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15/02/2018. Cartago. Recorrido por las instalaciones de Edwards Lifesciences, empresa que se dedica a la fabricación de dispositivos médicos. Las ventas del sector de precisión y médico al exterior crecieron 14% en el acumulado a setiembre del 2018 respecto a 2017. Foto: Rafael Pacheco (Rafael PACHECO GRANADOS)
El comercio mundial de bienes enfrenta dos desafíos inmediatos que han obligado a moderar las metas de crecimiento para este año y el próximo. En su más reciente pronóstico, la Organización Mundial del Comercio (OMC), expresa que las tarifas impuestas –o propuestas– por la grandes economías al intercambio de ciertas mercancías (léase, la guerra comercial entre China y Estados Unidos) han tenido poco impacto directo, pero sí levantaron mucha incertidumbre, lo que al final afecta el gasto destinado a inversiones.
Como segundo punto, la OMC menciona que la política monetaria más restrictiva (aumentos en tasas de interés) en economías desarrolladas puede atizar salidas de capitales e inestabilidad financiera en países emergentes o en desarrollo. Con base en ambos elementos, principalmente, este organismo considera que el comercio mundial continuará creciendo pero a menor ritmo; del 4,4% que proyectó en abril pasado para el cierre del 2018, redujo sus pronóstico a 3,9%, y para el 2019 calcula que se desacelerará a 3,7%.
En medio de todas estas tensiones financieras y comerciales globales, las exportaciones de Costa Rica muestran un crecimiento saludable, del 6% en el acumulado a setiembre del 2018, respecto al corte a setiembre del 2017. Cierto que es menor al resultado equivalente al 2016 (8%), pero al final del día el valor de las ventas al exterior acumula varios años de aumentos, y con el corte parcial entregado por la Promotora de Comercio Exterior esta semana, llegan a casi los $8.500 millones.
Detrás de estos números está el buen desempeño del sector precisión y médico (creció 14%) y en particular de los dispositivos médicos, que como producto están aportando $6 de cada $10 vendidos de más por Costa Rica, este año; dicha industria logró sobrepasar, por primera vez, al agro dentro del valor total vendido, y e su auge existe una fuerte participación de mercados grandes, como Estados Unidos, Holanda, China y Japón.
Los grados de exposición de las exportaciones costarricenses a los riesgos que señala la OMC son variados, y además afrontan situaciones particulares, derivadas de nuestra ubicación geográfica y la situación económica del país.
Hasta el momento, Costa Rica parece sortear los arranques proteccionistas del presidente estadounidense Donald Trump; los embates de nuestro principal receptor de bienes cayeron sobre China, con las amenazas de crear aranceles a sus exportaciones, y sobre sus socios del antiguo Nafta –México y Canadá–, que tuvieron que sentarse a negociar y en octubre anterior por fin lograron reeditar el tratado y sacar el Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (USMCA por sus siglas en inglés).
La dirección de la política monetaria mundial sí es una determinante más difícil de digerir para Costa Rica. Este año se sintió una contracción relevante de flujos de inversión extranjera; la cifra cerró en $1.200 millones al primer semestre del 2018, 28% menos respecto a los primeros seis meses del 2017, y la mayor parte de la reducción se sintió en zonas francas, de donde está surgiendo el mayor crecimiento en las exportaciones (10% en setiembre, en comparación con el 2% del régimen definitivo).
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Además, hay situaciones del vecindario, como la crisis política de Nicaragua, que dejó como saldo una caída de 9% en las ventas de Costa Rica al vecino país, aunque con un impacto todavía moderado dentro de las cifras de exportaciones totales.
No todo es negativo. El sector exportador debe reconocer que la fuerte apreciación del dólar, en las últimas semanas, cae como un bálsamo por la mejora en el flujo de caja de las empresas que venden en el exterior (los dólares se cambian por más colones).
Sin embargo, esta “ventaja”, podría ser muy engañosa y volátil –como suelen ser los mercados de divisas– y además peligrosa pues se alimenta mucho del deterioro fiscal del país, un mal que de no corregirse amenaza fundamentos de una verdadera competividad, como los servicios públicos, la baja inflación, educación pública de calidad y estabilidad política de largo plazo.