Estados Unidos reanudó la aplicación de la pena de muerte en 2004 con dos ejecuciones, incluyendo la de un psicópata en Arkansas al que se le administraron medicamentos para mantenerlo lúcido en sus últimos minutos de vida.
Charles Singleton, de 44 años, a quien se le había diagnosticado una esquizofrenia paranoide, recibió el martes una inyección letal pese a los ruegos de organismos de defensa de los derechos humanos, como la Unión Europea y Amnistía Internacional, que subrayaron la crueldad de quitar la vida a alguien con problemas mentales.
Una hora antes, un juez de Arkansas ordenó el aplazamiento de la ejecución de Karl Roberts, violador y asesino de su propia sobrina de 12 años, para permitirle que apele la sentencia, dijeron fuentes judiciales.
Y una hora antes de esa cancelación, el estado de Texas aplicó una inyección letal a Ynobe Matthews, condenado por el asesinato de una mujer hace cuatro años.
Durante el juicio, los fiscales revelaron que Matthews también era culpable del asesinato de otra mujer y de tres violaciones más.
En una decisión que fue aplaudida por los detractores de la pena de muerte, el Tribunal Supremo de EE.UU. dictaminó el año pasado que es inconstitucional ejecutar a personas mentalmente enfermas.
Sin embargo, según los fiscales, Singleton era una persona mentalmente saludable cuando asesinó al empleado de un comercio en 1979.
Con las últimas dos, aumentaron a 887 las ejecuciones llevadas a cabo en EE. UU. desde 1976.
“La pena de muerte no debería aplicarse a personas que sufren un trastorno mental”, dijo la oficina de la Unión Europea en Washington en una carta al gobernador de Arkansas, Michael Huckabee.