En abril del 2014, pasada la segunda ronda electoral y antes de la designación del primer Directorio legislativo, dije: “El primero de mayo será electrizante. Pero la negociación no se agotará ese día. Se repetirá todos y cada uno de los días durante los próximos cuatro años, donde la mayoría legislativa se va a tener que definir y redefinir en un constante devenir”. Para verdades, el tiempo.
Lo sucedido este 1.º de mayo refleja la madurez de la democracia costarricense. En esta nueva etapa del pluripartidismo, donde ninguno detenta la mayoría absoluta, el distintivo esencial será construir alianzas al mejor estilo de la tradición europea. Estamos avanzando, de hecho, hacia un régimen más (semi) parlamentario, donde el poder Legislativo puede decidir retomar las riendas de la agenda nacional cada vez que la del Poder Ejecutivo se descarrile.
Me gustó mucho el acuerdo para elegir al nuevo Directorio. Fue transparente, sin dobleces, con las cartas sobre la mesa. Responde, además, a la representación real del electorado. Liberación jugó muy inteligentemente. Siendo mayoritario, le despejó la cancha a la Unidad para apuntar a la presidencia, pero se dejó las dos cartas secretariales, claves para lograr acuerdos. El PUSC vio la oportunidad de reivindicarse por lo acontecido un año atrás, y anotó. Escogió, para presidir, a un hombre maduro y conciliador, cuya humildad (bien entendida) contrasta con la arrogancia de otros.
Los demás partidos signatarios de la alianza también se la jugaron muy bien. Sabían que las cifras no les daban para exigir posiciones más notorias, pero podrán influir en la agenda con propuestas y posiciones bien definidas en los grandes temas nacionales.
Para los partidos relativamente pequeños, conformar alianzas es la forma natural de responder a sus votantes. Es poder decirles que sus ideas también cuentan y que, al final, valía la pena el viaje.
Después de la elección, en los discursos de los jefes de fracción percibimos muchos elementos comunes y valiosos. Rescato algunos de ellos: no aprobar nuevos impuestos sin antes reducir efectivamente el gasto, imponer reglas al crecimiento del déficit y la deuda, y reactivar la economía para medir el faltante fiscal real una vez que los nuevos ingresos asociados al crecimiento se incorporen a la corriente normal.
El nuevo ministro de la Presidencia no lo comprende así y quiere echarse el pulso con la nueva mayoría, según trascendió en una entrevista. ¿Será la mejor estrategia? ¡Mmm! Espero que no corra la misa suerte de su predecesor.
*Jorge Guardia es abogado y economista. Fue presidente del Banco Central y consejero en el Fondo Monetario Internacional. Es, además, profesor de Economía y Derecho económico en la Universidad de Costa Rica.