Buenos Aires. Envueltas en sus pañoletas verdes y con el puño en alto, miles de mujeres pasaron la noche conteniendo el aliento frente al Congreso de Argentina, mientras los legisladores pronunciaban uno a uno su voto en la maratónica sesión que culminó la madrugada de este miércoles con una histórica legalización del aborto.
“Es un estrés que se siente en la panza. Imaginate que se está votando si yo, como persona y como mujer, tendré o no el derecho a decidir lo que pasa en mi vida y en mi cuerpo”, dice emocionada Cinthya Velas, una maestra de preescolar de 29 años.
Junto a su hermana Claudia y su amiga Flor, una mujer trans de 35 años, se toman fuertemente de las manos frente a una pantalla gigante en el exterior del Congreso que transmitía en vivo la sesión de los senadores.
LEA MÁS: Argentina legaliza el aborto
Durante más de 12 horas, los parlamentarios expusieron acalorados argumentos a favor y en contra de la legalización del aborto hasta la semana 14 de gestación.
El suspenso se atizaba cuando algunos miembros del oficialista Frente de Todos dieron la espalda a la ley impulsada por el presidente Alberto Fernández (centro-izquierda), mientras que ciertos senadores católicos otorgaron su voto a favor, al margen de sus creencias religiosas.
Hasta el último minuto, los legisladores esgrimieron alegatos contradictorios, que oscilaban entre el carácter “histórico” e “inevitable” de la ley, hasta el “inviable” y “anticonstitucional”.
Marea verde
“No es un sacrificio pasar la noche acá en la calle para hacer presencia y presión en medio de esta lucha de poderes, esta batalla histórica. Es un privilegio, una fiesta”, resumió Ángela Güemes, una socióloga de 30 años que se tatuó en el brazo izquierdo con tinta verde la leyenda “Es ley”, en alusión al derecho a abortar.
Así, con el trauma aún en la memoria del rechazo a la legalización del aborto hace dos años por parte de los senadores, la “marea verde” -feministas proaborto que se distinguen con la pañoleta color esmeralda- desafió a la pandemia de covid-19 (muchas estaban sin barbijo) y al sofocante calor para hacer cimbrar las calles bonaerenses aledañas al Congreso.
No obstante, el bullicio de los tambores y las danzas se hizo silencio por unos segundos, cuando al filo de las cuatro de la mañana se alzó la voz de Cristina Fernández, vicepresidenta de Argentina y presidenta del Senado, para anunciar la aprobación de la ley con 38 votos a favor, 29 en contra y una abstención. Un margen más amplio de lo previsto.
“¡Olé, olé, es ley, es ley!”, gritaron las mujeres al unísono, entre sollozos y eufóricos abrazos. Montadas sobre las casetas de estaciones de bus o desde los balcones de edificios, agitaron con fuerza su pañuelo verde mientras Argentina se convertía en el país más grande de América Latina en legalizar el aborto.
‘Letra muerta’
En las afueras del ala opuesta del Congreso, otra manifestación repudiaba la decisión de los legisladores.
Vistiendo pañoletas azul celeste, opositores al aborto liderados por la Iglesia Católica y la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas se hincaron en oración durante los momentos más álgidos de la discusión parlamentaria.
“Este proyecto no trae nuevas libertades. Tampoco trae nuevos derechos. Lo que sí nos trae esta ley, lamentablemente, es la negación del acceso a la vida”, estima la organización Frente Joven.
Para la activista feminista Francisca Didier, de 43 años, la ley aporta, sin embargo, “libertades que no tuvieron las madres y abuelas de esta generación (...) El poder y el derecho a decidir sobre su propia maternidad”.
Sin embargo, teme que la nueva normativa, que contempla la objeción de conciencia, termine en “letra muerta” por falta de mecanismos e instituciones para hacerla valer.
“La batalla no ha terminado, muchos médicos se negarán a hacer lo que por ley les corresponde. El gobierno debe garantizar ahora las clínicas y el personal especializado”, opina Cecilia Pastor, una abogada de 35 años, con el rostro cubierto de brillantina verde.