Al calor de la campaña política que hoy concluye, algunos críticos improvisados –o más bien, desorientados– practicaron lo que muchos podrían considerar una leve forma de censura, aplicada, tan solo de manera temporal, a la creación literaria. Es importante tomar nota de que, en realidad, se trató de un acto vergonzante de intolerancia, que consistió en confundir deliberadamente a un creador artístico con su obra, con el único fin de desprestigiarlo y haciendo caso omiso de las circunstancias en las que un artista realiza su trabajo y de los recursos que la naturaleza del arte le permite, y a veces le exige, al creador. Estos manipuladores de la crítica no vacilan en tomar un trabajo artístico como pretexto para desautorizar, no a los personajes o a otros elementos de la obra, sino a la persona del artista.
Es de advertir que, aun cuando ellos mismos participan regularmente en actividades de entretenimiento susceptibles de ser calificadas de degradantes, detrás de sus gorjeos moralizantes ocultan segundas intenciones. Cuando, por ejemplo, tomaron un cuento –es decir, una obra de ficción– intentaron convertirlo en un retrato psicológico del autor, algo que hicieron a la fuerza, una fuerza que solo pudo nacer de la ignorancia o la mala fe. Para ellos, si un escritor describe, en un cuento o en una novela, los motivos y los actos de un asesino, lo hace porque él “es” un asesino idéntico al de la historia. ¡Así de simple! De darles la razón, estaríamos admitiendo que la creación artística debe ceñirse a los límites de una expresión bobalicona, edulcorada, con olor a vainilla y en colores pastel.
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Así como las supuraciones de una infección aún no febril anuncian la enfermedad, esos censores larvados revelaron que en nuestra sociedad existe, no sabemos desde cuándo, un peligroso foco de intenciones represivas que no debemos tomar a la ligera. No se trata de una “leve forma de censura aplicada, tan solo de manera temporal, a la creación literaria”, sino de los síntomas de un proyecto de acción permanente que, si llegara a consolidarse, tras desbordarse sobre el arte lo hará sobre la ciencia y sobre la religión: en suma, sobre la libertad de pensamiento. Lo ocurrido en la campaña política en este terreno, tuvo la ventaja de indicarnos que la infección ya está inoculada.
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