«Dubito, ergo cogito», dijo Descartes, «dudo, entonces pienso». Después seguiría su aforismo, cogito, ergo sum (pienso, entonces existo). El mundo se quedó con que si pensamos, existimos. No siempre es cierto. La política prueba que se puede existir sin pensar mucho. Pero lo esencial del cartesianismo no es pensar, sino dudar. La base de su filosofía es integrar en la vida la «duda metodológica» y cuestionarlo todo.
LEA MÁS: Perspectivas: No estamos bien
Por eso, me pregunto si alguna vez alcanzaremos una masa crítica de sensatez institucional. Es increíble ver incrustadas entidades donde la lucidez ciudadana se estrella contra la irracionalidad. No entiendo cómo instituciones que no tienen razón de ser se enmarcan en esquemas ideológicos. Hay muchas. En algunas es discutible su pertenencia al Estado, como el ICE, bancos y seguros. Ahí es cosa de opinión. Cada cual con sus razones y sinrazones. Pero hay otras, ¡ay, por Dios! Esas más allá de ser lastres económicos, materializan resistencias al pensamiento crítico.
LEA MÁS: Página quince: La encrucijada de Biden
Ahí están Fanal, CNP, Inder y Recope. La refinería que no refina es metáfora encarnada de lo obsoleto, de lo que si alguna vez fue válido, ahora tiene su delai dépassé, tiempo de caducidad expirado. El escándalo es que no existe partido con arrastre electoral que se atreva a hacer campaña con librarnos de esa rémora. Se entiende que la inercia es más fácil que la acción. No sé por qué se supone impopular arremeter contra andrajos de otrora. Así de comprometido está el Pacplusc en conservar en formalina cegueras sociales cadavéricas. Esa imagen retrata la cobardía intelectual de nuestras élites. Mentiría si dijera «pobreza intelectual». Es cobardía porque se sabe lo que hay que hacer.
LEA MÁS: Perspectivas: Ningún consuelo
Mi buen amigo Jorge Vargas dejó en el tintero que si el «buen gusto» defiende el statu quo (4/2/2021), también lo hace el «mal gusto» de preservar dinosaurios. ¿De dónde vendrá la luz? ¿De la empresa privada? ¡Olvídense! Basta con ver a la Uccaep defender lo indefendible, una piedra más en el empedrado camino del acuerdo con el FMI.
Pero lo de Recope no tiene nombre. Es tragicomedia de lo insufrible. Esa institución nos obliga hoy a contemplar impotentes una negociación colectiva oscura de nuevos privilegios. Es descaro vivo de un bochorno ético.
La autora es catedrática de la UNED.