Para los funcionarios del Hospital Monseñor Sanabria, en Puntarenas, y los miles de asegurados de esa provincia, el terremoto de Nicoya no ha terminado.
Aunque han transcurrido seis meses desde aquella mañana del 5 de setiembre que movió al país con una fuerza de 7,6 grados magnitud momento (MW), hoy día médicos, enfermeras, personal administrativo y pacientes del Hospital siguen luchando contra la adversidad que les dejó el sismo guanacasteco.
La gran cantidad de escombros apilados en la parte de atrás del centro médico hacen fácil entender por qué el Monseñor Sanabria debió trasladar la mayoría de sus servicios a 12 diferentes lugares de la ciudad, y a Orotina (Alajuela), a 33 km de distancia, para no detener los servicios.
Por eso, para un porteño, ir a su hospital ya no basta con dirigirse hacia la torre de diez pisos que sobresale a lo largo de la costa.
Ahora, un paciente cualquiera debe conocer si su cita es en una antigua casa de monjas, en una iglesia evangélica, en la vieja sede del Cuerpo de Bomberos de El Roble, o en alguna de las áreas de salud de Barranca o Esparza, por citar algunos ejemplos.
Mangas arrolladas. Pese a esa realidad, ni funcionarios ni asegurados se echan a morir. Más bien –dicen muchos–, el terremoto les dio el coraje para plantarle una buena cara al mal tiempo.
“Es como volver a aprender a caminar”, resumió sobre la situación del Hospital el capellán de ese centro, José Luis Infante.
Él perdió su capilla, que estaba en el tercer piso, y ahora celebra la misa en una carpa en el parqueo.
El capellán no fue el único damnificado, pues todos los departamentos tuvieron que sacar sus cosas de la torre y llevarlas a otros sitios, ya fuera para guardar muchas y usar unas pocas debido a la falta de espacio.
Lo anterior también se explica en cifras: de los 25.000 metros cuadrados que tenía el Monseñor Sanabria, el sismo le dañó 16.000 (más de un 60%). Con esos recursos se debe atender a una población meta de 500.000 personas.
El área de hospitalización fue una de las que más sufrió, pues, de 218 camas, ahora solo hay 40, y estas no necesariamente están en lugares con condiciones adecuadas.
Por ejemplo, lo que antes era el gimnasio de Fisiatría, se convirtió, de manera temporal, en Medicina de Mujeres, pero con solo diez de las 42 camas que tenía. Lo mismo pasó en la Sección de Hombres.
La consulta en Psicología, por citar otro caso, se da en una unidad móvil que está en un patio y que fue prestada por la clínica de Parrita.
¿Qué se puede decir de las cirugías? Los números vuelven a ser contundentes: de ocho quirófanos se pasó a tener solo dos “provisionales”, donde se atienden algunas operaciones, aunque se usan más para atender emergencias.
El impacto del sismo fue tal que, por ahora, el hospital solo es capaz de resolver el 30% de las atenciones que realizaba en agosto pasado.
Para el resto de casos ha sido necesaria la referencia a otros centros de salud, explicó el director médico, Randall Álvarez, quien ha liderado toda la organización para que no se paralicen los servicios.
Como un dato más, de setiembre a enero se efectuaron 4.342 referencias a otros centros, lo que significa un 195% más respecto al comportamiento usual antes del terremoto.
De esos 4.342 traslados de pacientes, 1. 821 han sido a los 13 sitios a los que tuvo que acudir el Monseñor Sanabria para seguir operando. Los restantes 2.521 son referencias fuera de la provincia.
El Hospital México ha sido el que más porteños ha recibido: 1.202 en los últimos seis meses. El Hospital de San Ramón recibió 536.
Se suman a ese trabajo los hospitales de Liberia y Nicoya (Guanacaste) y el Hospital Nacional de Niños, entre una lista total de 12.
Más trabajo. Llevar el hospital de Puntarenas a condiciones óptimas va más allá del esfuerzo de su personal, por lo que la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) ha invertido ¢1.000 millones para ir acondicionando la estructura.
Entre lo poco bueno que dejó el sismo está el anuncio de un nuevo hospital, aunque esto sera una realidad a medio plazo.
Respecto a la torre hospitalaria, para volver a utilizarla urgen varias medidas, entre las que podrían estar desde reforzar todas sus vigas con fibra de carbono hasta pasarla de diez a siete pisos, según los informes preliminares.
Mientras eso se resuelve, el Monseñor Sanabria, el edificio más alto que tiene la Caja, aprende de nuevo a caminar.