De los poco más de 8.000 millones de habitantes en el planeta, la ONU estima que unos 828 millones de personas padecen hambre y que 8.000 niños mueren por esta causa cada día. Encima, se prevé que en el 2050 habrá unos 1.600 millones adicionales viviendo en este mundo.
Es enorme el reto que enfrenta la humanidad de producir más alimentos para dar de comer a toda esa población y erradicar el hambre de aquí al 2050. Dentro de 27 años.
La tarea no es fácil, si tomamos en cuenta que la disponibilidad de tierra arable en el mundo es limitada. Seguir talando bosques no es una alternativa. Las consecuencias del cambio climático aumentan la volatilidad y los obstáculos para producir más alimentos.
La tierra disponible para cultivos, además, se comparte con otros productos no alimenticios, como el algodón para la ropa que usamos y, cada vez más, los biocombustibles, que pretenden sustituir los combustibles fósiles.
Existe un enorme potencial para incrementar la productividad agropecuaria. El trabajo conjunto de personas dedicadas al agro con los académicos para aprovechar más cada pedazo de tierra, a través de mejoras en técnicas de producción, investigación y desarrollo de nuevos productos e insumos, es buena parte de la solución.
El sector público también puede ayudar mucho, si evita el exceso de regulaciones y trámites burocráticos que, en muchas ocasiones, impide la utilización de las nuevas tecnologías, presionado, frecuentemente, por grupos ambientalistas y de bienestar animal.
Adicionalmente, se debe mejorar la transmisión de los nuevos conocimientos a todo el mundo. Con acercar la productividad de África y del sureste de Asia a la del resto del globo, mucho se avanzaría en hacer accesible más comida a los que más hambre padecen.
Otra oportunidad es disminuir el desperdicio de comida que se da desde la finca del agricultor hasta la mesa del consumidor. Se calcula que las pérdidas en ese trayecto rondan entre el 30 y el 40 %. Una parte se debe a problemas en la cadena de distribución, pero otra está relacionada con la cantidad de alimento que se desperdicia en los hogares y restaurantes.
Es irónico que “sobre” y se eche a perder mucha comida en algunas partes, mientras hay gente muriendo de hambre en otras. El reto es grande, pero es cuestión de que todos nos pongamos a trabajar para enfrentarlo.
El autor es economista.