Varsovia, Polonia. Yulia Navalnaya llevaba dos años sin ver a su marido, el opositor ruso Alexéi Navalni, cuando intervino en la Conferencia de Seguridad de Múnich, justo después de conocerse la noticia de su muerte en prisión.
Con los ojos llorosos, Navalnaya, que estuvo junto a su esposo durante más de una década desafiando el gobierno del presidente Vladimir Putin, respiró hondo.
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Ese viernes, las autoridades rusas anunciaron la muerte de Alexéi Navalni en una remota colonia penitenciaria del Ártico donde purgaba una pena de 19 años de cárcel por "extremismo".
"Me gustaría que Putin, todo su personal, todo su entorno, todo su gobierno, sus amigos, sepan que serán castigados por lo que han hecho a nuestro país, a mi familia y a mi marido".
"Y ese día pronto llegará", declaró la mujer de 47 años, con el pelo recogido en un apretado moño, como de costumbre.
Navalnaya, que siempre estuvo al lado de su marido -- tanto cuando impulsó protestas masivas en Rusia como cuando fue envenenado y trasladado a Alemania --, se había aferrado a la esperanza de volver a verlo libre”.
"No hay nada imposible cuando estás enamorada", afirmó a la revista alemana Der Spiegel el año pasado.
A medida que su lucha contra el Kremlin se intensificaba, Navalni afirmaba que no podría haber seguido su causa sin su esposa.
Su último mensaje al mundo exterior fue una nota de San Valentín para ella: "Siento que estás conmigo cada segundo".
En su primera publicación en redes sociales tras la muerte de su esposo, Navalnaya colgó una foto de él besando su frente, con la descripción “te quiero”.
Su historia de amor inspiró a sus simpatizantes, presentando un contraste total con Putin, que mantiene su vida privada en secreto.
“Te radicaliza”
El discurso en Múnich no fue la primera vez que Navalnaya se mostró estoica.
En 2020 vio cómo su marido casi moría envenenado en Siberia, donde afirmó que los médicos locales intentaban alargar el proceso para que muriera o para que no se pudiera detectar el agente nervioso que, según un análisis europeo, fue empleado.
“En todo momento, cuando estábamos allí, pensaba: “Tengo que sacarlo de aquí”, explicó Navalnaya, que consiguió trasladar a su esposo a Alemania.
Cinco meses después, en enero de 2021, la pareja volvió a Moscú sabiendo que Alexéi sería detenido, lo que ocurrió nada más llegar al aeropuerto, ante las cámaras de todo el mundo.
Navalni quedó físicamente marcado por este episodio, además de por una posterior huelga de hambre y las repetidas estancias en aislamiento.
Pese a todos los reveses, la determinación del matrimonio nunca flaqueó. Navalnaya describió su vida desde entonces como "cartas, cartas, cartas", afirmando que intentaba escribir a su esposo todos los días.
Los dos se conocieron durante unas vacaciones en Turquía, donde dicen que se enamoraron inmediatamente.
Navalnaya dejó su trabajo en el sector bancario para criar a sus hijos, al tiempo que la carrera política de Alexéi despegaba.
Mientras se recuperaba del envenenamiento en Alemania, Navalni bromeaba diciendo que las opiniones de su mujer eran más radicales que las suyas.
"Cuando no eres político pero ves las cosas más oscuras contra tu familia, eso claro que te radicaliza", afirmó.
Desde que Navalni fue encarcelado, su esposa reiteró que no seguiría el camino de Svetlana Tijanovskaya, que se convirtió en líder de la oposición bielorrusa tras el ingreso en prisión de su marido.
Pero para la politóloga Tatiana Stanovaya, “le guste o no, Yulia Navalnaya se está convirtiendo en una figura política”.