Antes de ser guerrillero, Edén Pastora Gómez se dedicó a la pesca en Barra del Colorado, Limón, muy cerca de la frontera con Nicaragua.
Buena parte de su vida discurrió a uno y otro lado del río San Juan, y sus desplantes y ambivalencias tuvieron repercusión y eco en su país natal y en Costa Rica.
Locuaz, con un gusto marcado por las armas y siempre dispuesto a hablar ante la prensa, Pastora fue amigo de la ambiguedad. Un ejemplo es su cambio de fidelidad política.
Primero, fue un aliado de Daniel Ortega en la lucha para derrocar al dictador Anastasio Somoza Debayle. Pero, cuando el sandinista llegó a gobernar, cambió de bando e intentó sacarlo del poder al fundar un movimiento guerrillero antirrevolucionario. Hace más de una década, en 2007, dio un giro y se convirtió en el “operador político de régimen de Daniel Ortega”, como lo define la prensa crítica de Nicaragua.
Acuerpó, entonces, a otro “dictador", como también definen periodistas de oposición a Ortega.
El Comandante Cero del grupo armado que asaltó el palacio Nacional el 22 de agosto de 1978 falleció este martes en la madrugada en el Hospital Militar de Managua. Tenía 83 años.
Aunque ganó notoriedad mundial por ese golpe a la dictadura de Somoza, su paso por el poder luego del triunfo de la Revolución sandinista fue efímero. Le dieron puestos de segunda importancia, bajo la autoridad de la Dirección Nacional del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), compuesta por nueve comandantes, entre ellos Ortega.
‘Un mercenario’
Al final de sus años, Pastora enfrentó a Costa Rica y Nicaragua en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya. Siguiendo órdenes de Ortega, invadió territorio costarricense al hacer dragados en la zona de isla Calero, donde provocó un gran daño ambiental en el 2010.
La entonces presidenta de la República, Laura Chinchilla, lo recordó este martes en Twitter como “un mercenario que traicionó el abrigo que le dimos incitando la invasión militar a nuestro territorio en isla Calero en el 2010”.
Javier Sancho, exembajador de Costa Rica en Managua, tampoco tiene buenos recuerdos, pues considera que Pastora no fue agradecido con la acogida que le dio Costa Rica.
“No fue congruente con la amistad y apertura que le dieron muchas familias costarricenses. Se ensañó acompañando al régimen orteguista en esa manera de criticar a Costa Rica y nuestra democracia. Ha fallecido y que Dios lo perdone”, dijo el exdiplomático a Noticias Monumental.
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Pastora también confirmó al final de sus años esa ambigüedad al justificar la represión del régimen de Ortega contra los ciudadanos que protestaron a partir de abril de 2018 contra una reforma en la seguridad social. No cuestionó pese a que mataron a más de 320 personas en tres meses.
También se atrevió a calificar de “hipócritas, satánicos y diabólicos” a los obispos de la Iglesia católica que salieron en defensa de los manifestantes.
A Pastora le sobreviven varios hijos y su esposa Yolanda Torres Jirón, de 76 años, naturalizada costarricense.
De la Barra al palacio
El escritor Sergio Ramírez cuenta en su obra Adiós muchachos qué lo llevó a él y a Carlos Coronel a visitar a Pastora en Barra del Colorado, Limón, para proponerle enrolarlo en un movimiento armado para luchar contra la dictadura de Somoza. Allá viajaron con sus familias en unas “falsas vacaciones” en la Semana Santa de 1977.
No tardó mucho en aceptar “sin regateos una propuesta que a cualquier persona sensata le hubiera parecido temeraria”, dice el ganador del Premio Cervantes.
El entonces pescador tenía la huella de los Somoza en su familia. Cuando tenía siete años, su padre fue asesinado por el jefe de Estado Mayor de la Guardia Nacional de Anastasio Somoza García.
La visita de Ramírez y Coronel disparó en él la idea de ocupar el palacio Nacional, que albergaba el Congreso y otros despachos estatales en Managua.
El asalto al palacio obligó a Somoza a liberar varias decenas de presos sandinistas y pagar un rescate de $500.000.
Después del triunfo revolucionario, Pastora asumió un viceministerio, pero no fue integrado en la Dirección Nacional del FSLN.
Las rencillas con el nuevo gobierno aparecieron y, para julio de 1981, renunció y lamentó que el sandinismo tomara otra orientación. Sin embargo, luego volvió a aliarse con Ortega sin importarle el abandono a los principios de Sandino.
Ambivalente con Costa Rica
A principios de los 80, peleado con Ortega, el Comandante Cero regresó a Costa Rica, aunque no a pescar. Aquí constituyó un grupo político-militar, la Alianza Revolucionaria Democrática (ARDE), que tuvo base de operaciones con la anuencia de las autoridades nacionales.
En ese entonces, el gobierno de Estados Unidos apoyaba con dinero y armas a los grupos armados que, descontentos con el rumbo de la Revolución sandinista, se formaron para combatir a la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional.
Pastora resistió las presiones de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para fusionar ARDE con Fuerza Democrática Nicaragüense (FDN) y formar un bloque unido contra el régimen de Managua.
Estuvo a punto de perder la vida cuando, en una conferencia de prensa en La Penca, en la ribera nicaragüense del río San Juan, el 30 de mayo de 1984, estalló una bomba que mató a tres periodistas.
Las negociaciones de paz entre sandinistas y sus opositores acabaron con el conflicto y marcaron la derrota electoral de los primeros en 1990.
Pastora regresó a Nicaragua, intentó crear un partido político y se declaró en la miseria.
El retorno a la presidencia de Daniel Ortega en el 2007, su enemigo político, paradójicamente lo llevó a reconciliarse y un año después fue comisionado para dirigir los trabajos fronterizos de dragado del río San Juan para facilitar la navegación. Ahí, el antiguo pescador cambió su posición con Costa Rica.
En noviembre del 2009, el exguerrillero anuncia el pronto inicio de esas obras. “Ya empezamos a realizar un sueño de este pueblo: recuperar las aguas del río San Juan que se van a Costa Rica a través del río Colorado”, dijo Pastora.
Costa Rica denunció en octubre del 2010 el lanzamiento de material extraído del cauce a territorio nacional, propiamente en isla Calero, así como la incursión de Pastora y militares a fincas costarricenses.
La controversia subió de tono cuando Pastora defendió ese vertido de material y la apertura de caños allí alegando que “es territorio nicaragüense; ellos han creído que es territorio costarricense porque nadie ha definido la frontera... es tierra de nadie”.
El asunto terminó en la Corte de La Haya, donde Costa Rica planteó una demanda contra Nicaragua que se resolvió favorablemente para nuestro país: condenó a la nación vecina por violar la soberanía y ordenó a Managua pagar poco más de $300.000 de indemnización por daño ambiental.
En reacción al fallo de la CIJ, minimizó el impacto de los daños ambientales que se limitaron, según afirmó, a quitar unas cuantas plantas acuáticas.
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Aunque el gobierno de Ortega mantuvo a Pastora en el cargo relacionado con el dragado, el exguerrillero fue expuesto internacionalmente por sus jefes como el responsable principal de lo ocurrido en isla Calero.
Empero, el Comandante Cero no se quedó callado y dio su versión. Aseveró haber actuado por “una orden del gobierno”. Arguyó: “Yo no ordené nada, yo fui un soldado, yo hice lo que me mandaron”. Y, según él, quien le ordenó fue Ortega.
Se mantuvo firme en afirmar, pese a lo dictado por los jueces de La Haya, que los caños abiertos en la isla estaban en territorio nicaragüense.
Costa Rica, incluso, llegó a pedir una orden de captura internacional en su contra, lo cual, llevó al ambivalente personaje a nunca poner otra vez un pie en suelo tico.