18 de julio del 2012. Casa ubicada en Pueblo Nuevo de Pavas en la que viven Lidia Fernandez (77) su hermano con paralisis mental Juan Ramon (68), su hija mayor Maribel Prado (54) con enanismo y su otra hija Edith Prado. Durante 8 aos han recibido promesas de una casa nueva y no les han cumplido. En la foto: doa Lidia le da de comer a su hermano Juan Ramn en su dormitorio. (albert marin)
Pueblo Nuevo de Pavas, 10 de abril del 2006. Óscar Arias Sánchez, presidente electo de Costa Rica, entró con su séquito de guardaespaldas en la vivienda de Lidia Fernández Méndez.
Al nuevo mandatario lo recibieron un techo de cinc agujereado, paredes de lata y piso de cemento sin pulir. También estaban Juan Ramón, un adulto mayor con parálisis cerebral y Maribel, una mujer con problemas mentales y enanismo. Ambos, vivían, como ahora, al cuido de doña Lidia, de 71 años en aquel momento.
Dos días después de la visita, La Nación consignó que el presidente electo adquirió un compromiso con aquella familia: ayudarla con su sueño de tener casa propia. Para sellar aquella promesa, él estuvo acompañado por Fernando Zumbado, futuro ministro de Vivienda.
Desde entonces, han pasado 2.295 días, el equivalente a seis años, tres meses y 12 días.
Zumbado renunció al cargo por un escándalo por fondos de Taiwán para combatir la pobreza y Arias concluyó su periodo presidencial.
Tres expertos han pasado por la silla de ministro de Vivienda, otros tres en la gerencia del Banco Hipotecario de la Vivienda (Banhvi) y se han entregado 65.283 bonos
Entretanto, doña Lidia, Juan Ramón y Maribel siguen esperando una casa.
Ante consultas de este medio, voceros del Banhvi explicaron que no hay indicios de que se abriera alguna vez un expediente para bono de vivienda en favor de Lidia Fernández, o de su hija epiléptica, Edith Prado, quien también vive en la humilde vivienda de Pavas.
Ellas subsisten con las pensiones del Régimen No Contributivo de la Caja Costarricense de Seguro Social que reciben Maribel Prado y Juan Ramón Fernández, así como un subsidio del Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS), que ronda entre ¢50.000 y ¢60.000 al mes.
Con cada pensión de ¢70.000 se compran pañales y leche para Maribel y Juan Ramón y el resto para costear los servicios básicos. Hace seis meses les cortaron el teléfono.
El único sustento adicional lo aporta un hijo de Edith, Freddy Araya, que trabaja a destajo en la construcción.
La casa en la que viven está a nombre de Roberto Prado (esposo de doña Lidia), quien obtuvo el título de propiedad tras 40 años de ocupación en precario.
El miércoles pasado, a las 11 a. m., doña Lidia no había hecho arroz para almorzar. En la cocina había una manita de pan en un balde con tapa, para que no se la comieran las ratas y una jalea de piña en la “refri”. Atrás, en el fogón, había cuatro pedacitos de ñampí sin hervir, una cebolla, un tomate y un aguacate.
Remembranza. Edith Prado aseguró haber entregado “hace muchos años” los papeles sobre el estado de salud de su hermana Maribel ( de 54 años) y de su tío Juan Ramón (de 68 años); así como de los ingresos familiares en la sede del Banhvi en Montes de Oca.
Desde el 2006, Edith cuenta con un carné como miembro de la Asociación de Desarrollo Comunal Específica pro Vivienda Las Pavas, (Asovipa), que tiene cédula jurídica, pero que no propiedades ni teléfonos a su nombre.
Además, acude a las reuniones que la Asovipa realiza cada primer viernes de mes y contribuye con ¢2.000 por reunión, aunque no le dan facturas.
Rosa Delgado Saborío, líder de Asovipa, admitió que solo llevan un control de quienes dan dinero y que siguen en la lucha de un terreno donado por la Junta de Protección Social.
El exministro Fernando Zumbado no respondió llamados a su teléfono y el exmandatario no fue localizado en su casa.
El nuevo gerente del Banhvi, Manuel Párraga, confirmó que en la zona no se está desarrollando ningún proyecto de interés social.
Agregó que fue un error que en el pasado la familia entregara documentos en el Banco, porque los bonos de tramitan en las entidades autorizadas. Seis años después, Párraga se ofreció a ayudar.
Doña Lidia no encuentra palabras para contar cómo han sido los últimos años . No tiene reclamos: “Yo he sufrido como un animalito, pero todo se lo ofrezco a Dios”.