Hasta hace poco, un mismo individuo —llamémosle Varguitas para no divulgar su nombre real— caminaba a un banco y recibía dos respuestas a la hora de pedir un préstamo. Dos tratos distintos a la misma persona, con la misma cédula y vestimenta, e igual de feo.
Si el préstamo era para un carro, de lujo y caro, se lo daban ahí nomás, ¡pum!, en dólares y casi sin preguntar. Jauja. Si el préstamo era para un emprendimiento, el oficial de crédito arrugaba la cara y, acto seguido, sacaba una hoja con todos los requisitos por reunir, incluyendo el ADN de la tatarabuela.
Los bancos estaban para financiar consumo, no para la producción. En los préstamos de consumo hay tasas más altas, más rentabilidad y un mecanismo bien aceitado. Todo asentado, por supuesto, en un valor cultural que movió masas: tener carro propio es cool, aunque quedara usted endeudado hasta la maceta; andar en lata (autobús) es para perdedores.
Lo acepto: estimular el consumo es importante para la economía del país; sin embargo, descuidar la producción es fatal. Eso es lo que el sistema bancario hizo por mucho tiempo: chinear a uno en detrimento del otro. Se montaron por la fácil y me temo que ahora, cuando el sistema financiero debiera desempeñar un papel muy positivo en un programa de reactivación económica que urge, a varios se les olvidó que era eso de financiar la producción. Mucho tiempo en la zona de confort.
Nuestro sistema financiero es mixto: hay bancos públicos y privados. Esa combinación es bien interesante, pues la coexistencia impide que, en principio, dos o tres personas tengan a un país agarrado por el cuello. Como no soy experto en la materia, dejo a los que más saben la discusión sobre las distorsiones y las limitaciones de ese sistema y sobre si el Estado debiera ser dueño de una, dos o tres entidades bancarias como ahora.
Pero si tenemos un sistema mixto, con presencia pública, hay una pregunta inevitable que un gobierno debiera hacerse y no la he visto formulada y, menos, contestada: ¿Para qué quiere los bancos de los cuáles es dueño? Mi respuesta inicial sería: para financiar el desarrollo, no tanto el consumo, y, ciertamente, no para hacer lo que los privados ya hacen.
LEA MÁS: En Guardia: No coma cuento con los bancos públicos
Una segunda pregunta: ¿Cuál sería, entonces, el modelo de gobernanza de la banca pública? Respuesta: independiente del Gobierno y de altísimo nivel (fuera los “enchufados”) y con el mandato de cambiar el rumbo de la banca pública.