Del discurso al hecho, hay un largo camino de tareas pendientes para garantizar equidad y calidad en la educación que reciben niños y jóvenes indígenas en Costa Rica. Sus carencias se invisibilizan en la cotidianidad del ser costarricense y es repudiable que solo sean noticia relevante para el país hasta que la discriminación y la violencia los convierte en titular de sucesos.
En un informe conjunto entre el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) se anota que el 70% de los hogares en territorios indígenas tiene al menos una necesidad básica insatisfecha, en comparación a un 26,4% a nivel nacional. A esto, se suma una lista de pendientes en educación que las comunidades indígenas reclaman a cada gobierno de turno sin que las acciones, a la fecha, sean contundentes.
En Costa Rica, hay aproximadamente unos 104.143 indígenas distribuidos en 24 territorios en todo el país. Para esta población, el exceso de trámites para obtener una beca, vacíos curriculares, mala infraestructura educativa y de caminos, falta de comedores escolares, el bullying al que están expuestos por parte la población no indígena, pobre calidad de sus docentes y ausencia de una educación intercultural real en Costa Rica son algunas de las trabas para conseguir mejores oportunidades y competir en igualdad de condiciones con el resto de estudiantes del país.
Para esta entrada del blog, conversé con Rodrigo Torres, jefe del Departamento Pedagógico de la Dirección Regional de Sulá, en el territorio indígena de Keköldi, Talamanca, quien afirma que la discriminación impacta con fuerza a esta minoría que representa el 2,4% de la población costarricense. A continuación, un extracto de la entrevista:
¿Qué le hace falta a la educación que reciben niños y jóvenes en territorios indígenas?
Hace falta muchísimo. Hoy por hoy tenemos escuelas que se están cayendo, donde no hay aulas en condiciones para dar clases, el exceso de trámites para una beca es muy complicado y hasta incomprensible para muchas familias. Hay fuertes carencias de materiales y tecnologías para apoyarlos y que se preparen bien. Los currículos no están adaptados a la realidad de las comunidades indígenas y tampoco se educa a la población en general sobre el valor del indígena para la cultura costarricense.
¿Cómo impacta esa realidad discriminatoria el nivel de desempeño de los estudiantes?
Impacta en exclusión, en desigualdad de condiciones y en que siempre las zonas indígenas y las costeras, somos los que sacamos los peores resultados. Pongo el ejemplo de Alto Telire,Talamanca, eso es como otra Costa Rica: no se han implementado programas reales de apoyo a las familias en educación, salud, seguridad y eso representa menos oportunidades y mayor riesgo social para esa gente. Los temas se tocan por encima de un gobierno a otro, pero hay mucho por hacer.
¿Cómo generar cambios educativos en función de cerrar esa brecha?
Hay que empezar por contextualizar los programas de estudio, que se hable en todas las aulas del país de la realidad económica, social y cultural de los 24 territorios indígenas y de sus lenguas autóctonas. Porque en los discursos, siempre se habla de respeto por la diversidad, pero en la práctica, hay una exclusión solapada. Es alarmante que haya estudiantes indígenas que lleguen a las universidades y, en pleno siglo XXI, sufran de rechazo y burlas por parte de sus compañeros. Esto provoca exclusión.
¿Qué tarea urge desde el Ministerio de Educación Pública para superar esa discriminación?
Hay que hacer mejoras urgentes en la infraestructura de esas escuelas que se están cayendo y cambios en el currículo. Para esto, hay que hacer un estudio que tome en cuenta las realidades de los 24 territorios indígenas. No se trata de importar las soluciones que se han implementado en otros países, sino tomar en cuenta el contexto nacional. Costa Rica sigue siendo un país discriminatorio que no ha podido avanzar hacia el respeto real de la diversidad.
El documento Estadísticas del Subsistema de Educación Indígena en Costa Rica, elaborado por el Ministerio de Educación Pública (2018), señala que “mientras que en el país, en promedio, la promoción en pruebas de bachillerato ronda el 70% (incluyendo colegios públicos, privados, subvencionados y otras ofertas del sector público), en el caso de los colegios ubicados en territorios indígenas, la promoción ha sido inferior al 50% todos los años (2010-2016)”.
La educación es herramienta de progreso social y cuando las herramientas no son las mismas para todos la brecha crece, se profundiza, siembra rechazo, discriminación y violencia. No se puede hablar de respeto por la diversidad cuando hay hogares que no tienen qué comer, cuando las condiciones para estudiar no son las más adecuadas, cuando no hay pupitres en las aulas y cuando el discurso invisibiliza las necesidades de las minorías.
Puede haber muy buenas intenciones y acciones remotas que sean beneficiosas, pero si éstas no se traducen en una mejoría real y sostenida para todos, las palabras y los gestos son pura hipocresía.
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