soberanista meticulosamente elaborada y gobernantes sin recursos (o ganas) para poner orden, lo que explica la tolerancia a una cadena de decisiones desastrosas. La revelación más reciente se vincula con la compra de Cable Visión, en el 2013: ni más ni menos que la estatización, a enorme costo, de una empresa en retroceso y agobiada por la competencia. Ya entonces acumulaba pérdidas, nunca ha cesado de hacerlo y hasta ahora se ha tragado ¢23.000 millones. Peor aún, su presunta relación estratégica con el ICE nunca se materializó.
En medio de todo esto, hay señales de una renovación en proceso. En parte, la explica una razón dolorosa: la acumulación de desaciertos se ha vuelto insostenible, las finanzas de la institución están en rojo y el oxígeno estatal y social no alcanza. Ya no es posible patear más la bola. Pero también hay un hecho auspicioso: la presidenta ejecutiva, Irene Cañas, está ejecutando vigorosos cambios. Muy pronto vendrá el contraataque de los intereses creados, dentro y fuera del ICE. Espero que su Consejo Directivo y el presidente, Carlos Alvarado, apoyen y estimulen el metódico ímpetu de Cañas. Por el bien del ICE y de todos.
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Eduardo Ulibarri es periodista, profesor universitario y diplomático. Consultor en análisis sociopolítico y estrategias de comunicación. Exembajador de Costa Rica ante las Naciones Unidas (2010-2014).