Uno de los asistentes habituales a las conferencias de prensa de la Casa Presidencial, casi siempre afín a las políticas del gobierno y receptor de elogios prodigados desde las más altas esferas, lamenta públicamente el retraso de la inversión estatal en su página de Facebook. Teme no poder mantenerla y confiesa el fracaso de infinidad de llamados al pueblo costarricense para pedir su colaboración “por lo menos mientras llega la pauta estatal”.
Habla con absoluta seguridad de estar entre los receptores de anuncios del Estado, pero muestra preocupación porque los ingresos están en camino desde marzo y no se sabe cuánto más tardarán. Si son parte de las carteras que manejará la agencia de publicidad del Sistema Nacional de Radio y Televisión (Sinart), el retraso podría deberse a los defectos detectados por la Contraloría General de la República en los presupuestos de esa entidad.
El propietario de la página de Facebook dice tener gastos mensuales de “millón y resto”, pero no podrá seguir sufragándolos con los ingresos suministrados por un patrocinador que aporta “una cuota simbólica”. También descarta la posibilidad de obtener contratos publicitarios en el sector privado porque hay empresas grandes “que siguen creyendo que los únicos medios de comunicación de este país son ciertas radios, ciertos periódicos y ciertos canales de televisión aunque usted les muestre índices altos de credibilidad y alcance”.
Las conclusiones por extraer de ese discurso ilustran el problema de administrar la pauta estatal con criterios alejados de los imperantes en el mercado publicitario. Tenemos una página de Facebook que no despierta entre sus usuarios un grado de identificación suficiente para pagar una suscripción o donar. Maneja sus propios datos sobre credibilidad y alcance, pero los anunciantes no les hacen caso y siguen pautando donde las agencias de publicidad aconsejan a partir de la información generalmente aceptada por la industria, no obstante el precio seguramente menor de los anuncios, gracias a los modestos costos de producción.
La única salvación es la pauta estatal, es decir, el erario. No hay otro medio de subsistencia: ni la filantropía, ni el interés por el contenido, ni la publicidad del sector privado. Podríamos discutir si esa es la mejor forma de invertir los fondos públicos, pero no hay duda de que en esas circunstancias es difícil mantener la independencia y contribuir a un genuino debate público.
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Armando González es editor general del Grupo Nación y director de La Nación.